Biden y los demócratas: el retiro histórico que cambia el juego en la contienda por la presidencia en EU
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Joseph Robinette Biden es el cuadragésimo sexto Presidente de los Estados Unidos. El pasado domingo hizo pública su decisión de abandonar la contienda por la reelección presidencial. El próximo 20 de noviembre cumplirá 82 años, resultó electo cuando tenía setenta y ocho, siendo así el más anciano de cuantos han ocupado la famosa Oficina Oval. En el otro extremo de su biografía política, con apenas 30 años, se convirtió en uno de los senadores más jóvenes en ocupar un escaño.
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El peso de los años se fue haciendo cada vez más evidente. El primer debate de la campaña presidencial resultó un desastre para Biden frente a un Trump, quien es sólo tres años menor, pero parece tener mucha más energía.
Muy distintas voces de un Partido Demócrata profundamente dividido levantaron la voz para pedir que renunciara a buscar la candidatura. Algunos medios informativos, como CNN y The New York Times, de tendencia Demócrata, no escatimaron palabras para pedir la renuncia de Biden.
Casualmente, la avanzada edad de Biden fue su principal activo para convertirse, primero en candidato y después en Presidente. Dada su edad se encontraba más allá de los enfrentamientos internos de su Partido, caracterizado como un organismo “atrapatodo”, que va desde la socialdemócrata representada por Bernie Sanders, hasta los demócratas de centro-derecha, herederos de los Clinton. La única manera de encontrar la unidad fue apostar por una figura como Biden, que garantiza cierto balance entre los extremos y sin otra ambición que poner fin a su carrera desde el cargo más elevado de la política estadounidense.
En la historia estadounidense muy pocos presidentes han renunciado a la posibilidad de una reelección. Lyndon B. Johnson, en plena crisis por la guerra de Vietnam, fue el último en hacerlo. En un principio se resistió a renunciar y provocó así la competencia dentro del partido. Llegar al poder implica mucho esfuerzo, dejarlo es muy difícil y por voluntad propia lo es más. Se requiere mucha generosidad y visión de Estado.
Una vez tomada su decisión, Biden brindó su apoyo a la actual vicepresidenta, Kamala Harris. Si gana la elección, será la primera mujer en asumir la Presidencia de los Estados Unidos.
Faltan tres semanas para que tenga lugar la convención nacional del Partido Demócrata, que será en Chicago del 19 al 22 de agosto próximos. No sorprendería ver que otros demócratas se lancen al ruedo. Sólo por hacerlo les genera fichas para la mesa de negociación. Aunque lo hagan, no les será fácil obtener la nominación, para ello sería necesario que se replicara un fenómeno como el que, en su tiempo, suscitó Barack Obama.
A diferencia del Republicano, el Partido Demócrata tiene la figura de los Superdelegados a la Convención, su voto pesa mucho más que el de los delegados comunes. Esa fórmula se diseñó en los años de Clinton y, a todas luces, beneficia a la nomenclatura.
La ola de Trump, que parecía imparable tras el fallido intento de asesinato, está llegando a su fin. Ahora sigue la ola Demócrata, que podrá crecer hasta empatar y recuperar su competitividad frente al Republicano o terminar en acciones de canibalismo interno.
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Los Clinton y la poderosa exlíder de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ya han dado su apoyo a Kamala Harris y con ellos decenas de legisladores. A estas alturas, de lunes 22 por la noche, Barack Obama y los líderes en el Congreso aún guardan silencio. Algo se estará negociando tras bambalinas.
Quizá volveremos al marcador empatado, pero a Kamala no le será fácil enfrentar a Trump. En los últimos cuatro años, Harris no ha brillado ni por su carisma ni por su seguridad en el debate. Frente a un buleador como Trump, esas dos carencias no van a ayudarle.