Block de Notas (68): Recomendaciones para vacaciones
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Si usted en estos días de descanso se va a poner a practicar un oficio decadente, antiguo e inútil, como lo es la lectura, le voy a sugerir a continuación algunos libros
“¡Ay, chivato muchacho, ahora que me muera, me voy a ir con la preocupación tuya y de nadie más!”. Así me lo dijo mi mamá, María Virginia Martínez-Juárez de Cedillo, en su lecho, en sus aposentos, ya cuando todas las enfermedades, en el ocaso de su vida, la agobiaban a diario. Quien esto escribe le replicó lo siguiente: Mamá, usted es eterna, pronto se va a levantar y va a estar con nosotros mucho tiempo más. Pero a ver, dígame, ¿por qué se va con mi preocupación y no la de todos mis hermanos?
A lo cual rápido y sin pensar me espetó lo siguiente: “Mira muchacho, tú eres intelectual. Nunca vas a poder descansar como lo hacen tus hermanos y hermanas. Si te vas de vacaciones, pues nunca dejas de pensar y pensar. Tu hermano el mecánico es feliz con su caguama y con sus dos mujeres, así es él. Qué le vamos a hacer. Tu otro hermano, el carpintero, aunque se deprime con frecuencia, es feliz con todos sus hijos y su mujer, y cuando se emborracha, pues es feliz y triste a la vez. Pero tú. Anda, tú todo el día estás pensando y cuando viajas, pues piensas más...”.
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Como corolario o coda de su discurso, me enderezó lo siguiente: “Tú estás muy pendejo, hijito. Lo que tienes de flaco y escritor, lo tienes de pendejo. Los escritores jamás se van de vacaciones...”. Sin duda. Sabias palabras de mi mamá antes de morir. De hecho, como a los quince días, fue internada en el sanatorio y jamás regresó a casa. Murió.
Pero sus palabras proféticas son parte de mi epitafio: los escritores, los periodistas, los poetas jamás nos vamos de vacaciones. Al menos yo, estoy muy pendejo para vivir. ¿Cómo mandar de vacaciones nuestra sesera, cómo estar completamente en blanco en el cerebro? Qué pretencioso, pero jamás he podido. Siempre he pensado, siempre he tenido ideas en mi cabeza, las cuales esperan pacientes ser llevadas al papel en blanco.
Lo anterior viene a cuento por lo siguiente: llegó el verano y un periodo vacacional como siempre. Y claro, es muy necesario hacer un alto en el camino para reagruparse, renovar energías y seguir de pie en este México, el cual se escapa de las manos debido a la ineptitud de Morena para gobernar. Es necesario, entonces, en este periodo de viajes, ponerse al día en lecturas pospuestas. Por cierto, abro un rápido y doloroso paréntesis: al momento de redactar estas notas, han muerto dos poetas los cuales me dispensaron su amistad: Dionicio Morales y José de Jesús Sampedro.
A varias personas, a las cuales he comentado su lamentable muerte, nadie, nadie los ubica, y menos los han leído. Sucede una cosa curiosa hoy con Internet y sus redes sociales, las cuales todo lo pudren: lo importante es líquido, se desvanece en el aire, y lo sólido y cardinal, como la muerte de estos dos estetas, pasan de noche y nadie, nadie lee ya lo suficiente. La lectura está en vías de extinción, desgraciadamente.
ESQUINA-BAJAN
Nota 1: si usted en estos días de descanso se va a poner a practicar un oficio decadente, antiguo e inútil, como lo es la lectura, le voy a sugerir a continuación algunos libros, los cuales no dudo serán de su interés y buen juicio. El 18 de julio de 1955 se publicó en el Fondo de Cultura Económica un libro fundamental no sólo para México o Latinoamérica, sino para el mundo: “Pedro Páramo”, la novela perfecta del inconmensurable Juan Rulfo.
Aunque siempre está de moda, hoy lo es de nueva cuenta por la brutalidad de algo exponencial: Netflix y sus producciones. El año pasado (noviembre-diciembre), en esta plataforma, la cual es ubicua, se estrenó una película basada en tan portentosa obra.
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Nota 2: Se cumplen 70 años de su edición. Para mí, imposible de llevarla a la pantalla. No la he visto, y pienso jamás voy a ver la película. Prefiero releer el libro, cosa la cual acometo ya en estos días. Cuenta el escritor Enrique Vila-Matas –quien para contar, cuenta mucho, y al parecer es el mejor contador de historias en lengua española– que en una conferencia en Caracas, Venezuela, en 1974, le preguntaron a Juan Rulfo por qué ya no escribía, a lo que Rulfo contestó: “¿Que por qué no escribo?, pues porque se murió el tío Celerino, que era el que me contaba las historias”.
Nota 3: “Siempre andaba platicando conmigo –continuó Rulfo ante una sala atestada de interesados en el fenómeno Rulfo, que luego de ‘Pedro Páramo’ (1955) no volvería a publicar nada en su vida–. Pero era muy mentiroso. Todo lo que me contaba eran puras mentiras. Algunas de las cosas que me platicó fueron sobre la miseria en la que había vivido. Pero no era tan pobre el tío Celerino. Él, debido a que era un hombre respetable, según dijo el arzobispo de allá por su rumbo, fue nombrado para confirmar niños, de pueblo en pueblo”.
Nota 4: Y ya que andamos con gente de Dios (eso dicen ellos, los involucrados), hay un libro de reciente factura, el cual está en boca de todos: “El Loco de Dios en el Fin del Mundo”, de la pluma del ibérico Javier Cercas. Una verdadera joya, a mata caballo entre el relato, la estampa, la historia, la crónica, la biografía, la reflexión; claro, con harta dosis de poesía. Lo invito a que lo lea inmediatamente. Único el libro y la prosa.
LETRAS MINÚSCULAS
Muy rápido me acabé el espacio. En próxima columna completaré este mapa de lecturas.