Blue monday 3: el sol negro de la melancolía sobre los jóvenes

Opinión
/ 19 febrero 2023
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“Entre la Biblia de Jerusalén y estas moscas que ahora andan ahí/ volando, prefiero estas moscas...”. Los versos poderosos son del chileno Gonzalo Rojas. Son el inicio de uno de sus textos titulado “Daimon de domingo”. Sí, siempre aparece el maldito domingo; no el lunes, sino el domingo como el día más cruel y largo y triste y atiriciado de la semana. Padecer el domingo, como bien lo ha señalado el asaz lector, el abogado Gerardo Blanco Guerra.

Y sí, sigue siendo un poeta, no un psicólogo, no un sociólogo, no un funcionario de salud, no un burócrata, quien nos clarifica el terreno por donde transitan los pies y el alma de los suicidas. Esos humanos los cuales cargan como un fardo su pequeña muerte en sus bolsillos y espalda. Si usted le habla de Dios a un suicida y le dice que lea la Biblia como consuelo a su aflicción, lo más seguro es que le aviente la Biblia a usted en la cabeza y luego, va y se cuelga. Si usted pronuncia la frase célebre de los mexicanos “échale ganas”, lo más probable es que dicha persona correrá a suicidarse.

Hay otra muletilla ubicua: “Bendecido día, bendecida semana”. En lo personal, nunca utilizo en mi jerga ninguna de las dos anteriores frases que la verdad, no significan nada. Al menos para mí. Tengo una amiga joven en Monterrey, la cual tiene dos bellos hijos. Esta niña de 24 años a la cual bautizaremos como la bella “ARR”, trabaja de mesera, estudia preparatoria, atiende a sus dos hijos, uno de ellos trae un problema de salud, raro, tan raro, que los médicos del IMSS no encuentran ni dan un diagnostico acertado. Ella se parte diario en dos o tres personas, debe de tener el don de la ubicuidad para atender trabajo, escuela y vida de sus pequeños varones.

Imagine usted, señor lector, si yo le digo al momento de hablar por teléfono o cuando periódicamente la invito a almorzar (de acuerdo a su escaso tiempo disponible): “Tú échale ganas y todo va estar bien”. O lo siguiente: “Bendecido día y semana flaca. Dios te ama”. Lo más probable es que me insulte por teléfono y me deje de hablar para siempre debido a mi indolencia con ella y sus problemas graves e inminentes. Lo que hago es preguntar: ¿cuánto necesitas para la medicina de tu niño?, ¿cuánto necesitas para tu despensa?, ¿te puedo ayudar este mes en la colegiatura de tu preparatoria?, ¿tú y tus hijos necesitan ropa de invierno, puedo ir a verte y compramos algo para cada uno?

No, no me gustan esos alka-seltzer para la melancolía y emperrada depresión que todo mundo padece hoy en día. “Blue monday”. No pocos comentarios me llegaron y me llegan con motivos de las diversa sagas aquí deletreadas. Como este, el díptico bautizado como “Blue monday”. El tercer lunes de enero se dice, es el más triste del año. No ese lunes, sino todo el año y al menos en Saltillo, es un eterno y atiriciado “Blue monday”. Hay una cosa clara: la realidad, ahora sí, triste realidad es que las cifras sobre depresión, estrés, ansiedad y melancolía siguen van a la alza.

En los últimos tres años, la cifra fue exponencial. Debido a lo que usted y yo hemos padecido y sabemos: tras la declaración de pandemia por el bicho chino (COVID-19), se vino el confinamiento, el estrés, la exigencia de adaptarse a un trabajo o estudio remoto, la pérdida de empleo y de plano, la muerte. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), México fue uno de los 15 países en el mundo en el cual aumentó más la ansiedad y depresión de personas por la pandemia. Tan sólo el año pasado, la Secretaría de Salud federal dijo que al menos hay un registro (subregistro, pues) de diagnóstico de 350 nuevos casos de depresión al día. Sí, todo mundo jodido de esa parte llamada alma, de existir, como bien lo dijo Malcolm Lowry en “Bajo el Volcán”.

ESQUINA-BAJAN

En este 2023, y al momento de redactar el presente texto, van 13 suicidios en la región. Lamentablemente, ahora son nuestros jóvenes. Decía en uno de sus libros el argentino Ernesto Sabato (por cierto, científico de altos vuelos el cual era ateo, fue ateo toda su vida y todo el tiempo, hasta que en su vejez... creyó. Se hizo un hombre de fe y se aferró al madero del maestro Jesucristo y a Dios. En fin...) que es terrible ver a un anciano solo y solitario en un parque, pero más terrible es ver a un joven solo y solitario.

O en cualquier lugar. Es decir, la ecuación es sencilla, el anciano solitario está así por múltiples motivos: sus hijos se fueron y casaron, su mujer ya murió, él eligió estar así, etcétera. Pero, ya es viejo, ya tuvo su vida andada y raspada. ¿Y el joven? Uno de tan tos ejemplos de este año: Junior Betancourt, de apenas 29 años, se quitó la vida el pasado 9 de enero en la colonia Santa Luz de Analco. Lo encontró su padre colgado en el patio de su casa.

Lamentablemente es tal y tanta su congoja, que no les duelen los músculos, los tendones, los huesos, no; les duele eso llamado alma. ¿Qué hacer? Insisto: tratar de ayudarlos. Acompañarlos. Caminar con ellos de la mano. Ofrecerles a los tristes de ojos y corazón, una mano firme y amigable, sin juzgarlos. Dice otro atormentado, Gérard de Nerval: “Yo soy el tenebroso –el viudo– el desconsolado/ Príncipe de Aquitania de la torre abolida,/ murió mi sola estrella mi laúd constelado/ ostenta el negro sol de la melancolía...”.

LETRAS MINÚSCULAS

Pues sí, este tono crepuscular es el sino característico de estos humanos, cada vez más jóvenes y con el sol negro de la melancolía sobre ellos...

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