Café Montaigne 253

Opinión
/ 4 febrero 2023
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Los libros. Siempre los libros. Ese temblor, esa vida la cual vivimos en vidas ajenas. Vidas las cuales de tan ficticias nos son reales, más a una vida o un ser humano de carne y hueso el cual es nuestro vecino. Mi vida, creo usted lo sabe, señor lector, son mis libros. Vivo en un mundo ficticio tal vez, pero mejor a este mundillo real el cual no me interesa y sí lastima mis pálidos sentidos. Y le repito mi estribillo machacón: este mundo ya no es mi mundo. Este mundo no me interesa en lo más mínimo ya. Nada.

Deambulando y oteando libros en las pocas librerías las cuales sobreviven en Monterrey y aquí en Saltillo, quisieron los hados de los libros y sus duendes una sola cosa: encontrar y leer el libro “El alma de las flores” de una japonesa de 26 años, suicida ella, Kaneko Misuzu. Una maravilla. El libro no obstante sus cortas páginas, pero lo bien cuidado de su edición cuesta una pequeña fortuna. Lo vale. La portada en tapa dura y su filigrana de flores me llamó la atención. Ya cuando quité su celofán el cual lo protegía (pedí permiso de ello, claro) y al hojearlo, me cautivó en un segundo. Poemas de una rusticidad inigualable, esa extraña claridad de los versos sencillos, pero profundos, los cuales abren puertas y lejanías. Insisto, una joya.

Se lo he dicho a usted señor lector, desde siempre: con Andrés Manuel López Obrador al frente de este abnegado país la vida se ha achatado a pasos de gigante. AMLO no quiere de usted ni sus sentimientos ni sus versos ni su pensamiento, nada; sólo quiere sus votos y su fidelidad. Y remedio contra todo eso... la poesía. Pero, en este país de miseria nadie lee. Hay un país el cual sí lee. Y lee a mares y cree en sus poetas, la voz más alta de sus ciudadanos. Ese país es Japón. El país, el archipiélago, los insulares no obstante toda la tormenta la cual se ha abatido sobre ellos, una y otra vez renacen de sus cenizas. Y siguen de pie por un motivo... leen poesía.

¿Lo recuerda? Era 2011, fue el terremoto y luego, el terrible tsunami en Japón. Una región devastada (Tohoku). Y parte del país. Caramba ¿A cuál santo encomendarse? Lo japoneses son sabios, se encomiendan a sus poetas, los poetas los cuales traen la verdad en su palabra. El gobierno y todas las instituciones de Japón se unieron en un solo objetivo: sacar al país de tanto y tanto dolor y reconstruir lo andado. ¿Sabe usted lector como motivaron eso? se reprodujo “N” veces el siguiente poema de Kaneko Misuzu: impreso, en radio, en televisión, en todas las plataformas digitales...

Si digo -¿vamos a jugar?-

Dices “vamos a jugar”

Si digo “¡tonto!”

Dices “Tonto”

Si digo “No quiero seguir jugando”

Dices “No quiero seguir jugando”

Luego, me siento sola.

Digo “Lo siento”

Dices “Lo siento”

¿Eres un eco?

No, eres todo el mundo.

Esquina-bajan

¿Lo notó? Es un sencillo canto a la empatía, a todas las cosas, a la necesidad de estar en manada, no en solitario. Esa cosa llamada humanidad la cual se ha perdido. El anterior poema le dio vida y significado a todo un país, pero usted lo sabe, los japoneses se reconstruyen diario y viven y comen y leen. Lejos de nuestra ignorancia supina. En aquel año, 2011, el terremoto y tsunami en Japón devastó todo: pueblos, aldeas, carreteras, ciudades, autopistas, mercados, casas, humanos... ¿Algo por hacer? Sí, leer a los poetas. A la poeta Kaneko Misuzu (no era su nombre, era seudónimo, como siempre en un mundo patriarcal, la mujer es menos y sumisa) Puf.

El libro es una maravilla, lo he disfrutado a mares. La poetisa se suicidó a los 26 años de edad. Atormentada y enferma, como marca el manual de nosotros los escritores. El esposo le dijo nunca más leer y escribir, le prohibió ir con sus amigos literatos, sabios y filósofos. Lo peor, ella aceptó en su momento. Es triste la condición femenina, pero esa es su esencia.

Kaneko Misuzu (insisto, no es su nombre, es seudónimo) vio lo siguiente y ya muy superado: Dios está en todo lugar y momento. Una cosa panteísta pues, pero aún hoy válido. Dios es piedra, planta, hormiga, gusano, pez, barco, anguila, res, abeja... en fin, todo. Lea usted el siguiente poema de la escritora japonesa suicida:

La abeja está en la flor,

La flor en el jardín,

El jardín rodeado por el muro,

El muro en la ciudad,

La ciudad en Japón,

Japón en el mundo,

El mundo en Dios...

¡Caray! Alto prodigio de una poetisa la cual se suicidó muy joven, pero en su canto, hoy inspira a todo un país, un pueblo el cual la ama. Y lee. Y respeta. Pues sí, nada con México hoy en Día.

Letras minúsculas

“Cuando estoy triste,/ Buda está triste”. Kaneko Misuzu. Regresaré a sus versos.

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