Café Montaigne 255; el calor e insectos, una combinación letal
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Matrimonio letal. ¿Cuál es para usted un matrimonio letal? No necesariamente la relación de una mujer y un hombre, aunque casi siempre esto termina en tragedia. Qué o cómo ha combinado diversas cosas las cuales, por desembocadura, usted termina por definir como un matrimonio letal. E incluso, tal vez usted termine por decir que las siguientes combinaciones no son letales, sino placenteras. Puede ser su gusto y decisión. Cada ser humano es diferente, pero el estado de la cuestión es: ¿cuál es el matrimonio que usted considera fatal o que usted ha visto que sea fatal?
Algunos torpes ejemplos al azar y como llegan a mi materia gris: arena con cemento (es decir, beber alternadamente cerveza y tequila o mezcal). Andar “amenecido” en la parranda y luego... manejar. Pues sí, es una tragedia segura. Otro matrimonio letal: tener diabetes y beber harto alcohol. Es una muerte segura, abominable y dolorosa. ¿Tener esposa y novia? Pues sí, tarde o temprano es un matrimonio fatal. No pocas veces para los tres involucrados. Iniciamos bajo este torpe y pálido liminar.
Hay un cuento, como todos los de Gabriel García Márquez, que da mucho qué pensar y meditar. Se llama “Muerte constante más allá del amor”. Aquí una de las teorías o aristas que se desprenden del texto es la siguiente: hay varias nupcias letales, una de ellas: política y calor. Calor: soporífero, brutal, jurado. Y si le agregamos la insana política bananera, la cual se practica en América Latina, tenemos la escenografía puesta para la desesperación. Política más calor, fatal combinación. El texto es de apenas ocho páginas y media, pero de una precisión y milagro deslumbrante si tomamos como pie de lectura la anterior arista esbozada.
Un Senador, un político en campaña, Onésimo Sánchez, va a buscar votos a un pueblo ilusorio, perdido en el desierto y en su polvo eterno: Rosal del Virrey. Desde su nombre, la tragicomedia está servida. El pueblecillo rústico y “a pleno sol parecía el recodo más inútil del desierto”. Aquí, en este entorno olvidado de la mano de Dios, el político en campaña conoce a niña, una musa de apenas 18 años, Laura Farina la cual en letras del genial Gabo tenía “la piel lisa y tensa, con el mismo color y la misma densidad solar del petróleo crudo, y sus cabellos eran de crines de potranca y sus ojos inmensos eran más claros que la luz”.
Para desgracia de la suerte del gordinflón político de apenas 42 años, el cual se veía más viejo y agotado que nunca, conoció a la ninfa cuando le faltaban 6 meses y once días para morirse. Tiempo y datos los cuales con esa seguridad de su creación de oro, García Márquez deja caer en sus relatos y textos. El texto es una joya perfecta y da mucho por explorar, aunque por esta ocasión nos vamos a detener en este matrimonio letal que, aquí en el norte y por la falta de lluvias y agua, es un verdadero martirio: el sol abrasador, el calor demencial y su influencia en el entramado y modificación y alteración de conductas sociales, patologías violentas del ser humano y su influencia en el suicidio.
Usted lo sabe, siempre reniego del calor. Me es algo insano, nada soportable. Por salud, deberíamos huirle al calor y al sol preñado de espanto. Y el infernal calor trae aparejado otro matrimonio: bichos. De todo tipo de linaje y estirpe. Ya prácticamente indestructibles. El calor mata, todo lo pudre y lo seca. Con el calor llegan plagas de moscos, mosquitos, larvas, cucarachas mutantes y toda suerte de parásitos y alimañas.
ESQUINA-BAJAN
¿Quién aguanta a los insectos? Nadie, ni el propio Jehová. En Levítico 11:23 se lee: “Todo insecto alado que tenga cuatro patas, tendréis en abominación”. Cuatro, ocho o doce patas. Puf. El resquemor a los insectos y todo tipo de bichos tiene un linaje, lo hemos visto, de corte bíblico. Escritores como Francis Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Phillipe Lowell, Carlos Fuentes (los cito a vuela pluma, conforme llegan a mi memoria y recuerdo sus textos sobre tan infaustas alimañas) abominan de ellos. He terminado de leer un libro de Jaime Bayly, “Y de Repente un Ángel”, éste en voz de su personaje, deja igual por escrito su desprecio y animadversión hacia las alimañas.
En un fragmento de su novela se lee: “En los años que llevo viviendo a solas, he desarrollado considerable aprecio por las hormigas y una cierta tolerancia por las arañas, pero cuando veo un mosquito volando cerca de mí, amenazándome, porfiando por succionar mi sangre, entro en un trance paranoico, pierdo la calma y no descanso hasta matarlo”. El calor demoníaco e infernal trae como siempre y consigo estas plagas y alimañas.
El calor hace envejecer al señor humano y provoca una de las soledades más sonoras. Lea usted al Gabo en su texto: “El Senador Onésimo Sánchez estaba plácido y sin tiempo en el coche refrigerador, pero tan pronto como abrió la puerta lo estremeció un aliento de fuego y su camisa de seda natural quedó empapada de una sopa lívida, y se sintió muchos años más viejo y sólo que nunca...”. Una línea más de un puñado donde se retrata fielmente esta plaga humeante: “Dos guardias armados de rifles, que cabeceaban de calor en la casa prestada...”.
LETRAS MINÚSCULAS
“(El Senador) tenía la camisa ensopada en sudor y trataba de secársela sobre el cuerpo con la brisa caliente del ventilador eléctrico que zumbaba como un moscardón...”, Gabo. El genial Gabo.