Café Montaigne 266: celos, odio y venganza, los cimientos de la humanidad

Opinión
/ 27 julio 2023
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No el amor ni la bondad, no; el sentimiento primigenio del ser humano son los celos y odio (Caín sobre Abel); luego llega la venganza (por haber preferido Jehová la ofrenda de Abel, Caín lo mata). Este y no otro es nuestro origen como sociedad organizada. Por eso –se lo platiqué en texto pretérito– las ciudades incuban la ferocidad del animal, por eso las ciudades son malditas. Desde su concepción hasta nuestros días. Las ciudades nacieron malditas. Así las padecemos.

A la letra la Biblia dice: “Caín... habitó en tierra de Nod (errante, es la traducción), al oriente del Edén. / Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad del nombre de su hijo, Enoc...” (Génesis 4:14-18). Jehová castigó a Caín por haber matado a su hermano. El Dios iracundo del Antiguo Testamento, Jehová, le puso una señal en la frente para que nadie jamás lo tocase. Por eso las ciudades son malditas, fueron fundadas por un asesino.

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Un verso del poeta José Emilio Pacheco, el gran José Emilio Pacheco, lo dice claramente:

La vida avanza gracias al conflicto.

La historia es el recuento de la discordia

Que no termina nunca.

Olvídese usted de una revolución de terciopelo. No hay transición de paja o sobre camino de seda y almidón. Lo que de verdad cambia al ser humano es “el zarpazo bestial” del ser humano, igual a una “dentellada”. Por lo anterior, los poetas siempre tienen la razón. Máxime cuando habla uno de los mejores de Hispanoamérica, José Emilio Pacheco. Los anteriores versos son de su poema “Las jaulas”. Líneas, sólo líneas atrás el poeta advierte: “El gran tema del mundo es la venganza”. ¿Lo notó ya, señor lector? Y el sentimiento de ira, rencor, celos y venganza es lo que anima a la Biblia y a sus primeros personajes. Claro, también el miedo: Adán y Eva tuvieron “miedo” de que Jehová los viese desnudos (Génesis 3. 1-24).

Usted me lo ha leído antes: ver lo importante. ¿Cuál es la cosa importante, señor lector? ¿Lo importante para usted lo cual no admite dilación alguna? ¿Y en mi caso? Luego de más de dos años en estar sumidos en esta peste medieval y bíblica, letal, vaya, ¿cuáles son sus prioridades hoy en día, estimado amigo, hemos cambiado todos, o acaso seguimos igual a siempre? Como aquella vieja sentencia de uno de mis escritores de cabecera, al cual vuelvo una y otra vez. Es aquel viejo aforismo, lapidario y perfecto, letra por letra, del príncipe arruinado, Tomasi de Lampedusa, autor de una sola novela, “El Gatopardo”, donde dijo y dejó grabado a fuego: todo debe de cambiar, para que todo siga igual.

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En 1954, tres años antes de morir, arruinado, pero no vencido, el príncipe Giuseppe Tomasi de Lampedusa, autor de una sola novela, “El Gatopardo”, señaló: “Soy una persona muy solitaria. De mis dieciséis horas de vigilia diaria, al menos diez transcurren en soledad. No pretendo, sin embargo, pasarme todo el tiempo leyendo; a veces me divierto elaborando teorías literarias...”. ¡Supremo! Veloz tahúr de ágil acrobacia con la pluma y la mano, Lampedusa no pudo engañarse a sí mismo: se le recuerda siempre como un lector insaciable y obsesivo, sólo eso.

ESQUINA-BAJAN

Pero ya todo lo anterior pasó a mejor vida. La lectura, los libros, el ser inteligente, la tertulia, el chocar generosos vasos de ron o caguama... ya todo es letra muerta. Vaya, el ser humano ya no significa nada. Los humanos somos el “cáncer de Dios”, dijo un blasfemo. Le creo. Es menester empezar a creerlo. Y espanta lo anterior cuando lo aplicamos a este abnegado país calamitoso como el nuestro, este país ya en pedazos y harapos llamado México.

El país se ha convertido en una jungla. No en todas partes. Y para nuestra fortuna, Saltillo y Coahuila son una ínsula extraña en el mar de violencia que azota al país. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador tolera la violencia extrema. Al tolerarlo, el Estado ha perdido su papel rector, la justicia y el impartirla sin distingos.

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¿No hay penas ni castigo? El crimen organizado opera así: organizadamente. La justicia no es una caridad religiosa, sino una obligación del Estado. ¿Abrazos y no balazos? La frase estúpida y bobalicona de AMLO es la punta de lanza de las miles de muertes en México. El país es un cementerio. Lea las últimas noticias sobre este paraíso llamado México: en Durango, intentaron acuchillar al arzobispo, monseñor Faustino Armendáriz Jiménez (mayo). Una masacre más: en Ensenada, Baja California, fueron asesinados al menos 10 personas en un tradicional Rally de autos todoterreno. Entre los muertos figura José Eduardo Orozco, quien se desempeñaba como delegado de San Antonio de las Minas, zona turística de Ensenada. En Sonora, un tipo, al cual sacaron de un bar, fue por gasolina y soplete y prendió fuego al “Beer House”, hubo 11 muertos (22 de julio). Entidad gobernada por un morenista, Alfonso Durazo...

LETRAS MINÚSCULAS

¿Culpar a Dios de lo anterior? No, es culpa de los hombres. No seres humanos, sino bestias. Lo dijo un poeta, Philippe Lowell: “Mientras haya un monje orando, la iglesia no caerá”. Esperemos.

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