Café Montaigne 307: El gran Truman Capote

Opinión
/ 29 agosto 2024

A los camaleones les gusta cambiar de color. También les gusta la música. Especialmente las suites y sonatas reposadas de Mozart. A los camaleones les gusta la música clásica. Lo anterior lo sé desde la lectura del texto señero de Truman Capote. Al igual que su color, los camaleones, imagino, cambian y giran de gusto y apetencias con el tiempo. Tal vez hoy les guste escuchar en las terrazas de las residencias solariegas a Mozart y su Symphony No. 40 en arreglo de jazz e instrumentación de los Klazz Brothers and Cuba Percussion...

Los camaleones cambian de color. Sus tonalidades van del amarillo al lima, del rojo al rosa. Así es el mundo animal. Los camaleones no saben de fidelidad cromática. Imagino, tampoco les interesa. Son animales. A no pocos humanos tampoco les interesa eso. A quien le interesaba escudriñar en el alma humana fue a un escritor camaleónico, el cual vino a revolucionar la manera de contar en el periodismo y en la literatura, fue Truman Capote (1924-1984), al cual hay que volver siempre.

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Capote no “inventó” el llamado nuevo periodismo, pero fue uno de sus mejores exponentes. Amalgamó, en él mismo, talento y escándalo. No podía ser de otra manera. Nueva York, como en su momento lo fue Babilonia, Atenas, Roma o Sodoma, es un crisol donde todo se funde. Infierno y paraíso a la vez. Cuenta la historia y la leyenda de un día donde sucedió la siguiente historia: en medio de una fiesta demoniaca e interminable en el Hotel Plaza, gritó a todo pulmón: “Puedo destrozar la vida de cualquiera en Nueva York si me da la gana. No soy un santo. Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”.

Pues sí, lo era. Sus libros son relicarios creativos. Universos completos y autosuficientes donde acomodó de tal manera a los personajes y la escenografía, que aún hoy es modelo a imitar: “A Sangre Fría”. Eternamente citada, eternamente ejemplo de la mejor prosa de no ficción. Tiene otras obras tal vez mejores y más perturbadoras, “Retratos”, “El Arpa de Hierba”, “Plegarias Atendidas”, “Desayuno en Tiffany’s” o, uno de mis preferidos, “Música para Camaleones”. Maestro de la forma breve, de la frase directa y ceñida, tatuada a la página, es también uno de los mejores escritores de perfiles ahora que están tan de moda en el periodismo.

Retratos, perfiles, cuerpo presente. A Marilyn Monroe la definió de un plumazo: “una adorable criatura”. Al igual que ella, el destino trágico los abrazaría. A la blonda criatura la describió para la eternidad: Marilyn siempre llegaba tarde a todos los compromisos. Calzaba zapatos de tacones tan altos que era imposible mantener una verticalidad serena. Gafas oscuras que le daban un aspecto de “búho y resaltaban la palidez de su piel de vainilla y leche fresca”.

¿Periodismo o literatura? Siempre habrá un problema al tratar de delimitar las parcelas entre uno y otro género. Los grandes reportajes se convirtieron en libros que se leen como apasionantes novelas. Capote es el ejemplo más socorrido al respecto. Hoy hay ejemplos señeros con esta semilla: la prosa florida de Santiago Gamboa, Julio Scherer, Juan Pablo Meneses, Tom Wolfe, Ryszard Kapuscinski, Olga Wornat, Sam Quinones, por citar algunos.

ESQUINA-BAJAN

En la Martinica y en una tarde de té y música de Mozart, Capote vio en la terraza de una mansión, de una dama alta y esbelta –su tez de piel era del “color oro pálido del ron”–, camaleones rojos, amarillos; color lima y luego rosa. Una docena de ellos cambiaron de color. Lo hicieron sin pudor alguno, mientras los visitantes paseaban con un vaso de whisky en la mano. Camaleones. El mundo está lleno de camaleones. Capote lo sabía y así lo dejó escrito para la eternidad.

Hace algún tiempo una amiga que tenía, la bella Rosario, se empeñó en realizar mi “carta astral”. Fue tal su empeño que accedí; a regañadientes, pero accedí. No creo en lo anterior. No creo en lecturas de mano, de cartas, tarot, residuos de café y todo ese misticismo que me resulta absurdo. Y lo peor es que alguna vez viví de ello. Es decir, lector, en mis mocedades redacté los horóscopos cotidianos en un periódico local. El tal Zoroastro se moriría de envidia. ¿En qué me basaba para la redacción? Pues en nada. En ocasiones me levantaba crudo o de mal humor y arremetía duro y bonito en contra de signos como Tauro, Virgo o Sagitario.

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Había días en que les iba muy bien a todos; eran días contados, pero les iba bien. La verdad, yo sólo los redactaba sin ascendente, descendente y toda esa gama de posibilidades que no entiendo y menos he estudiado. Lo anterior se dio, como mucho de mi trabajo, de manera coyuntural. Esa ocasión falló la redactora de los horóscopos (una anciana profesora la cual era muy amigable) y yo me ofrecí a escribir algunas líneas. Fueron un éxito: aprendí un poco de jerga; luego prometer sin cumplir, pedir paciencia a los lectores en sus “problemas” personales, familiares, laborales (todo mundo los tiene) y de vez en cuando, el anuncio de una “noticia” que cambiaría su vida. Lo anterior viene a cuento porque Truman Capote... también los escribió en su momento para una revista gringa.

LETRAS MINÚSCULAS

100 años del nacimiento del gran Truman Capote. ¿Alguien lo va a celebrar? ¿La UAdeC del rector, el infante Octavio Pimentel?

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