Mmm. No sé si decirlo, pero lo soy: tal vez soy alcohólico, controlado. ¿Controlado? No hay un alcohólico controlado. No hay medias tintas ni paños tibios: sé es o no sé es. ¿Soy briago? Sí. ¿Pago mis cuentas? Siempre. A veces en abonos, pero siempre. ¿Soy un borracho? Sí. ¿Soy un alcohólico? Mmm. No lo sé. ¿Soy un borracho desobligado? Aún no llego a eso y espero no llegar jamás a ello.
En resumen y de corridito: ¿Soy un alcohólico? Para este especial texto lo elijo: sí lo soy. No es un orgullo, es una calamidad. A cualquier edad es una enfermedad y calamidad, pero a mi edad es un agravante más. ¿Es una enfermedad, un vicio pernicioso, es debilidad de carácter? ¿Qué jodido es el maldito alcoholismo?
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Este texto, como varios al respecto, a los cuales los detallaremos con un genérico de “Alcoholismo 1”, “Alcoholismo 2”, etcétera, los tejeré con retazos de mi vida (mi vida siempre ha sido pública, la he hecho pública siempre y usted lo sabe si me ha leído con el paso de los años), libros, literatura al respecto, pero sobre todo, lo preocupante: esta saga de textos se va a abrevar y se nutre, se va a nutrir de las muertes atroces de jóvenes, y no tanto, los cuales mueren a parvadas por algo sencillo y complicado: la ingesta de alcohol hasta morir.
No es un tema sencillo, es muy complicado e involucra a todo mundo: padres, jóvenes, ancianos, sociedad, gobierno, religión, moral, valores, criterios, medios de comunicación, redes sociales que todo lo pudren, comunidad estudiantil, comunidad universitaria, centros de rehabilitación...
Le conté en nota pasada de mi eterna amistad (acerada, de roca) con el académico, el cual sabe toda la problemática y conoce las tripas y sótanos de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), el profesor Martín Martínez Ávalos, exdirector de la Preparatoria “Mariano Narváez”. Con más de 28 años frente a grupos de universitarios con una edad promedio de entre 14 a 18 años, sabe de lo que habla cuando me platica un panorama desolador de lo que a últimas fechas ve en los jóvenes.
Martínez Ávalos imparte las clases de “Desarrollo humano” y “Liderazgo”. Les insiste una y otra vez a los muchachos en el placer y obligación de la lectura para ser mejores humanos, les da una bibliografía básica y los anima a terminarla y comentarla. Pero lo que me platica es de espanto, agravado ello con el paso de la maldita pandemia del virus chino y la adicción a las redes sociales. Los muchachos ya no leen, es imposible arrancarles el celular en plena clase, no tienen valores, respeto e incluso ni ganas de aprender. Eso llamado roles de género sexual es un galimatías completo. Un día cualquier alumno en el parque se besa con una niña, al día siguiente ve al mismo muchacho, pero ahora besándose con... otro alumno. Y claro, un alto porcentaje de ellos ya bebe.
El confinamiento por el COVID-19 alentó patrones de alto consumo de alcohol. El encierro hizo más alcohólicos a los mexicanos (sigo los datos del Instituto Nacional de Salud Pública 2022). En las mujeres adultas aumentó el consumo de 33.5 por ciento a 42.5 por ciento. Entre jóvenes (menores de edad, para los cuales y en teoría está prohibido su venta y consumo) aumentó la ingesta de alcohol 13.9 por ciento. Y claro, lo anterior provoca o está relacionado con poco más de 200 enfermedades: cáncer, afectaciones intestinales; diabetes, epilepsia, cirrosis... amén de conductas sociales como la ira, vandalismo, criminalidad, violencia familiar, prostitución y accidentes de tránsito que son muertes seguras.
ESQUINA-BAJAN
Lo he escrito antes en este generoso espacio de VANGUARDIA: se cumplen 215 años de nacimiento o bien, 175 de la muerte del gran Edgar Allan Poe (1809-1849). Debo de tener el 90 por ciento de la obra escrita por Allan Poe. El problema, y como siempre, es uno: no la encuentro al momento de redactar esta nota. Lo estoy releyendo para un buen ensayo sobre su vida y obra. Pero estoy releyendo recopilaciones, antologías de sus textos.
En estos días debo de encontrar, por ejemplo, sus cuentos completos editados por Aguilar. En una de sus piezas perfectas y uno de sus textos más celebrados por todo mundo y en el mundo entero, en las palabras de Edgar Allan Poe escritas en “El Gato Negro”, reconocemos su poderío al haber dejado tatuado lo siguiente a fuego lento. Lea usted: “¿Qué enfermedad se puede comparar con el alcohol?”.
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Cualquier día y al abrir las notas de las páginas rojas de los diarios locales se enfrenta uno con lo siguiente: “Le destroza su auto ebrio que se pasa en rojo” (lunes 17 de junio). “Ebrio le pega a tres vehículos”, “Se le acaba la calle a ebrio y cae en arroyo” (domingo 7 de julio)... esto es día a día y cotidianamente.
Tengo una constante en mi vida, mis autores favoritos son por lo general alcohólicos, su genio está emparentado con la locura, son excéntricos y no pocas veces son exiliados de sí mismos. Varios al azar: Charles Baudelaire (murió en la locura y atado al potro de las adicciones), Francis S. Fitzgerald murió por tanto alcohol en las venas, Ernest Hemingway se suicidó, pero antes lo bebió todo.
LETRAS MINÚSCULAS
Habitamos “las garras del amor, los venenos del antro...”, Charles Baudelaire. Grave y delicado el problema de salud público llamado alcoholismo.