Café Montaigne 317: Daño profundo; ni educación ni librerías
La vida se ha degradado a niveles nunca antes vistos ni padecidos. Jamás. Todo tiempo pasado fue mejor, dice el conocido axioma. Hoy es aforismo afortunado y se cumple a la perfección. La vida cotidiana se ha empequeñecido, se ha hecho miserable y pobre. La vida se lumpenizó con la llegada de la maldita pandemia china y sus secuelas en el mundo, pero más en México, son de proporciones que tal vez, y sólo tal vez, nunca se superen. Es decir, van a pasar generaciones para estabilizar todo lo roto y destemplado. Estoy preparando para usted una larga saga de textos al respecto, los cuales tentativamente se van a llamar “Daño profundo”.
La tesis es sencilla, y creo usted ya la ha pensado más de una vez: la pandemia trajo muerte y desolación, es lo más importante, voy de acuerdo, pero los muertos, muertos están (Mateo 8:22). Los pocos o muchos, los cuales aún estamos vivos, señor lector, debemos de enmendar todo lo miserable lo cual nos afecta. Debemos de reflexionar grandemente sobre los hechos los cuales nos tienen de rodillas y sí, tomar una decisión al respecto. Los muertos, vuelvo a la Biblia, específicamente en Eclesiastés 9:5: “nada saben”. Es decir, aquello de “los muertos entierren a sus muertos”. Pero nosotros, los vivos, bueno, medios vivos, debemos de empujar sin pausa y sin descanso una carreta a mejor puerto.
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El daño, usted lo ha visto y sentido, es más profundo de lo cual se aprecia a simple vista. El daño es profundo y acaso irrecuperable en varias generaciones y en muchos aspectos de la vida cotidiana. El daño psicológico va para largo. El daño educativo va a ser piedra de escándalo ante la ignorancia, la cual ya presumen las nuevas generaciones. Ya no educa Televisa ni TV Azteca, ahora todo mundo es hijo de las redes sociales, de Netflix y quieren habitar la “Casa de los Famosos”. ¡Puf!
Ya no hay librerías. Los museos ya están abiertos, pero no es lo mismo de antes. Ya hay conciertos, ya hay teatro, los cines están empezando a retomar a su público habitual, buenos bares y restaurantes están empezando a tener buenos y mejores días. Ya hay ópera, pero insisto, no es lo mismo que antes de la pandemia y de ser educado en “línea”.
El daño es profundo, más profundo a la economía y a la terrible mortalidad, la cual nos tiene aún de rodillas. Varios laboratorios en el mundo ya aceptaron que sus vacunas de agua de horchata causan daños irreparables de salud. Se lo dije machaconamente en su momento. Un ejemplo rápido: AstraZeneca ya aceptó que su vacuna produce trombocitopenia. Es decir, como cientos que han muerto, usted va al “Oxxo” por un par de refrescos... y ya no regresa.
Avanzamos. Hubo un tiempo en el cual en la televisión mexicana los monólogos los hacían Juan José Arreola y el Nobel mexicano, Octavio Paz. Luego las peroratas las soltaban Adal Ramones y Adela Micha. Hoy el monopolio es de Netflix y sus series sobre narcos mexicanos. Así las cosas en la “educación” de las nuevas generaciones. Rápido ejemplo al azar y aquí en el vecindario: en Monterrey, en su mejor momento, llegaron a existir entre 35/40 librerías en su mancha urbana.
Hoy en Monterrey hay sólo tres o cuatro librerías sobrevivientes. Lejos quedaron los tiempos de las famosas “Librerías Castillo”, “Bronte”, “Del Bachiller”, “Cosmos”, “Del Maestro”, “Letralia” y un largo etcétera. Aquí en el pueblo de Saltillo hay dos librerías abiertas. ¿Lo ha notado? Ya ciertos títulos de ciertos autores no hay en el mercado. Las librerías han quebrado a puños, las pocas sobrevivientes no pagan sus deudas a las editoriales y las editoriales no tienen flujo de dinero para volver a editar libros agotados.
ESQUINA-BAJAN
Claro, usted lo sabe: Andrés Manuel López Obrador primero y hoy su hija predilecta, Claudia Sheinbaum, y su corte de claques nos quieren grifos y pendejos. Lo están logrando. Las librerías, las editoriales y las bibliotecas son una “actividad no esencial” en el negro panorama de la actividad comercial y de esparcimiento en México. Los datos de la CANIEM son brutales: el año pasado se vendieron apenas 89 millones de libros en el país. El último censo nacional arrojó: somos más de 126 millones de mexicanos. La venta de estos libros incluye eso llamado libros obligados o de texto. A cualquier nivel escolar.
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¿Cuántos de estos 89 millones de ejemplares de verdad se leyeron? ¿Por qué la gente no compra en línea, con esa “maravilla” llamada Internet? Porque a nadie le interesa. La gente quiere Netflix y hacer “memes”, no leer. Los siguientes datos son del dominio público, pero hay que repetirlos para que esto no se olvide: según la Organización para la cooperación y el desarrollo económico (OCDE), México mantiene un nivel por debajo de la media del promedio internacional en ciencias, matemáticas y lectura. De hecho, tenemos la puntuación más baja en los países miembros desde 2006. En la última prueba PISA (de la cual nada quiere saber ni AMLO ni hoy la Shein), nuestro país quedó en el lugar 51 de 81 naciones evaluadas.
Para Octavio Paz los hombres “...son la espuma de la tierra, / la flor del llanto, el fruto de la sangre,/el pan de la palabra, el vino de los cantos,/la sal de la alegría, la almendra del silencio”. Lo anterior en uno de sus poemas épicos y señeros arracimados en “Bajo Tu Clara Sombra”.
LETRAS MINÚSCULAS
Hoy nuestra composición intelectual es a base de “mañaneras”, ignorancia, Netflix, “democracia participativa” desde el mullido sillón pulsando un botón del celular, “memes”. Es decir, la estulticia total. La imbecilidad.