Café Montaigne 321: El hombre como un ‘cadáver’ errante
Dice el filósofo Marco Aurelio que todo lo que existe dentro de los límites del cuerpo (lo concreto) y del aliento (lo abstracto, lo volátil) ‘no es tuyo ni depende de tu voluntad’
Tal vez, y sólo tal vez, el mejor estadio por venir, por habitar, sea de los más placenteros, el silencio total, sin ruido ni interrupciones de ningún tipo: la buena muerte. ¿Se está muy bien en ese estadio llamado muerte? Lo ignoro. Según yo, jamás he estado muerto anteriormente. Si acaso ya estuve muerto, pues ni lo recuerdo. Es intrascendente para mí. Dice el filósofo y guerrero Marco Aurelio que todo lo que existe dentro de los límites del cuerpo (lo concreto) y del aliento (lo abstracto, lo volátil) “no es tuyo ni depende de tu voluntad”. ¿De quién depende? Sin duda, de los dioses. En plural. Así era entonces, no obstante que los cristianos ya tenían fama entonces. Mala fama pues.
Filosofía estoica en estado puro. Lea usted lo siguiente, 101 por ciento cierto, a reserva de mejorar el porcentaje: “En un abrir y cerrar de ojos no serás más que un poco de ceniza o un esqueleto, y un nombre o, tal vez, ni un nombre. Y el nombre mismo es un sonido vano, un eco, lo que ha gozado, pues, de mayor aprecio en la vida, es vacío, podredumbre, ruindad, perros que se muerden mutuamente, pícaros que se pelean entre sí, que tan pronto ríen como lloran... ¿Qué es lo que te retiene entonces, entonces, aquí abajo, si los objetos sensibles son mudables, inestables; los sentidos, embotados, dispuestos a recibir trastornadas las imágenes; si el mismo aliento no es más una exhalación que se desprende de la sangre; y la fama entre los hombres una pura vanidad?...”.
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En la tertulia pasada dijimos que el filósofo y guerrero definió al hombre como un “cadáver animado”. Sin duda. Quien esto escribe deletreó en su momento que somos “pre cadáveres”. Marco Aurelio de plano fue al fondo, dice, somos “cadáveres” errantes. Por eso sus “Meditaciones” son agua ácida en el remolino de la vida cotidiana. Vida cotidiana y real, digamos.
Escribe: “Todo es mezquino, efímero y a punto de perecer”. Sin duda. Es entonces admirable e interesante la siguiente meditación, la número 14, donde teje admirablemente la inteligencia de los hombres con los sentidos (los cuales nos mienten todo el tiempo) y, a la vez, estos sentidos en relación con los objetos animados y/o inanimados que nos rodean. Incluyéndolo todo, claro, la comida y el retrete, de lo que usted y yo estamos hablando y explorando desde hace buen tiempo a la fecha.
Lea usted: “La mayoría de los objetos, de los cuales se admira el vulgo, se reducen a ciertos géneros universales, a aquellas substancias dotadas de una sola forma y de una naturaleza, cuales son las piedras, la madera, las higueras, los olivos. Los hombres de mediana esfera tienden a los seres que poseen alma sensible, como rebaños de ganado mayor y menor. Los hombres de más honor se inclinan a los seres dotados de alma racional... Más el hombre que aprecia debidamente su alma racional, en cuanto es universal y social, dejando aparte cualquier otro cuidado, procura guardar, ante todo, en su alma aptitudes y movimientos conformes a la razón y al bien común...”.
La comida da substancia y nos hace sobrevivir, pero no debe de ser nuestro fin. Según Marco Aurelio, en esta meditación, es algo básico, siempre. Pero no nos eleva más que los animales, los rumiantes que lo buscan para eso: sólo subsistir porque es el llamado de la naturaleza.
ESQUINA-BAJAN
Para terminar hoy, en la meditación 16, aparece un largo y brillante párrafo en honor a su padre adoptivo, el emperador Antonino Pío. Marco Aurelio teje admirablemente su carácter, su equilibro en toda actividad, sus costumbres, sus tareas en la administración del reino, su conducta; pero también y como influencia cotidiana, habla de la comida, sus hábitos de aseo, ¡puf! Extraordinaria estampa viva y cotidiana de un monarca, el cual debe de ser imitado, sin duda. Lea usted...
“(Antonino Pío cuidaba) su plática afable y encantadora, sin llegar a la hartura; la diligencia con que cuidaba razonablemente la compostura de su cuerpo, pero no como quien ama en demasía la vida, sin refinamiento y tampoco sin negligencia; así, gracias al cuidado de su persona, no tuvo casi nunca necesidad de recurrir a la medicina ni a los medicamentos de uso interno o externo...
“Su conducta era mesurada en la celebración de fiestas, en la construcción de edificios, en las distribuciones al pueblo y en otros casos análogos, como cuadra al hombre sólo gobernado por las reglas del deber y no por el aura de gloria popular; ni baños a deshora; ni afición apasionada por edificar; ni primor en la comida, ni en los tejidos y pliegues del vestido, ni en el brillante aspecto de sus pajes...”.
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¿Nota usted la frugalidad de este gran monarca? Ni borracho ni glotón. Ni tirano ni mano lenta o cobarde. Simplemente ejerció de la mejor manera su reinado en bien de sus súbditos. Y le recuerdo, este emperador no fue el padre biológico del gran Marco Aurelio, pero lo atrajo a sí, como su hijo adoptivo y le heredó un reino completo. Caray, por eso ambos están en la historia de la humanidad.
LETRAS MINÚSCULAS
Gran final hoy. No es baladí el dato que aporta Marco Aurelio: el emperador Antonino Pío padecía de “violentos ataques de dolores de cabeza”. ¡Puf! Igual o peor que no ir a retrete...