Café Montaigne 358: VANGUARDIA jamás va a caer

Opinión
/ 21 agosto 2025

En sociedades bárbaras y dictatoriales, como la nuestra, las ideas son un arma mortífera y los gobiernos le temen más a la pluma que a las granadas de mano

VANGUARDIA jamás se va a callar. VANGUARDIA jamás va a caer. El vendaval, la tempestad y embestida judicial en contra de mi compañía editorial y empresarial, a la cual han despojado de bienes materiales, no asusta, pero sí duele. Lo que fue construido en lustros de trabajo, dinamismo, sacrificio y disciplina, hoy ha pasado a manos de otro(s), al parecer, de maneras no muy limpias y menos con estricto apego a derecho y ley.

VANGUARDIA jamás se va a callar. VANGUARDIA jamás va a caer. Años con este frijol podrido en los tribunales, se resolvió en tiempo récord de la peor manera: sentencia en las rodillas y con un fuerte tufo de influencia política para un fallo adverso a mi compañía y empresa. En lo personal, no me asusta y –creo– a mis directivos tampoco, pero duele la manera en que lo han hecho y también, claro, la pérdida de semejantes bienes terrenales, los cuales, insisto, fueron labrados piedra sobre piedra con orden, trabajo, norma, sudor y arrojo diarios.

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VANGUARDIA jamás se va a callar. VANGUARDIA jamás va a caer. Mi vida como escritor y periodista está ligada a esta casa editorial. Desde siempre. Saltillo y todo Coahuila aparecían diario en sus páginas. Desde su fundación y primer número, mi familia se vio retratada en sus hojas, yo crecí leyendo sus páginas. Ya luego, y para mi fortuna, un día cualquiera, cuando este escritor tenía 18/19 años, le toqué la puerta a don Armando Castilla Sánchez. Me recibió con su voz de trueno que intimidaba. Me gritó: “¿y tú qué haces, flaco?”. A lo cual le dije, sin pestañear: soy escritor. Se rio de buena gana. Me dijo que, al día siguiente, dejase un artículo de mi autoría en recepción para leerlo. Así lo hice. En una semana salió publicado. Al día siguiente de su edición, le toqué de nuevo para... cobrar.

VANGUARDIA jamás se va a callar. VANGUARDIA jamás va a caer. Lo demás es historia. Don Armando dio la orden de que me hiciesen un recibo en caja y cobré por mi texto. No sin antes dejar otro, y otro, y otro... Con altas y bajas (he andado de trotamundos y en algunas temporadas me fue imposible mandar mis textos), toda mi vida he estado presente en estas páginas de periodismo libre e independiente. Y al parecer libre e independiente es lo que menos tuvo en su vida laboral y, tal vez, personal el magistrado Édgar Humberto Muñoz Grajales, quien emitió la sentencia en contra.

VANGUARDIA jamás se va a callar. VANGUARDIA jamás va a caer. En los últimos años, el periodismo es un oficio de alto riesgo. En sociedades bárbaras y dictatoriales, como la nuestra, las ideas son un arma mortífera y los gobiernos le temen más a la pluma que a las granadas de mano. Pero, debido a lo anterior, el periodista se enfrenta con un aparato represor que se mimetiza en muchas máscaras, rostros y caretas: riesgos profesionales, riesgos judiciales, hostigamiento, amenazas y, en el último de los casos, la agresión física.

“La del periodista es una tarea al servicio de la población, no al de los poderes”, ha escrito con pasmosa claridad Javier Darío Restrepo (Premio “Simón Bolívar”). ¿No es más importante la vida que la práctica del periodismo? Al parecer, para estos cadáveres ejemplares que somos los practicantes de oficio, es más importante escribir la verdad que permanecer callados siendo cómplices de las trapacerías que ocurren alrededor.

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ESQUINA-BAJAN

VANGUARDIA jamás se va a callar. VANGUARDIA jamás va a caer. Con el tiempo he comprendido que la vida del escritor, del periodista, tiene mucho que ver con lo sobrio y austero de la misma, ¿por qué?, porque las satisfacciones económicas van atadas a la pérdida de la independencia y no hay valor humano más alto que lo dicho y pregonado por Jesucristo: la libertad y, junto con ésta, la verdad. Voy de acuerdo y es mi vida, pero una empresa de las dimensiones del holding de mi casa editorial, debe y construyó un emporio empresarial y estructural que da techo, comida y sustento a decenas de familias.

VANGUARDIA jamás se va a callar. VANGUARDIA jamás va a caer. En una vieja novela de Hermann Hesse (“Siddhartha”), su personaje principal, al hartarse del sistema y del mundo que lo rodea, llega a un monasterio y –palabras más, palabras menos– al abrirse las puertas de éste le preguntan: “Y tú, ¿qué sabes hacer?” (cito de memoria). A lo cual el personaje de Hesse contesta: sé orar, sé esperar y sé ayunar. Parafraseando la bien medida prosa del autor alemán, éste escritor y creo, en mi casa editorial, saben hacer tres cosas: esperar, trabajar y, si es necesario, ayunar.

VANGUARDIA jamás se va a callar. VANGUARDIA jamás va a caer. ¿Fue legal el fallo del magistrado? Sí. Pero no fue justo. Y, al parecer, ni tan apegado a la Ley ni a Derecho. No dudo, los bienes terrenales perdidos (arrebatados) a mi compañía editorial, más temprano a tarde, volverán a las manos las cuales los forjaron. Le tengo una noticia, señor lector: VANGUARDIA no es propiedad de Armando Castilla Galindo. No es propiedad del columnista Carlos Alberto Arredondo. VANGUARDIA no es propiedad de Luferni ni de Armando Fuentes Aguirre, no; los dueños de VANGUARDIA son ustedes, los lectores, y este cotidiano va a seguir de pie mientras usted lo lea diariamente...

LETRAS MINÚSCULAS

VANGUARDIA jamás se va a callar. VANGUARDIA jamás va a caer. Así sea.

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