Café Montaigne 376: ¿Un amor eterno?
En el invierno de mi vida estoy atado a una pasión juvenil, la cual me va a hacer pedazos. Ya lo padezco
El aire huele a Jazmín. Literal. El aire de la habitación del hotel, el cual rento en Monterrey cada vez al ver a la güera para platicar (es un eufemismo, usted lo entiende), huele a Jazmín. Huele a su cuerpo de colegiala pecadora. El aire huele a su sexo húmedo y entreabierto. El sexo de una adolescente/mujer, el cual es una herida que jamás cicatriza, según feliz definición de don Octavio Paz.
El problema del aire es eso: es volátil, humo, materia y esencia viva, la cual ya habita en los poros de mi piel, pero en cualquier momento se va a ir de mi vida. Sí, cuando ella diga. Jazmín está plenamente recostada y dormida. Dijo, había tenido días pesados en su restaurante debido a la temporada alta de clientes. Le creo. La güera está estática, su cuerpo está inmóvil, pero su sexo húmedo es una llama ardiente...
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Jazmín lo quiere saber todo. Le apasiona todo; 23 años y una vida esperándola. Le platico “La Divina Comedia”, de Dante Alighieri, y de lo siguiente: en su embudo infernal, en el segundo círculo, aparecemos ella y yo: los lujuriosos. El círculo del infierno destinado al pecado de lujuria. Sólo ríe y toma un sorbo más de su cerveza ligera. Los regiomontanos son light. Me lo dice así, como una muletilla eterna y juvenil: “¡Ay, qué padre! Cuéntame más de ese tipo de parejas y amores eternos”.
¿Un amor eterno? Siempre el tiempo es una preocupación. Y, por lo general, la eternidad dura un segundo. Pero sí, el suspiro es letra viva, y aquí estamos hablando de lo mismo con el paso de los siglos. Un mínimo tributo verbal al amor. ¿Y si no alcanza para el amor? Pues es un exiguo tributo a las pasiones humanas, como lo son el deseo y el placer carnal. Le platico a Jazmín de ciertas cualidades (¿inercias?) las cuales jamás han cambiado a lo largo de la historia.
Eso llamado rasgos antitéticos de las pasiones humanas: alma/cuerpo. Fidelidad/traición. Inmovilidad contra velocidad. ¿Atracción o elección entre parejas? Y claro: ¿libertad o sumisión en la relación amorosa? No poca cosa para reflexionar. Y claro, por supuesto, lo último lo cual es lo primero: vejez/juventud. Y esto, y no otra cosa, es el estacionamiento donde estamos Jazmín y este escritor.
La güera reflexiona un segundo y ríe. Suelta la carcajada placentera. Me dispara, mientras guía una de mis manos a uno de sus senos pequeños y puntiagudos, como torres de catedral gótica: “¡Ay, Jesusito! ¿A quién le interesa eso? Mira, tontito, aquí estamos hoy tú y yo. Platicamos, bebemos, hacemos el amor, me platicas de cosas que no sé... somos felices...”.
Le creo. Siempre le creo ¿Amor o sólo erotismo? Pero admiro su conciencia juvenil. Conciencia, inteligencia y belleza. Recuerdo un verso de Dante Alighieri: “No leímos ya más/ desde ese instante...”. Ese día pedimos una pasta corta a la boloñesa y un pedazo de pollo bien hecho. Yo llevé un vino de regular cosecha y le dije si gustaba. “Pero sin duda”, dijo ella melosa, mientras se sentaba en mis enjutas piernas para destapar el vino y sentarnos a comer en una mesa para dos.
En el invierno de mi vida estoy atado a una pasión juvenil, la cual me va a hacer pedazos. Ya lo padezco. Dice Octavio Paz, en su ensayo memorable sobre el amor y el erotismo publicado en España, “La Llama Doble” –hoy un libro inconseguible–, de un fenómeno provocado por el amor: “estira los minutos y los alarga como siglos”. Es una distensión del tiempo, vaya. Al vernos en la mirada del ser amado, el tiempo se petrifica. Somos, a la vez, convidados de piedra, medusas y gárgolas de catedrales e iglesias centenarias.
ESQUINA-BAJAN
Pero caramba, ¿qué es el amor? Yo tengo 60 años y al día de hoy no lo sé. Y vaya, en la escritura de mis poemas donde trato de dejarlo como huella visible: imposible. Cuando se ama, se dice no con el cuerpo ni la razón, sino con esa víscera la cual está del lado izquierdo: el corazón. ¿Y el alma, se puede amar con el alma? ¿Existe? Hay frases hueras las cuales nunca he pronunciado: “Te amo para siempre”, “Te amo con todo mi corazón y mi alma”.
¿Siempre? La eternidad no existe. ¿Con el alma? ¿Existe dicha entidad volátil siempre en la sombra de la vida misma? Pero caray, qué le vamos a hacer: los humanos aman con todo su corazón y toda su alma, y es para siempre. Por eso existe eso llamado matrimonio. Una figura no sentimental ni amorosa, sino de carácter administrativo y judicial. No más. ¿Es entonces amor (¿significa algo hoy?) este hervor interno el cual siento cada vez al platicar y tener en mis brazos a Jazmín?
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Jazmín trae unas bragas, digamos, de corte normal. Un calzón, pues. Pero su torso blanco y desnudo invita a recorrerlo con la lengua y las manos una y otra vez. Destapo la botella de tinto y brindamos. Sigue sentada en mis piernas. Le digo de un detalle: mis huesos le van a “calar”, van a molestarle. Ella ríe y me dice: “Ay, Jesús, yo estoy ‘acolchonadita’, es como si trajera un pañal, ja, ja; mis nalgas, si protestan, te lo digo y me siento en la silla, ¿te parece?”. Asiento con la cabeza y justo cuando le acerco el plato de pasta, ya tibia, no caliente y humeante como llegó, la ingrata Jazmín hace una audacia... con su mano agarra una porción de pasta boloñesa y se la unta en sus pechos puntiagudos, me dice “¿Vas a comer o a ver, Jesusito...?”.
LETRAS MINÚSCULAS
Esta patética historia continuará el próximo jueves...