Café Oso, centenaria empresa saltillense en el centro de la ciudad
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El Café Oso, con el que inició la empresa, al que se agregó posteriormente el Chocolate Oso, son productos netamente saltillenses
La ciudad de Saltillo todavía conserva algunas de sus empresas más antiguas en el centro histórico. Comercios como la Ferretería Sieber, que si bien ha abierto sucursales en otros rumbos conforme al crecimiento de Saltillo, sigue operando en el edificio de su casa matriz en el primer cuadro, y fábricas como el Café Oso.
Este último constituye una más de las inesperadas sorpresas que brinda el decaído centro saltillense con el indescriptible y fino olor que produce el proceso del tostado de granos de café en grandes cantidades. El exquisito y penetrante aroma se expande durante varias horas y a lo largo de varias manzanas, inundando el ambiente por un periodo de tiempo suficiente para despertar el deseo de probar el exquisito sabor de la aromática bebida.
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Hace ya más de 100 años que inició actividades el Café Oso. Al parecer, el negocio lo inició don Manuel Zertuche, comerciante originario de la villa de General Cepeda, padre de Emilio, Ernesto, Jesús, Artemio, Manuel, Ninfa, Irene y Leonela, de apellidos Zertuche Aguirre. La familia emigró a Saltillo y ya en la capital inició el negocio de la tostadora. Todo marchaba bien en el negocio casero, pero al encargarse Ernesto, prosperó y creció tan rápidamente que les permitió construir su propio edificio en la década de los años cincuenta.
Don Manuel y don Ernesto Zertuche realizaron las primeras instalaciones del negocio en una parte de la casa familiar, de modo que Ernesto tostaba y molía el grano para luego empacarlo y repartirlo en las tiendas de abarrotes, restaurantes y lugares dedicados a la venta de comida y bebida y hogares que solicitaban la entrega. Para la distribución, Ernesto utilizaba una bicicleta, de modo que él mismo se convirtió en una figura familiar en las calles y comercios de Saltillo. Para los años cincuenta, la familia Zertuche inició la construcción de un edificio impensado en esa época, diseñado especialmente para realizar en su interior las funciones requeridas por el proceso de la tostadora, de modo que en cada piso pudiera realizarse cómodamente cada uno de los pasos del proceso de transformación del grano para su utilización en la bebida.
A medida que fue levantándose la construcción que albergaría el Café Oso, daba la impresión de que sería un simple edificio administrativo, con un estilo arquitectónico propio de la época. Pero al elevarse la construcción ya se hablaba de que sería el primer “rascacielos” en el centro de Saltillo por su altura inusitada. De diseño inteligente, el edificio se hizo especialmente para industrializar y mecanizar el proceso del Café Oso y arquitectónicamente vino a romper con el estilo predominante hasta entonces en Saltillo, de construcciones planas, a lo más con una segunda planta.
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Hoy todavía en funciones, el negocio y el edificio, es propiedad de la familia Recio Cepeda y trabaja bajo la batuta de Marcos Recio, quien adquirió la empresa hace ya varias décadas. Ubicado en el lado oriente de la calle de Allende, entre Múzquiz y Lerdo, el edificio cuenta con cuatro pisos, planeados expresamente para la mecanización del proceso. En el último piso se realiza el tostado del café. De ahí, la materia prima baja al siguiente piso para ser molida, mientras que en el segundo se empaca y etiqueta, según contaba el historiador Javier Villarreal Lozano, quien afirmaba que entonces se tenía hasta una imprenta propia para hacer las etiquetas. Su estilo arquitectónico luce tragaluces de vidrio, que apenas se empezaban a utilizar en la época, y en las alturas se encuentra la chimenea, culpable de emitir el exquisito aroma que perfuma las calles del centro mientras se realiza el tostado, molido y demás procesos relativos.
El Café Oso, con el que inició la empresa, al que se agregó posteriormente el Chocolate Oso, son productos netamente saltillenses y han deleitado el paladar no sólo de la región, pues desde hace tiempo se distribuyen en otras ciudades de México, con su exquisito sabor a café de casa, molido en la fábrica de la calle Allende, en pleno corazón de la ciudad, para deleite también de quienes ahí viven o trabajan y los visitantes del centro histórico de Saltillo.