Centro Histórico de Saltillo: el alto costo de la ‘chambonería’ en obra pública
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La falta de un registro subterráneo de infraestructura causa retrasos y costos adicionales, resultado de omisiones históricas de autoridades municipales
Una “explicación” que frecuentemente se ofrece en México, ante las complicaciones inesperadas surgidas durante la realización de una obra pública que implique realizar trabajos por debajo de la superficie de las calles, es que “no se sabía” que allí estaba tal o cual instalación y, debido a ello, se dañó una tubería de agua o drenaje, una línea de gas o el cableado de algún servicio subterranizado.
La consecuencia de tal hecho es la que todos conocemos: la obra se retrasa y a los costos iniciales debe añadirse el de la reparación de la infraestructura dañada y, en no pocas ocasiones, las obras de adecuación de la misma, pues el incidente pone al descubierto errores en su ejecución inicial.
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Lo peor de todo, sin embargo, no es eso, sino nuestra capacidad para tropezar de nuevo con la misma piedra, pues a nadie parece ocurrírsele que sería una buena idea, una vez que se ha registrado el incidente, comenzar a poner remedio de fondo.
¿Qué implica eso? En primer lugar, diagnosticar el problema de forma correcta, es decir, reconocer que la causa de este tipo de incidentes es la inexistencia de un registro detallado de todo aquello que hemos venido colocando en el subsuelo.
En segundo lugar, implica realizar un esfuerzo sistemático para desarrollar este registro y convertirlo en una herramienta indispensable para la realización de cualquier obra futura, es decir, que el desarrollo de proyectos implique necesariamente el análisis de la infraestructura existente con el propósito de no provocar daños, pero también de aprovechar los trabajos proyectados para rehabilitar y/o dar mantenimiento a la misma.
¿Por qué a nadie le ha parecido importante crear y mantener actualizado tal registro? Sobre todo, ¿por qué nadie ha tomado la decisión de emprender la tarea luego de las sucesivas pifias cometidas justo por la inexistencia de un registro como el señalado?
La respuesta es tan simple como trágica: en la tradición política mexicana existe una reticencia histórica a invertir recursos en obras que “están enterradas” porque se considera que no generan reconocimiento a los gobernantes, por muy necesarias y estratégicas que resulten.
Así pues, lo que hoy ocurre con las obras de rehabilitación de la calle General Cepeda, en donde los trabajos se han visto repetidamente interrumpidos o retrasados por “percances” como los arriba señalados, a nadie puede causarle sorpresa, pues se trata de la consecuencia lógica de las omisiones del pasado.
Cabría esperar, desde luego, que las autoridades municipales terminaran de aprender la lección de una buena vez y se comprometieran con la creación de un registro de la infraestructura que se encuentra en el subsuelo de la ciudad, a fin de que no tropecemos en el futuro, una vez más, con la misma piedra.
La experiencia, por desgracia, no da para documentar el optimismo en este caso y lo más probable es que, por enésima ocasión, ignoremos la lección a pesar de su elevado costo.