Coahuila: Fraudes financieros, ¿no es posible ponerles freno?
Legisladores y autoridades están convocados a actuar para frenar a quienes, aprovechándose de la ignorancia e ingenuidad de las personas, montan grandes esquemas de fraude
Los datos relativos a las carpetas de investigación iniciadas por la Fiscalía General del Estado de Coahuila muestran un indicador preocupante respecto de la incidencia del delito de fraude: más de 50 empresas financieras han sido denunciadas en Coahuila por presuntos actos de este tipo.
¿Qué indica la estadística? Para decirlo rápido y con toda claridad, que en nuestra entidad −al margen de lo que ocurra en otras latitudes− se están multiplicando los casos de personas que consideran una buena idea montar un esquema para engañar a los demás y quedarse con su dinero.
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Porque de eso se trata, de esquemas diseñados, desde el primer momento, para cumplir un propósito puntual: engañar a personas con escasa formación financiera haciéndoles creer que pueden multiplicar su dinero sin necesidad de realidad ninguna inversión productiva.
No se trata, conviene siempre recordarlo, de un tema nuevo: timadores han existido todo el tiempo y víctimas con suficiente ingenuidad para caer en el engaño, también. Esto último asombra porque nunca como ahora ha existido tanta información disponible para saber cómo operan estos esquemas y entender con facilidad que se trata de un engaño.
Y es que en todos los casos, con alguna variante en el mecanismo, o en el lenguaje utilizado para vender el timo, se utiliza exactamente el mismo esquema: un mecanismo de carácter “piramidal” cuyo colapso está garantizado desde el principio porque es insostenible.
Se ha explicado antes, pero siempre vale la pena repetirlo: quienes operan el mecanismo de fraude ofrecen a sus potenciales víctimas pagarles rendimientos superiores a los que cualquier banco ofrece −en los casos que hoy se publican en Semanario, nuestro suplemento de investigación periodística, entre el 2.3 y el 2.7 mensual− y eso les deslumbra.
Al principio, en efecto, comienzan a recibir los rendimientos ofrecidos y eso los convierte no solamente en convencidos clientes, sino que los transforma en promotores del esquema. Como se sabe, la publicidad de boca en boca y que incluye testimonios de éxito, constituye la mejor forma de promoción.
Tarde o temprano, sin embargo, comienzan a surgir los problemas: los pagos se retrasan, se aducen problemas fiscales o de burocracia bancaria, se niega la posibilidad de recuperar el capital o cancelar el contrato y finalmente los pagos se suspenden, la empresa se declara en quiebra y los dueños “desaparecen”... junto con el dinero de las víctimas.
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De acuerdo con la investigación que publicamos, los perpetradores están aprovechando algunos huecos legales para tener mayor eficacia en sus intenciones. Esto convoca a las autoridades a realizar un análisis más profundo y plantear una legislación que proteja mejor a las personas.
La mejor protección será siempre, desde luego, la educación financiera, pues sólo con ella es posible evitar el engaño. Sin embargo, la impunidad con la cual hoy operan quienes han hecho de la estafa una industria merecería una atención más cercana por parte de nuestros legisladores y autoridades.