Coahuila: ¿Han fallado las políticas para atender a la juventud?

Opinión
/ 15 junio 2025

Cuando los hechos de alto impacto empezaron a disminuir −afortunadamente−, la narrativa oficial fue ‘darle vuelta a la página’. Y fue un error. Enterrar el pasado y olvidarse de lo sucedido significó desentenderse de los huérfanos de la violencia

Pongamos en perspectiva: los jóvenes que hoy tienen entre 15 y 20 años nacieron y crecieron en la época más violenta que vivió el Estado, cuando las balaceras, secuestros y homicidios ocurrían diariamente y a todas horas.

Hoy, esa generación es la que está protagonizando los hechos violentos que atraen el reflector diario: riñas con machetes, homicidios a puñaladas, agresiones sexuales, suicidios, intoxicaciones con cristal.

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Hay que cuestionar lo que vemos: ¿por qué las riñas aumentaron el doble en Torreón? Además, ¿por qué son cada vez más violentas al grado de terminar en asesinatos? ¿Por qué en Monclova se han detenido a más de 24 mil menores desde el 2019? ¿Por qué a más de 7 mil adolescentes se les ha abierto una investigación por algún delito desde 2018? ¿Por qué a edades cada vez más tempranas están consumiendo cristal? ¿Por qué la agresión sexual es el delito más común entre los jóvenes?

Las respuestas a estas preguntas son amplias y, seguramente, no son fáciles de contestar. El problema es que no parece haber un plan o una estrategia. Lo único que hemos escuchado es la realización de operativos.

Ya no es suficiente poner una cancha de básquetbol o llevar un taller mensual de alguna actividad artística a una zona marginada. Las intervenciones deben tener una incidencia mucho más amplia. ¿Cómo atender la precariedad y marginación en la que viven muchos jóvenes? ¿Qué se hace para que un adolescente no deserte de la escuela? ¿Qué estrategias de seguimiento hay a los adolescentes infractores? ¿A sus familias? ¿Cuál es la historia de vida de ese menor detenido por acuchillar a un adolescente de 15 años? ¿Qué se hace con el menor de 14 años que fue capturado por poseer cristal?

No existe realmente un estudio ni un diagnóstico capaz de utilizarse para emprender estrategias de incidencia. Sí, estamos bien porque ya no hay balaceras en discotecas ni amanecemos con personas colgadas de puentes. Pero tampoco es un aliciente ver que un menor mató a otro, que algún joven se suicidó o que hubo una riña más a machetazos.

Y eso representa un problema que no se está atendiendo y que es delicado, pues hay que recordar que el crimen organizado penetró en la generación joven. La atrajo con lo que no encontró del otro lado.

AL TIRO

Cuando los hechos de alto impacto empezaron a disminuir −afortunadamente−, la narrativa oficial fue “darle vuelta a la página”. Y fue un error. Enterrar el pasado y olvidarse de lo sucedido significó desentenderse de los huérfanos de la violencia, de los niños y niñas que no supieron manejar un duelo por una causa violenta, significó desentenderse de esa generación que creció sin atenderse el estrés postraumático o que aprendió a asociar la diversión con el miedo, porque salir representaba un peligro. Significó olvidarse del niño que sufrió el asesinato del padre o de la madre, del menor que no volvió a ver a su padre porque lo desaparecieron, del niño que creció viviendo con abuelos o que sobrevivió tirándose al suelo todos los días que escuchaba un tiroteo.

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Esos recién nacidos o niños de 4, 5, 6 y 7 años tienen ahora 15, 17, 20 años. Son quienes están protagonizando la violencia juvenil a machetazos y cuchilladas. Son parte de la estadística de 135 adolescentes que han recibido una sentencia por algún delito, son los más de mil 600 adolescentes que fueron investigados por posesión simple de drogas, los más de 700 menores a los que se les abrió un proceso por amenazas, los más de 600 acusados de robo, los más de 300 menores a los que se les abrió una investigación por portación de armas prohibidas o los más de 200 señalados por presuntamente haber cometido una violación sexual.

La pregunta es, nuevamente, qué hacemos.

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Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la universidad La Salle Laguna. Tiene más de 10 años como periodista. Es corresponsal de Vanguardia en la región Laguna, así como reportero investigador de Semanario. Ha trabajado y colaborado en otros medios como Revista de Coahuila, Newsweek en Español, SinEmbargo, W Radio, Imagen Laguna, entre otros. Fue becario de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y de la Red Global de Periodismo de Investigación. Ha obtenido premios y reconocimientos como el Premio Nacional de Periodismo Rostros de la Discriminación y el Premio Nacional de Periodismo y Divulgación Científica, así como menciones honoríficas en el premio de la Sociedad Interamericana de Prensa y el Premio Latinoamericano de Periodismo sobre Drogas. Actualmente también se desempeña como corresponsal de El Universal en Coahuila y Durango y es profesor de la Universidad Iberoamericana Torreón.

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