La soberbia de Andy: cuando ganan, ganan bien; cuando pierden, ‘no me llamen Andy’

Opinión
/ 8 junio 2025

Es inexcusable que Morena, el partido más poderoso del país, arguya conspiraciones y complots. En Durango hubo errores claros en la designación de las candidaturas, pero no hay una autocrítica ni un ápice de humildad en la derrota

En Durango, Morena retrocedió. La primera prueba para Andrés Manuel López Beltrán, “Andy”, el secretario de Organización del partido en la etiqueta, fracasó y quiso desviar la atención al exigir que no lo llamen Andy. Pero Andy se equivocó y, como una calca de su padre, no acepta la derrota y acusa fraudes y complots.

Morena gobernaba 20 municipios en Durango y ahora gobernará 16. El fracaso lo disfraza un poco la victoria en Gómez Palacio, segunda ciudad más importante del Estado. Sin embargo, la capital, donde se deciden las elecciones para la gubernatura, cayó a un tercer lugar: el candidato José Antonio Ochoa, de la alianza PRI-PAN, le sacó 25.5 puntos porcentuales y más de 48 mil votos de diferencia al candidato de Morena, José Ramón Enríquez.

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El candidato de Movimiento Ciudadano, Francisco Franco, sumó el 26.9 por ciento de los votos, seis puntos porcentuales más que José Ramón Enríquez. En cuanto a preferencias generales, Morena pasó en tres años de tener el 31.7 por ciento en 2022 al 20.8 por ciento en esta elección.

Y digo que Gómez Palacio es un espejismo en el panorama estatal, porque prácticamente tuvo el mismo porcentaje de preferencia en tres años: de 38.3 por ciento en 2022 a 39.9 por ciento en 2025. Es decir, la caída en la capital es estrepitosa y todo es a causa de la elección del candidato propuesto por Andy y su operación en el estado.

Si seguimos, el golpe sigue siendo duro: en Lerdo, la candidata Susy Torrecillas, de la alianza PRI-PAN, sacó 28 puntos porcentuales de diferencia con la candidata de Morena y partidos aliados. Morena perdió Cuencamé y Mapimí.

Y a nivel estatal pasó de 38.8 por ciento de preferencias a 33.1 por ciento en tres años. Y el culpable de todo esto es Andy López Beltrán y su fallida elección de candidatas y candidatos (particularmente en la capital), así como su operación estéril para ganar preferencias.

Sin embargo, en lugar de escuchar una autocrítica, surgen los mismos pretextos de siempre: “fraude cometido por el PRI y por el gobernador”, “una elección de Estado”, “intervención del gobierno”. La realidad es que es inexcusable que Morena, el partido más poderoso del país, arguya conspiraciones y complots.

En Durango hubo errores claros en la designación de las candidaturas, y señalar supuestos fraudes, cuando se presumió que hasta se iría a vivir a Durango y que decenas de diputados estarían en el estado, sólo demuestra que usa las mismas tácticas que su padre cuando fue perdedor: cuando se gana, hay democracia; y cuando se pierde, hay fraudes.

AL TIRO

Pero eso no fue todo, como si no fuera suficiente no haber aceptado la derrota y el fracaso en Durango, Andy critica que lo llamen Andy y se esconde en la propaganda barata y populista de que su más grande orgullo es llamarse como su padre, y que decirle Andy es “demeritar” eso y quitarle su “legado” (pues qué más tiene a quien no se le conoce mayor historial laboral). Y dijo que en Durango no lo quisieron llamar por su nombre por “miedo”.

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Entonces, la megalomanía se queda corta porque ya la derrota no es sólo por fraudes, conspiraciones y complots, también es porque lo llamaron Andy.

Nunca una autocrítica, una reflexión profunda, un ápice de humildad en la derrota. No, siempre se trata de los otros y de mí. De crear cortinas de humo y posicionar en la agenda que no lo llamen Andy.

Pero la derrota y el fracaso en Durango no lo tocan. No se trata de eso. Hay mucha soberbia.

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