De acuerdo con datos de la Secretaría de Seguridad Pública de Coahuila, el decomiso de la droga conocida como “cristal” se ha incrementado de forma muy importante en los últimos años, lo cual lleva a concluir que lo mismo ha ocurrido con su consumo a nivel local.
Y cuando decimos que el crecimiento ha sido “muy importante” no estamos exagerando en la afirmación, pues el comparativo de los decomisos realizados en el territorio estatal en 2022 y el presente año arroja un crecimiento de 267 por ciento en el número de dosis.
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En comparación, los decomisos de marihuana representan apenas una quinta parte de los del cristal, pues durante 2023 se incautaron 92 mil 425 dosis de la citada hierba por 442 mil de la droga sintética.
Pero no es el 2023 el único año en que la estadística referida a los decomisos de este estupefaciente se han incrementado. Anteriormente ya se había reportado un crecimiento de 30 por ciento en los decomisos, comparado el año 2022 con el 2021.
¿Qué nos dicen estos números? No hace falta ser muy perspicaz para llegar a la conclusión obvia: nada de lo que se esté haciendo -si acaso se está haciendo algo- en materia de prevención contra el consumo de drogas está teniendo un impacto positivo en el fenómeno.
Constatar esta realidad implica, en esencia, la ratificación del fracaso que venimos experimentando desde hace décadas en la denominada “guerra contra las drogas” y nos confronta, una vez más, con la necesidad de idear y poner en práctica estrategias capaces de contener el fenómeno.
Y en el caso de drogas como el cristal resulta de lo más importante porque se trata de una sustancia que produce daños irreversibles en quienes la consumen, lo cual implica que la rehabilitación, en no pocos casos, puede volverse una misión imposible.
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Un aspecto central en la ruta de diseñar y poner en práctica políticas orientadas a desalentar el consumo de drogas es la de modificar la perspectiva meramente delincuencial con la cual suele abordarse el fenómeno por una de salud pública.
No se trata de una idea nueva, es necesario decirlo. En múltiples países del mundo la modificación de la perspectiva para combatir el consumo de sustancias psicotrópicas se modificó hace décadas y los resultados que dicha modificación ha supuesto fortalecen la idea de que ese camino es el correcto.
En nuestro país, en general, y en Coahuila en particular, no hemos presenciado el surgimiento de políticas en esta dirección y, más bien al contrario, lo que se ha hecho es ignorar el problema o, peor todavía, convertirlo en una fuente más de corrupción institucional.
Como se ha dicho en múltiples ocasiones, las estadísticas no son un elemento decorativo cuya variación deba dejarnos impasibles. Por el contrario, lo que se esperaría ante modificaciones tan preocupantes como la que aquí reseñamos, es que exista una reacción inmediata en la dirección correcta.