Contradictorio como la vida misma

Opinión
/ 30 enero 2024

I

En 1977, cuando el Oscar de la Academia significaba algo en términos de arte y entretenimiento -y no era sólo una excusa para hacer politiquería y relaciones públicas-, la cinta ganadora a Mejor Película no fue una súper producción de cuatro horas con un despliegue alucinante de efectos especiales y una intrincada trama de universos alternos, viajes en el tiempo y realidades paralelas. ¡Para nada! La ganadora fue una comedia romántica, eso sí, una muy cerebral y en absoluto bobalicona como a veces pareciera exigir el género.

“Annie Hall” es mordaz, ocurrente y arriesgada para su época. Me atrevo a asegurar que ha envejecido bastante bien, aunque pudiera ser mi incondicional devoción por su autor y protagonista, Woody Allen.

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Alvy Singer, el personaje principal (una proyección del propio Allen como en prácticamente todos sus filmes), inicia la cinta con un pequeño chiste a manera de monólogo: “Dos mujeres de edad en un hotel en las montañas... Comenta una a la otra: ‘¡Vaya, aquí la comida es realmente horrible!’ Y la otra contesta: ‘¡Sí y las raciones son tan pequeñas!’”.

¡Ese es todo el chiste! Piénselo por un instante. ¿No le parece genial?El diálogo es tan contradictorio y de alguna manera tan lógico que enseguida Singer/Allen establece una analogía entre el chascarrillo y la existencia misma:

“Pues básicamente así es como me parece la vida: llena de soledad, histeria, sufrimiento, tristeza y sin embargo se acaba demasiado de prisa”.

La vida en efecto está llena de miseria, dolor, penurias y no obstante nos aferramos a ella, no queremos que se acabe, luchamos por prolongarla hasta donde sea posible.

Allí la gran ironía que “Annie Hall” nos plantea desde sus primeras líneas y que ya con eso se vuelve mucho más memorable que muchas de las cintas actualmente nominadas y no se diga de las premiadas en años recientes. (Sí, ya sé. ¡Alerta de viejo boomer!)

Comparto sólo parcialmente la opinión del maestro Scorsesesese, de que el cine se ha convertido en un parque de diversiones.

No. Creo que el cine, como cualquier otro arte, es inagotable y que aún se hacen películas profundas e interesantes, sólo que de momento Hollywood y el Oscar no son necesariamente los mejores lugares para buscar. Aunque este año quizás haya dos o tres apuestas interesantes por ahí.

En fin, sólo quería que tuviera presente aquel chiste existencialista de “Annie Hall”.

II

Según un reporte del Buró Parlamentario mexicano, algunos de los peores perfiles en nuestro Honorable Congreso resultaron ser también los más faltistas y menos productivos de la llamada Cámara Baja.

Se “rankeó” a los legisladores menos redituables, a aquellos que menos desquitan el sueldazo (como si alguno lo desquitara en realidad), entre los que destaca el siempre ingrato, siempre lamentable, Alejandro “Alito” Moreno, líder del PRI nacional para mayores señas, quien ha estado ausente en un 20 por ciento de las sesiones parlamentarias, lo que significa que de 580 sólo ha estado en 417.

Pero no es Alito ni con mucho el diputado más desobligado, sólo es el quinto más huevón de la presente Legislatura.

El primer lugar es para una representante del partido oficial, la morenista Patricia Armendáriz, quien dobla a Alito (¡¿?!) en faltas (¡ah!) ya que su inasistencia es del 40 por ciento, así que de las 580 asambleas sólo se le ha visto en unas 349.

No conformes con ser ausentes frecuentes (cosa que no les representa ningún menoscabo en sus percepciones), el priista y la morenista, además de compartir el mismo genoma político, comparten una muy pobre productividad legislativa, es decir, sus propuestas y puntos de acuerdo son de por sí escasos y rara vez prosperan o llegan siquiera a su revisión por parte de las comisiones correspondientes.

Complementan el resto de este cuadro del deshonor una bola de anodinos aunque eso sí, muy representativos todos, pues las posiciones 2, 3 y 4 las ocupan legisladores de Movimiento Ciudadano, PT y Partido Verde. Así que el ranking será vergonzoso pero de que es plural, es plural.

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Por si lo anterior no le basta para despertar su indignación, ha de saber que Alito, en su calidad de dirigente de un partido comatoso, algunos de sus distinguidos cofrades (de los que ya hablaremos después), así como muchos de sus colegas representantes de otras divisas parasitarias, están buscando asegurar, por la vía plurinominal, cabida en la siguiente legislatura. Y es que, después de que se degustan las mieles del privilegio legislativo, la vida del hombre común, ya no es vida.

¡Ah! Y el fuero... nunca olvide usted el fuero.

A todo lo antes mencionado súmele que grupos parlamentarios como el del tricolor, juegan a ser la oposición, pero sólo de dientes para afuera, ya que en asuntos de vital interés para el Ejecutivo han votado en favor de los proyectos lopezobradoristas. O sea que lo de ser adversarios en lo político e ideológico es sólo un teatro para mantenernos entretenidos y con el que seguramente se compran tiempo e impunidad.

Entonces, lo de la inasistencia y la falta de productividad de los diputados... ¿Es bueno o es malo?

Tal vez hasta tendríamos que alegrarnos de que sean tan holgazanes, faltistas y carentes de iniciativa. Quizás, entre menos se les vea por San Lázaro menos daño le provoquen al País.

No lo sé. A lo mejor sería mucho más preocupante si nos enterásemos de que Alito jamás falta a una votación parlamentaria; o que doña Paty Armendáriz se la pasa metiendo iniciativas, una tras otra, todos los días, a toda hora.

Nos encontramos con aquella misma contradicción de que comentábamos en la primera parte de esta entrega. No sé si me explique:

“Nuestros diputados son corruptos, incompetentes y desleales... ¡Y además trabajan tan poco!”.

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