Crisis de libertad de expresión: El valor de la crítica en los gobiernos populistas

Opinión
/ 15 enero 2025

En estos tiempos todo lo que no se somete queda en la condición de adversario, como si el periodismo independiente fuera un partido o un proyecto opositor

Se viven tiempos de poder avasallante en México y en los países donde el populismo llega al poder, especialmente, Estados Unidos. El deterioro de la democracia pasa por el de las libertades, especialmente la de expresión, que tiene que lidiar con una transición tecnológica que no le favorece y ahora con expresiones de autocensura inéditas. Íconos de la libertad de prensa son ejemplo del retroceso: The New York Times, The Washington Post y Los Angeles Times. Seguramente no son todos los casos, pero son los que están más a la vista.

Igual pasa con el alineamiento de las empresas de comunicación digital a los criterios, intereses y perspectivas de Donald Trump. Musk apoyó en su momento a Obama; hoy está en el polo opuesto y ha sido un factor relevante para la construcción del Trump 2.0. Igualmente, están los grandes empresarios en tecnología asociada a las redes sociales. En estos tiempos todo lo que no se somete queda en la condición de adversario, como si el periodismo independiente fuera un partido o un proyecto opositor. La crítica sirve al poder porque lo modera, por eso también es funcional a la sociedad.

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Gobernantes propensos a la mentira y al abuso lo que más requieren es el contrapeso de la libertad de expresión. En México el gobierno de López Obrador confrontó a los medios y ganó con resistencias poco relevantes. El presidente, ilegal e indebidamente, insultó y agredió a medios, empresas de comunicación, periodistas, empresarios, intelectuales y líderes de opinión sin que hubiera sentido de contención alguna. Tampoco en el periodismo hubo sentido de gremio o causa común. La derrota de la oposición formal tiene como antecedente la paliza que el entonces presidente dio a los medios, lo que provocó que buena parte de ellos sucumbieran y procedieran a la autocensura, “diversificando” su parrilla editorial, excluyendo a críticos y sumando a los del aplauso o el comedimiento con el poder. Al menos los espacios digitales resultaron ser una suerte de santuario para el periodismo independiente.

EU vive una libertad que va más allá de la política, de los gobernantes y de los intereses particulares. A diferencia de México, se puede afirmar que es parte de la esencia, de la naturaleza de la sociedad y del país. La polarización y el populismo podrán ganar espacio y por momentos dominar la discusión pública, pero más temprano que tarde habrá de prevalecer la libertad y, por lo mismo, la crítica al abuso del poder.

En México la debacle de la democracia y de la pluralidad está precedida por la derrota de la libertad de expresión. No se trata de que el crítico o la visión independiente se impongan o ganen el debate, sino que tenga una presencia razonable y que en temas y circunstancias singulares la denuncia cobre más que presencia; fuerza. La voz del oficialismo se impone y tiene el efecto de alinear posturas, incluso la de aquellos que se esperaría estuvieran distantes a la del poder uniformador que ahora existe. Los generosos números de la popularidad del gobernante no son testimonio de éxito, sino de dominio, de la capacidad de quien gobierna de ir sometiendo a la mayoría al poder. En las circunstancias actuales el consenso es la medida del deterioro de las libertades y de la vigencia democrática.

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Las circunstancias actuales aluden a dos aspectos: los magros resultados del ejercicio del poder y la complacencia oficial frente a expresiones graves y dolorosas de impunidad, como la corrupción y la ausencia de autoridad frente al avance del crimen organizado. Es inaceptable que ante esta realidad el régimen político gane las palmas del respetable y que este último interiorice como deseable el estado de cosas. Así acontece por el deterioro de la crítica y la ausencia de un debate público, sea dicho de paso, responsabilidad de todos, no sólo del sentido de civilidad o comedimiento de quien gobierna.

Finalmente, lo peor que puede ocurrir es que las cosas vayan mal o muy mal, sin espacio para advertirlo. Esto debe preocupar porque el escenario es desafiante en extremo en al menos cuatro planos: la presencia del crimen organizado en el tejido político; la amenaza grave e inédita del nuevo gobierno de EU; la crisis severa en las finanzas públicas y el bajo crecimiento; y los efectos de las malas decisiones, singularmente el impacto en la legalidad por la virtual ausencia del sistema de justicia.

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