Cuando un río muere
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En diciembre de 2022 se publicó en VANGUARDIA y en el Hub de Periodismo de la Frontera Norte el reportaje “Autoridades abandonan el río San Rodrigo y no vigilan extracción de materiales pétreos”, de la autoría del periodista Francisco Rodríguez.
La investigación revela cómo las autoridades se van sacudiendo responsabilidades para no atender un fuerte problema ambiental que prácticamente secó y dañó todo un ecosistema, ante la negligencia tanto del sector público como del privado. Lo que significó prácticamente la muerte de un río, y con ello todas las distintas formas de vida que había a su paso.
La razón: el otorgamiento desmedido y no supervisado de permisos para la extracción de materiales en los márgenes de este río, por parte de la Comisión Nacional del Agua. Los nombres de los propietarios se mantienen como información confidencial, dando privilegios a los intereses particulares y privados, por encima del bien público.
Por desgracia, resarcir el daño provocado en el río es casi imposible, la naturaleza de forma simple tiene sus propios ciclos. Sin embargo, recuperar algo de lo que queda y hacer un estudio serio, con un enfoque multidisciplinario, son alternativas que se podrían apuntalar desde el sector público para evitar futuras atrocidades al medio ambiente, antes de que en la entidad terminemos por destruir nuestras reservas naturales.
Este río murió ante la mirada permisiva de un gran listado de autoridades con competencia en el tema. Además, hasta el momento no existe ninguna recomendación a los entes públicos locales y federales, por parte de las comisiones de derechos humanos, cuando es evidente que existen violaciones a los derechos humanos por su exterminio.
Cuando un río muere, también muere parte de nuestra historia. Cuando un río muere, dejamos sin herencia a las futuras generaciones. Cuando un río muere, o lo dejamos morir, también habla de lo que somos como sociedad y los intereses que predominan en nuestro entorno. No hay dinero que alcance para recuperar un río. Sin embargo, hay conocimiento colectivo para documentar lo que hemos hecho o dejado de hacer, en este caso por el río San Rodrigo.
En resumen, defender el medio ambiente es una responsabilidad compartida porque vulnera nuestro derecho humano a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza. Quien se jacte de gobernar o dirigir una dependencia pública, con un enfoque de derechos humanos, lo primero que tendría que hacer es comprometerse a cabalidad con esta agenda. Los gobiernos van y vienen, pero los problemas públicos no.