Cultura y Pop: ‘De Automóviles y Zeitgeist’
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El Ford T simboliza el acceso de las masas a bienes de consumo. El VW Beetle original sintetiza la demagogia de la Alemania de Hitler. El primer Ford Mustang representa el período de crecimiento e inocencia de los Estados Unidos
Escribir una novela que capture el zeitgest, las ideas, actitudes y creencias de una época —en alemán “zeit” significa tiempo y “geist” espíritu— es la aspiración de muchos escritores.
No es algo que generalmente le pase por la cabeza, sin embargo, a los diseñadores o ingenieros automotrices. Aun así, algunos automóviles consiguen capturar el espíritu de su época; a veces a su pesar. Si lo pensamos bien, no debería sorprendernos. Los automóviles son complejos artefactos en los cuales convergen aspectos sociales, económicos, de diseño, tecnología, y manufactura.
Van algunos ejemplos, antes de discutir el caso más reciente.
El Ford T simboliza el acceso de las masas a bienes de consumo. El VW Beetle original sintetiza la demagogia de la Alemania de Hitler. El primer Ford Mustang representa el período de crecimiento e inocencia de los Estados Unidos, cuando su sociedad estaba convencida de que el mundo sólo podía ir a mejor, y aún no caía en cuenta de que los recursos no eran ilimitados.
Al mismo tiempo, en el otro lado del mundo y del espectro político el Trabant alemán ilustraba la burocracia, la mediocridad y el conformismo del sistema político, económico e industrial soviético. Mientras en Occidente los coches estaban inmersos en una espiral de innovación, el Trabant, un coche ruidoso, contaminante, falto de potencia, y proclive a fallar, no cambió en cuarenta años: el primer modelo de 1957 era prácticamente igual al último de 1990. Sin embargo, era el único al que los alemanes del Este podían aspirar; pero si querían comprar uno, tenían que estar en una lista de espera durante años.
En los años ochenta, el Toyota Corolla, un compacto familiar de alta calidad pero precio accesible y aspecto olvidable, capturó la esencia de la globalización: de pronto en cualquier país Occidental podían comprarse coches estadounidenses, japoneses, franceses, alemanes, italianos, suecos, españoles, y coreanos, que habían sido producidos en China, México, Brasil, India, Marruecos, y Tailandia, y compartían plataformas, fábricas y proveedores. En su esencia, los coches se habían convertido en productos indistinguibles unos de otros.
En los años noventa el ruidoso, feo, amenazante, y rudo Hummer reflejó la nueva actitud estadounidense ante el mundo y la militarización de su sociedad. No por nada era primo directo del Humvee que el ejército usó en la Guerra de Iraq.
Y a principios del 2010, mientras las empresas automotrices tradicionales aseguraban que los automóviles eléctricos no serían viables hasta dentro de treinta años, el Tesla Modelo S capturó la imaginación de la sociedad no sólo por ser completamente eléctrico, sino porque parecía un iPhone hecho automóvil y se vendía por internet.
Tesla parecía mostrar hacia dónde iba el futuro. Pero hace apenas unos meses comenzó a vender un automóvil que apunta hacia un escenario radicalmente diferente.
Para diseñar la Cybertruck, Elon Musk se inspiró en novelas de ciencia ficción de los años setenta, y decretó, ante el horror de sus ingenieros, que estaría hecha de acero inoxidable, un material inadecuado para construir automóviles por su falta de maleabilidad, lo que comprometería la visibilidad, maniobrabilidad, y calidad del producto final.
Musk quería forzar a su equipo a diseñar una camioneta cuyo aspecto fuera rompedor. Y lo consiguió. Cuando desveló el primer prototipo en el 2019 los analistas se quedaron pasmado. Pero no sólo por su aspecto: para entonces era claro que la viabilidad de Tesla dependía de producir un automóvil suficientemente barato para que se vendiera masivamente. ¿Por qué Musk se empeñaba en dedicar tiempo, recursos y energía a desarrollar un automóvil que parecía al mismo tiempo un arma y una fortaleza rodante? ¿Quién necesitaba una camioneta que resistiera impactos de bala, tuviera vidrios irrompibles, y costara un dineral?
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Cinco años después las consecuencias están a la vista. Ford, General Motors, BWM, Volkswagen y Mercedes Benz han tenido tiempo de desarrollar sus propios automóviles eléctricos y convertirse en una seria competencia para Tesla. Aún peor: varias empresas chinas han conseguido lo que Tesla todavía no —ofrecer automóviles eléctricos a precios accesibles— y tomado la delantera en el mercado. No es casualidad que Tesla acabe de reportar una disminución en sus ingresos del 45%.
Mientras tanto, en los años que llevó producir la Cybertruck, el perfil de Musk cambió por completo. De ser un empresario celebrado por su visión, compromiso con las energías renovables y la exploración espacial, pasó a ser un bully obsesionado con recibir atención, que transformó Twitter en X, una especie de megáfono personal, donde antes se censuraban las teorías conspiratorias y la desinformación pero ahora se promocionan. Musk también pasó de guardarse sus opiniones políticas, a apoyar abiertamente a Donald Trump.
Sería interesante saber si Musk es consciente de que la inmensa mayoría de las novelas de ciencia ficción en las que se inspiró para diseñar la Cybertruck reflejan sociedades totalitarias y post-apocalípticas. En cualquier caso, el nuevo automóvil de Tesla captura el espíritu de su tiempo: una época en la cual las disparidades políticas, económicas, y sociales de los Estados Unidos han creado un grupo de billonarios y empresarios que, convencidos de su infalibilidad, enamorados de sí mismos, y sin balances de poder, está empujando al mundo hacia una distopía.