Cultura y Pop: Un Problema Llamado TikTok
Una app que tiene aproximadamente un billón y medio de usuarios en todo el mundo, ha transformado no sólo la manera en la cual la gente recibe información y se relaciona con el mundo
Tras décadas insistiendo en que Taiwán es parte histórica y étnica de China, y de que su integridad territorial es innegociable, China finalmente invade la diminuta isla — un enclave estratégico, porque produce el 70% de los chips de última generación que sustentan todo tipo de productos, desde armas inteligentes hasta computadoras y ChatGPT, pasando por drones y automóviles.
El mismo día que comienza la invasión, los ciudadanos estadounidenses ven en sus celulares videos de los taiwaneses recibiendo al ejército chino con flores y bailando en la calle. Según las redes sociales, se sienten liberados por fin de políticos antidemocráticos que por sus propios intereses se resistieron durante años a lo que la inmensa mayoria de los taiwaneses quería: volver a ser parte de China.
Mientras esto sucede, en las primeras horas cruciales de la operación, los soldados del ejército estadounidense reciben en sus teléfonos instrucciones de reportarse a otras bases, lo que crea un caos logístico. Al mismo tiempo, los periodistas y políticos críticos con China reciben un archivo digital que contiene un relato detallado de su vida: dónde viven, los lugares que visitan —desde cafeterías y gimnasio, hasta los apartamentos donde viven sus amantes— sus inversiones, e incluso información sobre los sitios pornográficos que visitan, el tipo de videos que ven, y la gente con la que se ponen en contacto en aplicaciones como Tinder o Grndr. Un mensaje acompaña al archivo: si informan sobre la guerra de Taiwán de manera negativa o van en contra de los intereses del gobierno chino, sus padres, esposas, hijos, amigos, colegas y empleadores recibirán toda esa información.
En nuestra cultura pop, TikTok es una aplicación que no tiene término medio. Las personas que no la usan generalmente la detestan, porque dicen que transforma a la gente —sobre todo a los jóvenes— en zombis que pasan horas viendo vídeos inanes. Las personas que la usan, en cambio, no pueden imaginarse la vida sin ella. Es una de sus principales formas de entretenimiento, ahí leen noticias, aprenden recetas, descubren tendencias, se conectan con personas de todo el mundo que piensan como ellos, y muchos incluso se ganan la vida promocionando productos o recibiendo dinero por el contenido que crean.
TikTok, una app que tiene aproximadamente un billón y medio de usuarios en todo el mundo, ha transformado no sólo la manera en la cual la gente recibe información y se relaciona con el mundo, sino a las otras apps: prácticamente todas han incorporado y dan prioridad a los videos como principal fuente de contenido. Pero además, si antes la gente veía contenido creado por su grupo de amigos, ahora todas las apps sugieren, al estilo TikTok, videos hechos por desconocidos, en función de los intereses que el usuario ha mostrado en los videos que vio anteriormente.
El algoritmo que TikTok emplea para sugerir más contenido captura tan bien el gusto de los usuarios, que es descrito como inquietante. El resultado es que el usuario empieza a ver un video, TikTok le sugiere inmediatamente otro en apariencia igual de divertido o interesante, y para cuando se da cuenta, el usuario ha pasado dos horas scrolling down — un gesto que aparentemente activa las mismas conexiones mentales que darle a una máquina tragamonedas tipo Las Vegas.
Y mientras el usuario ve videos, TikTok recopila información que permite reconstruir su perfil, su mentalidad, sus intereses, los lugares que frecuenta, las cosas que le gustan, los productos que compra, la información que busca, sus opiniones políticas, su manera de ver el mundo. Y TikTok es propiedad china. El gobierno estadounidense está convencido de que las empresas chinas son obligadas a colaborar con el gobierno chino, y que este las utiliza de acuerdo con sus intereses políticos.
La capacidad que tiene TikTok para ayudar a crear escenarios como el que menciono al principio de esta columna es la razón por la cual el gobierno estadounidense ve a esta aplicación como un riesgo a su seguridad nacional, y ha prohibido su uso.
Qué tan preocupado estará el gobierno estadounidense, que no le importó darse un tiro en el pie: a final de cuentas, la mayoría de las demás redes sociales —Facebook, X, Instagram, WhatsApp, LinkedIn, Snapchat, Threads— son estadounidenses.
Estas redes sociales influyen política y socialmente. Desde que Elon Musk la compró, por ejemplo, X se ha convertido en un altavoz de ideas de derecha. Facebook, Instagram, WhatsApp y Threads han anunciado recientemente que dejarán de censurar ideas políticas extremas y opiniones racistas, misóginas, y en contra de la comunidad LGBT.
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Pero además, la información que estas redes sociales recaudan está a la venta, y puede ser utilizada para manipular a ciudadanos de todo el mundo, e influir en las decisiones de gobiernos extranjeros.
En el mejor escenario, la prohibición de TikTok abrirá los ojos a otros gobiernos de la facilidad con la que han dejado que empresas privadas recauden información sobre sus ciudadanos, y cambiará la forma en la cual interactuamos con internet. En el peor, los gobiernos ni siquiera entenderán los riesgos, y los ciudadanos nos hemos hecho ya tan adictos a las redes sociales, que preferiremos no enterarnos.