En todo salón de clases (de nivel superior y posgrado) y en cada oficina principalmente godín, hay una persona que se erige con la autoridad de organizar la compra del pastel, el refresco y las frituras para festejar al compañero que cumple años.
Los demás le concedemos esa autoridad y entregamos el dinero que nos pide, aunque la persona celebrada nos caiga mal y tengamos la conciencia de que ese dinero será para beneficio de ella.
La persona que organiza el convivio tiende a caerme mal por varias razones:
1.- Los ingresos y egresos casi nunca son transparentes. Me pongo a multiplicar la cantidad solicitada por las personas que cooperamos, y no siempre coincide con los gastos realizados en la compra de los insumos (usando las palabras que aprendí en la maestría para verme profesional).
2.- Si notas alguna irregularidad, no puedes siquiera exigir comprobante (aunque se hayan adquirido con tu dinero) por el riesgo de quedar como un tacaño.
3.- El organizador exige que cooperes sin tomar en cuenta tu situación financiera (porque sí: 50 pesos es lo mismo a comprar dos paquetes de frijoles Isadora, y claramente hay prioridades).
4.- Las porciones entregadas casi siempre son raquíticas (pareciera que la persona que parte el pastel trabajó en el departamento de salchichonería de un supermercado y corta las rebanadas como si fueran de jamón).
Tampoco puedes protestar por el riesgo de quedar como un hambriento. Cabe mencionar que los puntos anteriores se borran, se eliminan, desaparecen, cuando soy yo el que cumple años. Ahí sí, espero que todo mundo coopere (hasta el tipo al que le caigo mal) y la chica que organiza se convierte en la persona más adorable de la oficina. La perspectiva, en ocasiones, lo es todo.