De fascismos y chairismos... Autoobsequiarse la posteridad

Opinión
/ 11 julio 2024

¿Qué tiene en común nuestro querido y maltrecho País con el “Bel Paese”, la bella Italia?

Bueno, además de compartir altísimos e históricos niveles de corrupción, nuestros lábaros ostentan los mismos colores, nomás que al de ellos se les cayó el águila.

Somos −ambas dos− naciones eminentemente católicas y futboleras, nomás que ellos sí saben jugar y nosotros sólo vemos los partidos como excusa para beber cerveza y organizar una comilona.

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Y a propósito de lo anterior, las respectivas gastronomías me resultan excelsas e imprescindibles. Sencillamente no podría yo vivir sin ninguna de las dos.

Finalmente, dentro de poco, ambos países tendrán a sendas mujeres como jefas de sus correspondientes gabinetes de gobierno: Dentro de ya muy poco tiempo (¡gracias, Diosito!), ya nomás que don AMLO termine de no hacer nada y asuma la doctora Claudia Sheinbaum como la primera mujer presidente de los mexicanos; mientras que en la bota peninsular se desempeña, desde hace un par de años, como presidente del Consejo de Ministros, una tal Giorgia Meloni (pronuncie su nombre con la musicalidad que exige la lengua romana y no olvide nunca juntar los dedos de cada mano, puntas hacia arriba, mientras los agita al ritmo de las sílabas).

Bueno, aquí una anécdota sobre la signora Meloni:

Italia celebró este 25 de abril, tal como viene haciendo desde hace casi 80 años, el Día de la Liberación, que conmemora el triunfo de la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, el final de dicho conflicto, así como de la ocupación nazi y la caída del fascismo, ese régimen de terror autoritario, ultranacionalista, catoliquero y mesiánico instaurado por “il Duce”, Benito Mussolini.

Pues como que sí es cosa de celebrarse, ¿no cree usted?

Pero sucede que Meloni milita en el ultraconservadurismo, concretamente en el partido Fratelli D’Italia de ideología neofascista. Desde muy joven, la ragazza Meloni se adscribió a las juventudes del Movimiento Social Italiano, otra fuerza política fundada por antiguos seguidores del dictador.

Meloni se describe como cristiana, conservadora y feminacionalista, y se opone a todo lo que huela a progresismo: aborto, matrimonios igualitarios y hasta a la globalización, pues en su doctrina el valor supremo es La Patria.

¿Por qué la votaron Primera Ministra? Bueno, se dice que el Imperio Romano colapsó porque su élite política se intoxicó a largo plazo con el plomo de las copas y vasos en que bebía vino. Así que mi teoría es que los italianos no han podido reducir aún los niveles de este metal en su sangre.

Citando a Meloni, ella dice tener una relación muy serena con el fascismo y que Mussolini fue un buen político:

“Sí, incurrió en algunos errores, como las leyes raciales, la entrada en la Guerra Mundial y todo el autoritarismo”, defiende Meloni. “Pero fuera de eso no estuvo tan mal”. Además de que: “Todo lo hizo por Italia” (¡Ah, bueno!).

El día de la conmemoración antes referida, estaba previsto que la televisión y la radio del Estado emitieran un mensaje alusivo a la caída del fascismo a cargo del escritor de izquierda, Antonio Scurati, quien ha publicado algunos libros sobre Mussolini y su doctrina.

¿Quién creen que utilizó todo su poder e influencia para vetar la participación de Scurati y evitar a toda costa la lectura del texto conmemorativo?

Exacto, doña Meloni adujo cualquier cantidad de excusas, pero todo el periodismo y hasta algunos correligionarios de la Primera Ministra se solidarizaron con el escritor ante lo que era un evidente acto de censura propio de la doctrina fascista, cuya caída se conmemora y que al mismo tiempo se profesa por parte de la jefa del gabinete y otros miembros del gobierno.

Ahora bien, toda proporción guardada y dicho sea con todo respeto (como dice nuestro Tlatoani cada vez que le va a faltar el respeto a alguien), recordemos lo acontecido la semana pasada en esta Italia pozolera llamada México:

Pescada del cogote, como la tiene el aún Presidente de México, la virtual presidente electa que habrá de sucederlo en el poder, se vio obligada a recordar el apoteósico triunfo electoral de su padrino en el año 2018.

Sugirió entonces, de manera bien orgánica y espontánea, que la fecha de aquella “gesta” democrática encabezada por el modesto Rey Chiquito del Palacio Grande (1 de julio), debería sumarse como efeméride al calendario oficial bajo el modesto concepto de “Día de la Revolución de las Conciencias”, porque obviamente siglos de enajenación popular y apendejamiento masivo, se disiparon para siempre durante aquella histórica jornada en la cual el pueblo bueno y sabio eligió a Andrés Manuel López Obrador como su salvador.

Sheinbaum ofreció otro par de alternativas igualmente mesuradas y para nada lisonjeras: “Día del Triunfo de Pueblo” o “Día de la Verdadera Democracia”. No parece muy segura de cuál podría ser la mejor opción, pero no le tiembla la mano para afirmar que una consulta popular al respecto podría ser una de las primeras acciones de su gestión.

No sé si alcanza usted a percibir la correlación entre ambas anécdotas, pero sí sepa que no intentaría yo ni con mucho comparar al fascismo con la 4T, o la descarada represión de Meloni con la babosa iniciativa de la doctora Sheinbaum de institucionalizar el triunfo electoral del obradorato como día feriado nacional.

Sólo intento reflexionar en lo fútil y patético que resulta querer moldear la identidad de un país desde la ideología, cualquiera que ésta sea.

Es muy arrogante suponer que por ser el partido en el poder, todos sus principios, ideales y luchas se convierten en automático en símbolos y valores de carácter nacional.

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La Historia nos ha enseñado que al cabo de un periodo de gobierno, una fuerza política puede ser completamente erradicada y que las ideologías se van alternando en las verdaderas democracias.

Pero para incorporar algo a nuestro catálogo histórico es menester la perspectiva del tiempo para determinar si tal o cual evento, si tal o cual personaje, si tal o cual movimiento de verdad contribuyeron a darnos una nación más justa, equitativa y próspera.

¿El triunfo de Andrés Manuel institucionalizado como festivo? La chairiza chillará que sí, como fanática adolescente del K-Pop.

Pero si hasta el fascismo de Mussolini ejerce hoy el poder en Italia y tiene por lo tanto voz y voto en el Europarlamento, lo de menos es que el día de mañana ocupe la Presidencia de México alguien radical y diametralmente opuesto a los credos de Morena, y con la mano en la cintura fulmine estos intentos del Peje para construir en vida su propio monumento. Lo dicho, tratar de autoobsequiarse así la posteridad es sencillamente patético.

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