De la ineptitud a la malicia criminal: reflexión sobre la navaja de Hanlon y los gobiernos
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“Nunca tomes como malicia aquello que puede ser perfectamente explicado por la estupidez”. Robert J. Hanlon denominó a esta frase como “la navaja de Hanlon” (Hanlon’s razor). Se considera que esta famosa frase atribuida a Hanlon fue de una u otra forma usada antes por distintos personajes, algunos muy famosos como Napoleón Bonaparte, quien en alguna ocasión dijo: “Nunca consideres como malicia aquello que puede explicarse por incompetencia”. O el escritor y filósofo alemán Goethe, quien en 1774 escribió: “Malentendidos y negligencia crean más confusión en este mundo que la malicia y las tretas. Los últimos dos son mucho menos frecuentes”.
El general alemán Kurt von Hammerstein-Equord usaba una especie de navaja de Hanlon para evaluar a sus subordinados: “Divido a mis oficiales en cuatro grupos. Los hay inteligentes, diligentes, estúpidos y flojos. Usualmente dos de esas características se combinan. Algunos son inteligentes y diligentes, esos van en el equipo cercano del General. El siguiente grupo son los estúpidos y flojos, ellos forman el 90 por ciento de cada ejército y están capacitados para responsabilidades de rutina. Aquellos que son inteligentes, pero flojos están calificados para responsabilidades de alto liderazgo, porque esos poseen la claridad intelectual y la compostura necesaria para decisiones difíciles. Uno debe tener cuidado con aquellos que son estúpidos y diligentes, esos no pueden recibir responsabilidad alguna porque sólo causarán problemas y desorden”.
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Hanlon y estos famosos personajes y sus versiones de la navaja de Hanlon parecen dar en el clavo para ayudarnos a entender relaciones entre personas y las relaciones de personas con sus gobiernos y burocracias. ¿Cuántas veces no hemos pensado que alguien más “la trae contra nosotros” o que alguien nos desea el mal, actúa con malicia en temas donde los afectados somos nosotros? Tal vez hemos estado condicionados por la famosa frase del pesimista y desconfiado, atribuida a Maquiavelo, del “piensa mal y acertarás”, y eso nos hace inmediatamente querer acertar pensando mal, pensando que hay malicia detrás de simples actos donde la otra parte no tenía malicia y solamente fue distraído, algo desconsiderado o poco empático. Puede ser buena idea en nuestras relaciones personales con familiares y amigos alejarnos del “piensa mal y acertarás” y de siempre pensar que existe malicia cuando situaciones y malentendidos pueden ser explicados de forma menos extrema y más casual.
Pero ¿qué pasa con la relación entre gobiernos, en sus distintos niveles y burocracias, y ciudadanos? La navaja de Hanlon es una buena herramienta para tratar de entender el servicio público y nuestra relación con este. Es importante señalar que la gran mayoría de quienes participan en el servicio público, desde el elevadorista de Palacio Nacional hasta el Presidente de la República y pasando por el agente del Ministerio Público, el encargado de procesar licencias de manejo, permisos de construcción o revisiones a expendios de cerveza, son personas bien intencionadas y, en muchos casos, tienen sueños de verdaderamente llegar a cambiar lo que está mal o no funciona en su área de influencia. El expresidente Enrique Peña Nieto sorprendió hace casi ocho años a todo México cuando dijo: “un presidente no creo que se levante, ni creo que se haya levantado pensando, y perdón que lo diga, cómo joder a México”. Y me parece que tiene razón.
Estoy seguro de que él, sus antecesores y su sucesor no tuvieron un sólo día de su mandato en el que se hayan levantado y conscientemente pensado para sí mismos cómo ese día iban a joder al país. No veo malicia. Pero Hanlon (junto a Napoleón, Goethe y Hammerstein) nos da la respuesta que parece explicar gran parte de lo que no funciona con los gobiernos (en todos sus niveles y poderes) de nuestro país y su clase política.
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No es que tengan malicia, hay ineptitud, negligencia, hay gente sin preparación ni miras altas en posiciones que no merecen, hay, también, estupidez. Y esto se repite como relojito. En algunos casos más, en otros menos. A veces obvio y en ocasiones imperceptible. Quienes ascienden al poder en nuestro país, con demasiada frecuencia, han preferido armar equipos y pactos (políticos y económicos) con quienes no lo merecen, pero les funciona porque son cercanos, son leales, son amigos, cuates, compadres. Eventualmente se pierden los ideales de cambio y transformación y se catafixian por un costal de papas o de promesas y otros datos. Se olvida la idea de dar golpes de timón para enderezar el rumbo y se sostienen políticas, prácticas, costumbres y personas que claramente no darán el ancho y seguirán haciendo que los Planes Nacionales de Desarrollo de cada seis años sean un compendio de buenas intenciones, en cuanto a crecimiento económico, mediciones de seguridad o reducción de pobreza.
Seré el primero en defender, casi por sistema, a quienes se dedican a la administración pública, electos o no, y afirmar que no creo que tengan malicia; pero también seré el primero en decir que para corregir los problemas y errores hay que aceptar que existe un problema y que la ineptitud, la negligencia, el descuido o la estupidez, sostenidas en el largo plazo, se convierten poco a poco en malicia casi criminal. Cerca de Saltillo hay un ejemplo claro de esto. El tramo de la carretera 57, conocido como Los Chorros. No creo que haya habido malicia de origen, pero no arreglarlo y dejar que sea la tumba recurrente de ciudadanos se convierte en malicia criminal.