De qué sirve planear en Coahuila
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Un problema serio de las administraciones públicas es querer salir al quite sin tener absolutamente una visión a largo plazo, una visión sustentable e incluyente
Planear, sin ejecutar posteriormente, de poco sirve. Se vuelve mera verborrea sin sentido, palabras al aire, letra muerta, derroche de tiempo y papel.
Un problema serio de las administraciones públicas es querer salir al quite sin tener absolutamente una visión a largo plazo, una visión sustentable e incluyente. Ahí está Saltillo, cuando el ego de un gobernador mandó a construir puentes y más puentes sólo por presumir y vender una imagen, sin pensar a largo plazo, sin pensar en otra movilidad, sin pensar que, al paso del tiempo, lo único que pasaría sería la saturación de las vialidades.
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Así como Saltillo, está el resto del estado. Torreón, particularmente, vive serios conflictos viales en la actualidad, nacidos de un desorden y una mala planeación que en los hechos no parece querer corregirse.
Cada vez se vuelve imposible transitar por ciertas arterias, y lo único que se piensa y se cree es que ampliándolas se va a solucionar el problema. La obra Abastos-Independencia está desquiciando el tráfico. Cuando antes hacías de 15 a 20 minutos de norte a centro de la ciudad, ahora la demora es de al menos el doble de minutos en la hora pico (19:00 horas) debido a los trabajos actuales.
En Villa Florida, la obra que se realizó para mantener el flujo continuo, pronto quedó rebasada y ahora se busca ampliar los carriles, lo que ha generado el descontento –con justa razón– de los vecinos. Lo que se quiere hacer, sobra decir, no resolverá el problema a largo plazo.
El problema, nuevamente, sigue siendo querer salir al quite de forma inmediata, sin ordenar el desorden actual. Y por eso el cuestionamiento: ¿De qué sirve planear?
Desde hace años, invariablemente, cada administración municipal elabora un plan municipal de desarrollo para el trienio correspondiente. Si le ponemos lupa al mismo, resulta que poco se cumple, sobre todo en materia de ordenamiento. Lo peor es que lo que no se hace se vuelve a plasmar al siguiente plan. Y así seguimos.
También desde hace años se realizan foros y mesas redondas para recoger propuestas de planeación, estrategias e intervenciones. Se menciona que se trabajará con las universidades y colegios de especialistas. Se toman fotos, pero poco se hace.
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El Plan Director de Desarrollo Urbano (PDDU) de Torreón, realizado por el Instituto Municipal de Planeación, por ejemplo, vislumbraba una red de infraestructura ciclista a desarrollar por etapas, hasta alcanzar 418 kilómetros lineales de infraestructura ciclista distribuidos en 64 proyectos a corto, mediano y largo plazo.
Para el corto plazo se estimaba que en este 2025 se tendrían que haber realizado 16 ciclovías para un total de 97.78 kilómetros. Pero el plan quedó en el papel, pues apenas existe la mitad de esas estimaciones. De hecho, desde 2021 la última inversión en infraestructura de este tipo fueron los 400 metros del corredor Matamoros.
AL TIRO
Proyectos, planes y diagnósticos se difunden y se trabajan, pero rara vez se convierten en políticas públicas sostenidas que trasciendan los periodos de gobierno. Cada administración llega con su propio sello, desecha lo anterior y comienza de cero (véase los interminables proyectos para el centro de Torreón), como si la ciudad fuera un tablero nuevo cada tres años. Esa falta de continuidad impide consolidar una visión de largo plazo y convierte la planeación en un simple trámite administrativo más, sin consecuencias tangibles para la ciudadanía.
Los documentos quedan archivados, sin indicadores públicos que permitan conocer su grado de cumplimiento. ¿Cuántos kilómetros de ciclovía se construyeron en relación con lo planeado? ¿Cuántos árboles se plantaron y cuántos sobrevivieron? ¿Qué porcentaje de proyectos fueron cancelados o modificados? Sin transparencia, los planes no son instrumentos de gestión, sino promesas que se diluyen en la opacidad y en el cambio constante de prioridades políticas.