La corrupción, el populismo y la ineficiencia que matan

Opinión
/ 26 octubre 2025

A veces, la culpa no recae sólo en una persona, sino en un sistema que falla: falta de protocolos, recortes presupuestales o ausencia de regulación. En esos casos se habla de responsabilidad institucional o estructural. Y esto justo se asocia con lo ocurrido en San Pedro

La corrupción, el populismo y la ineficiencia matan. Lo hace al deteriorar servicios esenciales, al debilitar las instituciones, al optar por el clientelismo antes que otra cosa.

La corrupción, el populismo y la ineficiencia matan. Lo hace cuando no construye infraestructura segura, cuando hay mala calidad de hospitales, escasez de medicamentos o falta de atención médica de calidad.

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La corrupción, el populismo y la ineficiencia matan. Lo hacen cuando no existen planes o estrategias preventivas en diferentes ámbitos como el climático, como el mantenimiento de carreteras, de obras.

La corrupción, el populismo y la ineficiencia matan cuando deteriora servicios básicos como la salud y la educación.

El miércoles, un niño de 6 años, Anuel, estaba en su clase de educación física en una primaria del municipio de San Pedro, Coahuila, cuando la estructura de una obra se desplomó y le cayó encima. Anuel falleció. La obra era parte del programa “La Escuela es Nuestra”, un programa del Gobierno Federal que surgió en 2019 con el objetivo de mejorar la infraestructura y equipamiento de los planteles públicos de educación básica, mediante la aportación de un subsidio económico directo a las comunidades escolares por conducto de la instalación de Comités Escolares de Administración Participativa para el mantenimiento, rehabilitación, equipamiento o construcción de espacios educativos, así como para brindar servicio de alimentación y apoyar la ampliación de la jornada escolar.

Es decir, el programa entrega dinero a los padres de familia y ellos son los encargados de continuar los procesos para utilizar los recursos. Así, sin más vigilancia.

En el discurso, la participación de padres de familia y la eliminación de intermediarios suena bien en el papel, pero cuando sustituyen la obligación del Estado de garantizar seguridad, planeación y supervisión técnica, se convierten en una trampa. Una trampa que cuesta vidas, como la de Anuel.

Si un accidente se pudo evitar con medidas razonables –por ejemplo, mantenimiento, capacitación, supervisión o cumplimiento de normas– y esas medidas no se tomaron, existe una responsabilidad.

La negligencia, entendida como la falta de cuidado ante algo previsible, demuestra que alguien pudo prever el riesgo y no actuó.

A veces, la culpa no recae sólo en una persona, sino en un sistema que falla: falta de protocolos, recortes presupuestales o ausencia de regulación. En esos casos se habla de responsabilidad institucional o estructural. Y esto justo se asocia con lo ocurrido en San Pedro.

Si algo era claramente prevenible y no se hizo por omisión, descuido o negligencia, sí debe haber responsables –porque la previsibilidad implica deber de cuidado.

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AL TIRO

A raíz de la muerte de Anuel, de 6 años, distintas voces señalaron que lo ocurrido tendría que servir para corregir, para cambiar reglas, modos, coordinación.

Pero esto no debe ser así. No tendríamos que esperar a que ocurran estas tragedias para poder, ahora sí, hacer lo que desde un inicio se debió hacer.

Porque al final, detrás de cada estructura que colapsa, de cada hospital sin medicamentos o carretera sin mantenimiento, hay decisiones tomadas –o no tomadas– por alguien. Hay un expediente que no se revisó, una supervisión que no se hizo, un recurso que no se aplicó donde debía. Decir que fue un accidente es una forma de borrar esas cadenas de decisiones y de diluir la responsabilidad entre todos, cuando en realidad tiene nombres, cargos y presupuestos asignados.

Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la universidad La Salle Laguna. Tiene más de 10 años como periodista. Es corresponsal de Vanguardia en la región Laguna, así como reportero investigador de Semanario. Ha trabajado y colaborado en otros medios como Revista de Coahuila, Newsweek en Español, SinEmbargo, W Radio, Imagen Laguna, entre otros. Fue becario de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y de la Red Global de Periodismo de Investigación. Ha obtenido premios y reconocimientos como el Premio Nacional de Periodismo Rostros de la Discriminación y el Premio Nacional de Periodismo y Divulgación Científica, así como menciones honoríficas en el premio de la Sociedad Interamericana de Prensa y el Premio Latinoamericano de Periodismo sobre Drogas. Actualmente también se desempeña como corresponsal de El Universal en Coahuila y Durango y es profesor de la Universidad Iberoamericana Torreón.

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