De renuentes e incapaces

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Renuente: reacio o que muestra resistencia a hacer algo. Incapaz: quien carece de la aptitud necesaria para hacer algo. Vino a mi mente esta semana una frase que leí −en inglés− por primera vez en 1994 y que memoricé inmediatamente por la profunda impresión que me causó y que con frecuencia me ayuda a explicar mi País, donde los cambios son difíciles y cuando se dan son de 360 grados; acabamos igual, pero mareados.
Cursaba mi último semestre de la carrera de Economía en el Tecnológico de Monterrey y tuve la fortuna de ser considerado para un trabajo en la Secretaría de Hacienda en Palacio Nacional. Semanas antes de mi graduación fui invitado a una entrevista (eventualmente serían tres viajes de Monterrey o Saltillo al DF). Volaba por la aerolínea TAESA (sí, esa que algunos decían tenía el slogan “si su vida no le interesa, vuele por TAESA”) porque era la más barata y yo era un estudiante que aspiraba a conseguir un trabajo que pagaría unos 3 mil 800 pesos (unos mil 100 dólares en julio de 1994, que se convirtieron en 690 para enero de 1995). No volaba con frecuencia y para mí era toda una experiencia ir al DF. Platicaba con mis compañeros de asiento en el avión, con los taxistas, el elevadorista encargado del elevador del Edificio 10 −de 3 pisos− en Palacio Nacional. Me presenté la primera vez en Palacio Nacional por ahí de abril o mayo de 1994, Salinas de Gortari era todavía presidente y seguía muy fresca la memoria de Colosio (también economista del ITESM) en Lomas Taurinas. Tuve varias entrevistas en ese primer viaje, pero una en particular, con un joven subdirector de nombre Pedro, persona altamente capaz y preparada, de excelente trato y modos que en la pared de su oficina tenía colgado un cuadro enmarcado con la frase (en inglés): We, the unwilling, led by the unqualified, are trying to do the impossible with nothing; que se traduce más o menos como: “nosotros los renuentes, liderados por los incapaces, estamos tratando de hacer lo imposible con nada”. Lo interesante es que eventualmente me daría cuenta que la frase aplicaba, en la parte de los renuentes, sí para muchos en el gobierno, pero no para todos y mucho menos para Pedro y su equipo compacto de tres personas y nuestro jefe Miguel (con quien estoy eternamente agradecido por la oportunidad y quien no ha dejado de poner su esfuerzo y dedicación en una carrera de más de 30 años en el servicio público). Estoy convencido de que existen áreas en la administración pública donde hay gente que no es renuente y funcionarios de alto nivel que definitivamente no son incapaces. Sin embargo, es muy difícil encontrarlos en cantidades relevantes y al mismo tiempo en las mismas dependencias. Por décadas ha habido gente valiosa en el gobierno (tal vez ahora más difícil porque la 4T se ha empeñado en pauperizar el servicio público y hacerlo menos atractivo para quienes tienen opciones) en posiciones de todos niveles, pero están frecuentemente rodeados de un “ecosistema”, por llamarle de alguna forma, que no necesariamente promueve las eficiencias, lo práctico, los resultados, la maximización de presupuestos, los objetivos trascendentales y que se convierte en una selva de incentivos perversos que generan resultados poco deseables. Así es como la burocracia se convierte en una plaga. Los nombramientos políticos, el amiguismo, los funcionarios de alto nivel a los que les queda grande y honda la piscina y, especialmente, el hecho de que el Gobierno mexicano no tiene ni ha tenido recursos suficientes para pensar más allá de las nóminas y pensiones (gasto corriente ya programado) del corto plazo. Así tenemos el país que aquel cuadro del edificio 10 de Palacio Nacional pronosticaba: imposible aspirar en grande cuando muchos ciudadanos están renuentes a participar o apoyar, cuando desde el gobierno o desde posiciones de autoridad en la sociedad civil nos encontramos liderados por individuos que no tienen la preparación, las calificaciones, la experiencia, la capacidad para señalar el rumbo y definir y ejecutar el plan de una verdadera transformación que sigue siendo urgente. Por eso la transformación se antoja, como bien presagiaba aquel cuadro, imposible. Nos falta voluntad, nos falta liderazgo, nos faltan recursos.
No podemos transformar al País cuando son sólo unos cuantos quienes aportan recursos para tener un gobierno efectivo, para infraestructura, para educación, para salud, para aeropuertos, carreteras, trenes, programas sociales que reduzcan pobreza, para romper el círculo vicioso en el que nos encontramos ya por décadas y podamos activar y cultivar la voluntad y la capacidad que acompañen la transformación que le debemos al País.
Le perdí la huella a Pedro y no sé si dejó aquel cuadro en Palacio Nacional; trataré de hacer contacto con él y platicarles.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com