DeepSeek:La Inteligencia Artificial en la Guerra Fría digital
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El veto del Pentágono a DeepSeek es una señal de que Washington no sólo teme la filtración de información, sino que también busca limitar la expansión de una IA extranjera
La inteligencia artificial no deja de evolucionar y, con ella, la carrera entre potencias tecnológicas se intensifica. En las últimas semanas, DeepSeek, un chatbot de IA desarrollado en China, ha acaparado titulares en todo el mundo, al punto de que el Pentágono decidió bloquear su uso entre sus empleados debido a su creciente popularidad.
La decisión ha reavivado debates sobre la seguridad, el control de la información y la competencia global en inteligencia artificial. ¿Es DeepSeek un competidor real de ChatGPT? ¿O es, como algunos sugieren, un riesgo latente para la ciberseguridad? El fenómeno DeepSeek ha irrumpido en el mercado con la promesa de ser una alternativa gratuita y potente a los chatbots de IA occidentales. Su atractivo radica en sus 36 funciones disponibles sin costo, algo que lo diferencia de modelos como ChatGPT, que han optado por versiones premium, con acceso limitado para usuarios gratuitos.
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La popularidad de DeepSeek ha crecido exponencialmente, especialmente entre empleados del gobierno estadounidense y corporaciones tecnológicas, lo que llevó al Pentágono a tomar medidas drásticas. El veto a DeepSeek no es menor: su implementación se dio después de que funcionarios detectaran un uso intensivo por parte del personal del Departamento de Defensa. Aunque no se ha publicado un informe oficial detallando los motivos, fuentes cercanas al caso han señalado preocupaciones sobre la seguridad de los datos y la posible filtración de información sensible a través de la herramienta china. ¿Un competidor real para OpenAI?
Mientras ChatGPT ha sido la referencia en inteligencia artificial conversacional desde 2022, DeepSeek está desafiando su hegemonía con una propuesta agresiva: más accesibilidad, sin restricciones de pago y con un modelo de lenguaje que, según algunas pruebas, iguala e incluso supera a su contraparte estadounidense en ciertos escenarios. Sin embargo, la clave no sólo está en el rendimiento, sino en la confianza y en la percepción del usuario.
El CEO de DeepSeek, un exejecutivo de Baidu, ha sido claro en sus declaraciones: la IA debe estar al servicio de todos y sin restricciones innecesarias. Esto choca con el modelo de negocio de OpenAI que, bajo el liderazgo de Sam Altman, ha priorizado monetizar su tecnología para sostener su crecimiento y desarrollo. Pero más allá del modelo económico, el verdadero dilema es la seguridad. Las vulnerabilidades de la AI.
DeepSeek no ha superado ninguna de las pruebas de seguridad estándar para chatbots de inteligencia artificial. Esto incluye evaluaciones de sesgo, protección de datos y mecanismos contra el uso indebido de la herramienta. A diferencia de ChatGPT, que ha implementado filtros y controles para evitar la generación de contenido peligroso, DeepSeek parece haber sido diseñado con un enfoque más permisivo, lo que podría explicar su atractivo, pero también su potencial peligro.
Analistas destacan que el control regulatorio de DeepSeek es, hasta ahora, un enigma. Si bien el gobierno chino ha adoptado medidas estrictas sobre el desarrollo de IA, la falta de transparencia sobre el entrenamiento y el manejo de datos de este chatbot plantea preguntas legítimas sobre su seguridad y uso ético.
El caso DeepSeek es un nuevo episodio en la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China. En los últimos años, hemos visto cómo el control de los semiconductores, la censura de aplicaciones y las restricciones a empresas como Huawei han sido herramientas de presión en la pugna por la supremacía digital.
Ahora, la inteligencia artificial se suma al tablero de juego. El veto del Pentágono a DeepSeek es una señal clara de que Washington no sólo teme la filtración de información, sino que también busca limitar la expansión de una IA extranjera en su ecosistema. Mientras tanto, en China, el gobierno parece más abierto a que su tecnología compita a nivel global, en un intento de desafiar el dominio estadounidense en este campo.
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El caso DeepSeek nos deja varias reflexiones. Primero, la IA se está convirtiendo en un campo de batalla geopolítico, donde la accesibilidad y la seguridad son tan importantes como la innovación. Segundo, el usuario promedio tiene cada vez más opciones, pero también más riesgos al elegir qué herramientas usar. Y tercero, el futuro de la inteligencia artificial no sólo lo definirán las empresas tecnológicas, sino también los gobiernos y sus políticas de regulación. Si algo ha quedado claro con la irrupción de DeepSeek es que la competencia en IA no sólo se juega en Silicon Valley.
El mundo está viendo cómo emergen nuevas alternativas, algunas más accesibles, otras más permisivas, pero todas con el potencial de cambiar nuestra relación con la tecnología. La pregunta ahora es: ¿quién controlará el futuro de la inteligencia artificial? Y, sobre todo, ¿quién podrá confiar en ella?
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