Dichos no muy dichos

Opinión
/ 3 junio 2024

He recogido de gente de Saltillo de toda la vida algunas expresiones que ayer se usaron y que para nuestra desgracia ya no se emplean hoy. Digo “para nuestra desgracia” porque esos modos de hablar tenían ingenio y gracia: eran adornos que engalanaban la conversación; especias que sazonaban la cotidiana sopa de la vida.

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He aquí algunas de esas expresiones de nuestros padres, abuelos y bisabuelos:

- Esto se puede hacer sin tomar agua bendita.

Se decía de lo que podía hacerse sin faltar a ningún ordenamiento humano o divino. Por ejemplo: “Ya estoy pedida y dada, padre. ¿Puedo darle a mi novio la mano para que me la bese?”. “Sí, hija. Ya puedes hacer eso sin tomar agua bendita”.

- Ser una mula desorejada.

Ser un pillo, un bribón.

- Aguja para amortajar suegras.

Era una aguja fuerte y poderosa, capaz de coser el hilo más grueso en puntadas que con nada se iban a romper.

- Es puro pájaro nalgón.

Se usaba para motejar a quien era largo en palabras y corto en hechos.

- Estará haciendo un calendario.

Se aplicaba a quien estaba pensativo, con la mirada perdida en el vacío.

- Pedro Liso y Juan Rasposo.

Frase usada cuando pagaban justos por pecadores. “Pedro Liso” era “Pedro lo hizo”.

- Ese le saca la lengua a un ahorcado.

Se decía de alguien que era atrevido y descarado, que no se detenía en nada para salirse con la suya.

- ¡Malajos!

Interjección equivalente a ¡malhaya! Tiene carácter despectivo.

- Quedar a la altura del betún.

Quedar por los suelos. El betún era la grasa con que se daba lustre a los zapatos.

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- Más desocupado que peluquero en lunes.

Se usaba para decir que alguien estaba ocioso, sin trabajo. En vez de “peluquero” se empleaba a veces otra palabra, femenina, también empezada en pe, que no podía decirse en presencia de señoras.

- Estar a la cuarta pregunta.

Estar muy pobre. Busqué esa expresión en el Refranero de México, del sapiente paremiólogo señor Rivera, y aprendí ahí que antiguamente el cura párroco hacía varias preguntas al novio que pretendía contraer matrimonio. La cuarta se refería a sus posibilidades económicas para afrontar los gastos del casorio y de la manutención del hogar, de modo que “estar a la cuarta pregunta” era estar inope, indigente, arruinado.

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