Dichos redichos
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Por tierras del Bajío anduve hace unos días. Esa región, ahora tan castigada por la violencia criminal, es rica en refranes, y mis anfitriones conocían algunos muy sabrosos. Hoy los comparto con mis lectores, pues el que no comparte no merece.
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“El buen gavilán no chilla; nada más papalotea”.
Lo usan los rancheros que tienen hijos varones pequeños cuando éstos van a llorar por algo.
“La mujer y la gata, de quien la trata”.
Misógino refrán según el cual insistiendo se consigue al fin la afición de alguna dama.
“Mejor un ‘¡cabrón!’ a tiempo que un sermón mal deletreado”.
Quiere decir que sirven más las palabras claras que los rodeos al hablar.
“No porque me vea en guaraches piense que soy guarachero”.
Equivalente campirano de “El hábito no hace al monje”.
“A la hora de freír frijoles, manteca es lo que hace falta”.
Cuando llega la hora de la verdad hay que tener valor.
“Una vez subido al macho pocas son diez respingadas”.
Ya conseguido un propósito no importa que surjan dificultades.
“Hasta los palos del monte nacen con destinación: unos sirven pa’ hacer santos, y otros para hacer carbón”.
De la misma manera que las maderas sirven para diferentes cosas −unos para hacer figuras de santos; otras para sacar de ellas carbón que arda− también las personas tienen diversos destinos según su talento natural.
“El que ha nacido en petate siempre anda apestando a tule”.
Quiere decir que nadie puede negar su origen.
“No vengo por ti, ventana; vengo por la que se asoma”.
Lo dice irónicamente quien se dirige a una persona, pero en verdad se está refiriendo a otra.
“Como la yunta de Silao: tan malo el pinto como el colorao”.
Equipara a dos de la misma traza.
“Convidado y con ollita”.
Se refiere al que recibe algo gratuitamente y todavía pide más.
Sabrosos dichos todos estos que antes enriquecían el habla y hoy están casi desaparecidos.