Dios juega a los dados con la humanidad; ¿amor, alma?, sólo invenciones
Divertimientos. Meros juegos de inteligencia. Tiro de dados, de cubilete; mazo de naipes: ¿del destino o azar? La teoría es vieja, tan vieja como la humanidad: los dioses juegan a los dados con nosotros, tristes y alicaídos humanos. Vamos, ¿eso llamado alma? Pues la inventó Platón en una noche de juerga. El cristianismo, que se ha nutrido de todos y todas las culturas, en su momento lo rescató y lo hizo suyo. El alma, usted lo sabe lector, es un resabio platónico. Pero seguimos creyendo en ello y en otra cosa que nadie ha visto igual: sí, el espíritu.
¿El amor? Un invento de los trovadores provenzales hacia la Edad Media. Hemos inventado diversos tipos y matices de amor para no andar caminando en el vacío. Hemos inventado el apego al amor como una tabla de salvación. Cuando este amor se evapora, la gente se suicida. Así de sencillo. Es decir, nos hemos creído nuestras propias mentiras y juegos. Los suicidas por amor toman una decisión eterna (morir), por un sentimiento efímero y pasajero (amar). Y aquí son legión.
Dije una “tabla de salvación”. ¿Salvación de qué? De eso, de estar vacíos y en soledad. Hay poca gente que puede estar a solas consigo mismo. Alguna vez los famosos estudiosos del “Círculo de Viena” dijeron que la metafísica era una rama de la literatura fantástica. Entusiasta, el divino ciego Jorge Luis Borges hizo suyo el aforismo y construyó una obra portentosa y polifónica, la cual es eterna y sigue maravillando a todos.
Insisto, ¿el amor, el alma? Intangibles que ya perdieron posibilidad de ser auténticos hoy en día. ¿El amor? Un sueño, una voluta de humo, luego... ¡Plof! ¿Eso llamado alma? Pues es la nada. De existir, es un estorbo, un enfado. ¿No sería mejor entretenernos días y días con algunos buenos juegos mentales y tirada de naipes con palabras? Usted lo sabe, el alípedo Aquiles nunca va a alcanzar en su carrera veloz a la burocrática tortuga. Sí, es una reconocida paradoja del mundo antiguo. Interesante lo anterior lo cual da para libros enteros. Todo ello más interesante al efímero amor.
¿Quién fue? ¿El mismo marinero y poeta Philippe Lowell, el divino ciego Jorge Luis Borges, el erudito Frank Stinkfoot, quién soltó el siguiente chisme incorregible?: se parte de que el tiempo es infinito. Entonces, amamantando y educando a un mono y su descendencia y otorgándoles todas las palabras de –por ejemplo– “La Divina Comedia” o “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes; el mono y su descendencia y al azar en una “ars combinatoria”, ¿podría escribirlas tal cual y de nuevo?
Sin duda, las dos anteriores paradojas o juegos y divertimentos son mejor y más entretenidos a la política de vecindario actual. O a eso llamado amor. Pero no mejor que el sexo. El sexo por el sexo. Los humanos somos lo únicos que lo disfrutamos así: sexo por placer. Sexo por sexo. El sexo a diferencia del amor, tiene muchos beneficios: es placentero, agradable, es gratuito y no aburre. Se puede practicar diario y tonifica la vida.
Llegamos al punto: quisieron los hados de los libros y el buen azar, en días pasados di con una novela corta o relato largo, según su enfoque, señor lector, del catalán Pere Gimferrer. El título: “La Calle de la Guardia Prusiana”. Una especie de divertimento, un texto a mata caballo entre la pornografía y el erotismo. Poco o nada de amor. Texto de emociones y pasiones, entre la iniciación sexual de los protagonistas y las oleadas llamantes que mezclan cine, arte, artistas, arte en general y, claro, literatura.
ESQUINA-BAJAN
De este pequeño y bello opúsculo he subrayado con base en mis apetencias y búsqueda de señales, aristas donde aprendemos de gastronomía, arte, libros, pornografía y erotismo. Y claro, del cegador calor y amor. La siguiente es una anárquica selección de citas de diversos temas, repito, uno de ellos, ese intangible y sobrevalorado amor. Pero insisto: ¿No sería mejor y de más utilidad saber por qué el alípedo Aquiles jamás va a alcanzar en su carrera a la lenta tortuga? ¿No sería mejor saber y polemizar en una buena tertulia, a dónde se va el calor de una taza de café cuándo ésta se enfría? Lea usted los siguientes aforismos seleccionados del poeta y narrador Pere Gimferrer en su texto “La Calle de la Guardia Prusiana.”
“¿Se siente siempre uno impostor la primera vez que besa a una mujer? Diríase que representamos –no siempre inhábilmente– un papel antiguo, que por sabido perdió hace tiempo toda posibilidad de ser auténtico...”.
“Violante me hablaba en voz muy baja. Era rubia, nerviosa, vehemente, de generoso busto e insatisfecha: perdió un hijo y soñaba con un gran amor”.
“¿Por qué soporta el hombre la vida? No hay respuesta universal a esta universal pregunta. Cada hombre tiene la suya: se vive porque así lo dicta el azar, porque así lo quiso: que nos retuviera la sonrisa de una mujer en una calle mal iluminada o sus hombros desnudos entre el humo de los cigarrillos y la música de una pianola, o una pelota de colores vivos rodando por el césped del parque un día soleado de nuestra infancia...”. Una cita más para terminar por esta vez: “El placer más intenso para ella (violante) se producía en la flagelación; para mí, cuando su índice –pintada de laca roja la uña– se introducía en mi ano. ¡Tardes de la rubia Violante!”.
LETRAS MINÚSCULAS
“La calle de la guardia prusiana”, Pere Gimferrer. Ediciones del Bronce.
Encuesta Vanguardia
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