Discurso de odio: De la agresión fingida y velada a la agresión real
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En términos de agresión, aun siendo fingida, sigue siendo agresión, manifestada por alguien que no es directo, pero que dentro de una actitud, una imitación, una sugerencia, un acto velado, finge bromear al abordar el aspecto de la persona aludida, su comportamiento o su forma de ser. Lo hace con la persona en particular, pero también es posible lo haga con un grupo, ya sea por su condición económica, por su nivel social o de estudios, o por el color de la piel, su descendencia familiar, su situación de salud.
La televisión, tradicionalmente, y ahora las redes sociales están plagadas de ataques, por supuesto, de agresión directa, pero también, en igual número, de ataques velados.
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En las comedias de situación ocurre con regularidad. Un cuadro como el siguiente se repetía con frecuencia a la hora de comparar como “bueno” el color de la piel blanca. A un grupo de niños se les pide que se coman unas galletas depositadas en un plato. Ellos se quejan: “Pero son negras”. La mujer que se los ha pedido separa las galletas unidas por el betún, y triunfante dice: “Ahora son blancas”.
En otra comedia de situación, un niño blanco, de ojos claros y cabello rubio, abre la puerta de la casa. Quien tocaba a ella no solamente va a permanecer en el exterior todo el tiempo, sin que se le permita la entrada, sino que además es extranjero, con rasgos orientales, y aunque es un hombre de mediana edad, por lo tanto, mayor que el chico, se le ve, por el encuadre de la toma y un escalón, de estatura más pequeña que el jovencito. La escena dura un buen rato y la cámara registra la superioridad del muchacho con respecto a la del oriental debido a las tomas.
En esta misma comedia de situación, los niños que forman una familia norteamericana son castigados con alimentarse del contenido de latas provenientes de México: hasta son exhibidas las marcas a la hora de mostrar a los hijos cuál es el alimento que tendrán que comer en lugar de una “apetecible pizza”, por lo cual los niños están frustrados y enojados.
Los estereotipos funcionan cuando, en una habitación en condiciones de pobreza, aparecen como mantas algo muy parecido a las cobijas mexicanas, con rayas de colores; o cuando los amigos del hombre que cumple con las expectativas de ser el ideal norteamericano son afroamericanos y, además, obesos.
Es de llamar la atención el eco de la burla sobre Puerto Rico, lanzada en uno de los últimos mítines del entonces candidato Trump. Denominarlo “isla de basura en medio del océano”, obtuvo gran rechazo de la opinión pública, pero también causó la gracia de muchos votantes. El ánimo en contra de lo ajeno al ideal, para algunos, de Estados Unidos se vio fortalecido y, por desgracia, se observó en el resultado de las elecciones.
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El discurso de odio finalmente logró captar a los votantes. Un discurso que importa a todos por la capacidad que tiene desde la alta esfera de poder para hacer y permitir que se haga.
Si desde hace tanto tiempo prosperaba este discurso, a veces veladamente y muchas otras de manera directa, el riesgo real es la proliferación en la conversión de agresión fingida a una real. El riesgo es una multiplicación que roce el peligro.