Don Óscar Wong, homenaje al amigo y periodista
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Llegó a la reunión que convocaron los amigos en su homenaje. Venía del brazo de su amada compañera de vida, su esposa Celia. Recibió un caluroso y afectuoso aplauso de todos quienes nos encontrábamos en el salón, hace pocos días.
Me acerqué a saludarlo. Venía ya del homenaje que le fue preparado por grandes amigos, en la sala Jesús Ochoa Ruesga, en Camporredondo, en la Universidad Autónoma de Coahuila, minutos antes. Lo saludé con el afecto que me produjeron los más de treinta años que llevo de conocerlo, con el cariño de un agradecimiento que llevaré siempre conmigo.
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Don Óscar Wong fue a quien sus amigos de toda la vida le dispusieron un bello homenaje en el que se habló de la manera en que llegó a sus vidas, de sus experiencias, anécdotas, y el agradecimiento que todos le profesan.
Un grupo de periodistas, Ricardo Mendoza, Pepe Mena, Carlos Arredondo, David Brondo, David García, y sus bellas esposas, y grandes amigos: Rosy del Tepeyac, Hilda Flores Escalera, todos ellos fueron sumando en sus voces las palabras para con su colega periodista, para con su eterno y fiel amigo.
A él lo conocí gracias al también grande periodista y grande maestro, Javier Villarreal Lozano, inolvidable para siempre, en los años ochenta del −¡ay!− pasado siglo. Formaron una amistad que los trascendió, pues muchos de quienes tuvimos el privilegio de conocerlos y coincidir, son ahora herederos de la amistad de uno y de otro.
Entre ellos siempre hubo jovialidad y buen sentido del humor: aparecían las bromas y todos cuantos estábamos a su lado gozábamos del ingenio de uno y del otro. Formaron una amistad sólida, fortalecida con los lazos de sus familias y por la vocación de ambos por el periodismo.
Disfrutaban de hablar de los hechos de actualidad, de los protagonistas de la información, de los temas concernientes a este oficio que es toda pasión. El que es trabajado desde el amor por la palabra, desde la precisión del lenguaje y la búsqueda de la verdad exhaustiva y emocionada. A ello dedicaban pláticas que eran una y todas iguales, pero diferentes: iguales en el motivo, ese entusiasmo, que no tiene igual, que procura el periodismo; diferentes por los hechos noticiosos de cada día y por la forma en que los dos lo abordaban, desde el conocimiento y la devoción por el oficio.
Don Óscar representa al amigo que siempre está ahí, desde la puntuación de una palabra hasta en las soluciones importantes de la vida: desde comprar un carro, con la generosidad que lo ha caracterizado siempre, apoyándome al necesitarlo, hasta arreglar un tema de gas en casa cuando el peligro se cernía debido al aparato. “Allá voy, abre por lo pronto ventanas y puertas”.
Siempre agradeceré su fe puesta en mí al estimular lo que podría llegar a ser más adelante en términos de escritura. Viniendo de él siempre fue para mí un gran estímulo, pues su sinceridad estaba y está por delante de todo, y entender lo que me decía y cómo me lo decía fue fabuloso aprendizaje para mí.
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Hombre auténtico, sincero, sencillo. La noche del homenaje, los amigos lo arroparon del cariño con que él, a lo largo de los años, nos ha arropado. Un video entrañable lo retrató con ellos y durante el acto celebratorio se brindaron palabras de agradecimiento, además de entregarse un libro dedicado a él, escrito desde el corazón de la larga amistad.
Estaban presentes Celia, su esposa, su hija Fernanda, queridas para siempre, a quienes se les brindaron fuertes y merecidos aplausos. Ellas, su hijo Héctor y su yerno, Jeroen Vandamme, forman una familia especial, única.
Una velada memoriosa, donde los recuerdos de unos y de otros brotaron en torno a la generosidad, a la sabiduría y a la forma de ser, auténtica, sincera y muy directa, de don Óscar.