Discurso y poder en temporada electoral 2024
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Aunque técnicamente nos encontramos en un tiempo de “silencio” mediático por parte de quienes contendrán por la Presidencia de la República y los cerca de 20 mil puestos que se ponen en juego para la elección 2024, como ya se adelantaba; la costumbre pone a los partidos, alianzas y frentes en la frontera del desacato. El proselitismo electoral sigue sin ruborizamientos. Se supone que, por este tiempo, las campañas se cancelan, es decir, no debe de haber proselitismo electoral, pero la búsqueda del poder a unos y a otros los obnubila y el discurso por el mismo, de una forma o de otra, sigue vigente.
Y es que el poder emborracha y marea a quienes lo buscan. Pues cómo no, si una vez encontrado, las cosas cambian por completo. Por eso el comportamiento de algunos mortales antes y después de haber obtenido un cargo público, no se diga si llegan a ser diputados (as), senadores (as) presidente (a) de la República. El fuero no es Dios, pero qué buenos milagros hace. ¿Ha visto el comportamiento de algunos mortales antes y después de tener el puesto que ahora tienen? El poder aliena y cancela la realidad, siendo una alegoría del servicio, se convierte en la mejor interpretación sobre quienes somos y, sobre todo, mostramos de qué estamos hechos.
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Pues aquí nos encontramos, en otro capítulo más de la historia nacional, donde esta búsqueda insaciable de poder nos coloca ahora frente a dos mujeres que no marcan diferencia con los varones que históricamente también lo buscaron y que utilizaron los mismos métodos para conseguirlos: descalificaciones, prejuicios, insultos, denostaciones, mentiras, hierros, pecados y debilidades. El discurso del respeto, la tolerancia y el diálogo democrático parece que entró en una etapa de “olvido temporal”, para atender a los asesores acostumbrados a la publicidad engañosa que es la base del capitalismo y mercantilismo salvaje que es en lo que se han convertido las campañas políticas a las que asistimos en la ruta del 2024.
Lo que nos ha mostrado la realidad en un país que sigue teniendo las condiciones sociales –pobreza y desigualdad– de hace un buen tiempo; la búsqueda de poder es algo así como decía Facundo Cabral (RIP) sobre su abuelo, que a su edad buscaba a las muchachas y luego, una vez que las había encontrado, no sabía para qué las había buscado. Eso nos lo han demostrado la mayoría de quienes nos han gobernado, independientemente de los colores partidistas.
Lo que se pone a prueba por estos días, en medio de esta maraña de información, es saber cómo distinguir el discurso engañoso del cierto, la noticia falsa de la objetiva. Créame que no es complicado, basta con que busquemos un poquito para tener claridad sobre todo lo que en el futuro inmediato se dará en los medios de comunicación masiva y que causará furor, porque por conseguir el poder los políticos son capaces de vender su alma al diablo.
En todo esto, el discurso emitido por los diferentes actores políticos, sus equipos de trabajo y sus adeptos que operan como megáfonos nos pondrán en la mesa información falsa, verdades a medias, falacias de todos tipos, sobre todo esas que apelan a los sentimientos y las emociones en la que es importante que no nos vayamos por la libre creyendo todo lo que nos “informan”.
Teun Van Dijk es el autor del libro que da título a esta reflexión y que bien valdría la pena leer en este tiempo, en el que no se sabe qué hacer con esta infodemia perniciosa que, insisto, unos y otros nos recetan y nos recetarán en lo que resta de la temporada electoral. “Discurso y Poder” es un texto que –aunque fue firmado en 2008– analiza el uso y el abuso del discurso de los distintos actores de cualquier escenario político, en cualquier contexto, sobre todo las élites que buscan el poder y el dominio sobre la población.
Y aunque todos sabemos que en temas del valor de la información se gana más por lo que no se dice que por lo que se dice, Van Dijk nos pone en la perspectiva, justo de eso, de poner nuestra mirada en lo que no se dice de los discursos que aparecen en cualquiera de sus múltiples formas. En concreto, el análisis del discurso que propone nuestro referido autor descansa en la idea de encontrar información no sólo de lo que se emite, sino también de lo que se omite.
Aquí la subjetividad tiene una carga mayúscula. De ahí que es importante cuestionar todo tipo de información que nos llegue y que no embone con la realidad. En la entrega anterior le advertí lo que se venía y aquí está: lo banal, lo emotivo, lo trivial, el ir contra el otro irremediablemente ya está aquí. El ágora postmoderno, a diferencia de otro tiempo, se alimenta de las notas amarillas, sensacionalismo, morbo y sobre todo de notoriedad a cambio de votos. Por tanto, teniendo como marco teórico a Van Dijk, por estos tiempos electoreros, le invito a analizar el discurso de las y los candidatos, de sus equipos de trabajo, de sus correligionarios –pagados o no– en los medios y en las redes.
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La ruta es sencilla. Comience indagando quién es el autor o los autores, qué grupos pueden estar detrás de ellos, cuál es el origen de la información –en qué medio aparece y si este medio permanentemente ha asumido una postura–, si hay o no coherencia en el discurso, que valores están en la base de este; qué falacias –mentiras– detecta en el discurso y, claro, no quedarse ahí, comprobarlas; si hay posturas maniqueas (todo es bueno o todo es malo –nosotros somos los buenos, ellos son los malos– o no). Otro elemento es ver el tenor del mensaje: ¿es amenazador?, ¿se intenta conciliar/dialogar con los oponentes?, ¿se buscan soluciones o posibilidades a lo que se critica o a la problemática en cuestión que se denuncia?
El sentimiento y el emotivismo son aliados de la demagogia y ésta de la mentira. Por lo pronto, para saber por dónde ir, es preciso el análisis crítico de la información. Así las cosas.