Donald Trump: El huracán ya arrancó y aún no toma protesta
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Si alguien ha sentido los efectos de Donald Trump es México y los mexicanos, los de aquí y los de allá
El 5 de diciembre pasado se cumplió un mes del triunfo arrollador de Donald J. Trump en las urnas. Si bien rendirá protesta el próximo lunes 20 de enero, pareciera que el “pato cojo” de Joe Biden dejó el poder desde el 6 de noviembre. Lo que haga o diga, tiene sin cuidado a propios y extraños. Sólo el indulto a su hijo Hunter llamó la atención, y le generó mucha crítica. En asuntos de gobierno, Biden ya pasó a la irrelevancia.
Tengamos Trump-filia o Trump-fobia, no podemos negar que su próximo regreso a la Casa Blanca ha sido turbulento. Ha inyectado dinamismos de todo tipo a una política mundial que se desenvuelve en esta nueva era de la comunicación que no conoce precedente dada su intensidad. La ola trumpiana se siente en China, Canadá, México, Medio Oriente, Europa, Centro o Sud América. En algunos lugares para bien, en otros para mal.
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El canadiense Trudeau se apresuró a visitar a Trump en su residencia de Mar-a-Lago; se sabe débil, su gobierno va en picada, ya se acerca la derrota de los liberales. Quizá una buena negociación pueda revivirlo, lo dudo. Macron, en Francia, lo recibe como invitado de honor para la reinauguración de Notre Dame. Macron se encuentra en medio de una crisis de gobierno. El Primer Ministro se vio obligado a dejar el cargo tras el voto de censura de la Asamblea Nacional Francesa. Quizá logre contener la ofensiva de la ultraderecha que no ceja en su asedio al poder.
En Argentina, Milei festeja, Lula en Brasil se prepara para un largo invierno en sus relaciones bilaterales con Estados Unidos. Los chinos hacen planes para resistir. Zelenski en Ucrania aguarda preocupado y Netanyahu espera revivir tras una guerra sangrienta que tiene indignados a propios y extraños.
¿Y México? Es el principal socio comercial de los Estados Unidos, compartimos 3 mil 152 kilómetros de frontera y una relación pródiga en problemas, pero también en bondades; es una relación harto compleja e imposible de soslayar. Ni Estados Unidos va a desaparecer, ni México se va a esfumar. Si alguien ha sentido los efectos de Donald es México y los mexicanos, los de aquí y los de allá.
Ya conocemos a Trump, sus amenazas y sus arranques. A la 4T también la conocemos, ni tardos ni perezosos se apresuraron a complacer al vecino. La amenaza es la de siempre, la respuesta también. Aranceles de 25 por ciento que nunca se concretarán. Esa medida sería suicida para Trump, frente a una sociedad ultraconsumista como la estadounidense, que mucho depende de lo que importa de o a través de México. No obstante, hay que complacerlo, para eso está la Guardia Nacional y el impresentable Instituto Nacional de Migración. Es hora de detener o de pretender que se detienen en la frontera sur a las olas migratorias. Ya lo hizo AMLO, ahora lo hará Claudia.
En la guerra contra el fentanilo, que tantas vidas ha costado a ambos países, más que cualquier guerra o atentado terrorista, bastó el grito de guerra Trump para olvidar los abrazos y reemprender los balazos. En un mes, el neo supersecretario de Seguridad, Omar García Harfuch, ha dado lo que parecen ser golpes estratégicos y sin precedentes al Cártel de Sinaloa y a la producción de fentanilo. Esa que, a decir de AMLO, no existía.
Parece que la batalla por Sinaloa va en serio, veremos y diremos. Sigue el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el que atentó contra García Harfuch cuando era secretario de seguridad en la Ciudad de México. El cabecilla del CJNG es el nuevo objetivo estratégico del gobierno estadounidense, una vez que descabezaron a los sinaloenses.
En el frente comercial, el Gobierno mexicano, con Ebrard a la cabeza, ya montó operativos sin precedentes contra productos chinos, más en Ciudad de México y menos en los puertos de entrada. Pareciera que Marcelo quiere complacer a Trump con operativos mediáticos. Veremos si es suficiente. El gobierno de Estados Unidos sabe que Marcelo y grandes empresarios mexicanos tienen debilidad por los asiáticos, con ellos ganan las grandes licitaciones.
Finalmente están los indocumentados que viven en Estados Unidos. Son pocos los mexicanos, la mayoría son centroamericanos. Las autoridades estadunidenses se concentrarán en las deportaciones, confiados en que el amenazante discurso y la barrera mexicana en la frontera sur detendrá el flujo hacia el norte. Ya lo han dicho, primero van los “criminales”, y la verdad es que no tienen ni recursos humanos ni financieros para ir por más. El objetivo criminal es ya de por sí ambicioso.
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El reto y la pregunta es saber a dónde van a regresarlos. Si es a México, tendremos un problema. Ya vimos en acción la amenaza de deportaciones con Trump 1.0. Al final de cuentas terminó deportando a menos indocumentados que Obama. Se sabe, la economía estadounidense necesita a los migrantes y las fuerzas de seguridad local, no están dispuestas a colaborar.
El huracán Trump ya arrancó y ni siquiera ha tomado protesta. Habrá de todo, menos aburrimiento.