El 2 de abril no se va a olvidar: el día que Trump aplicó sus aranceles

Opinión
/ 4 abril 2025

Hace dos días salimos de la duda respecto a los aranceles que nos podría imponer el presidente norteamericano Donald Trump, en su búsqueda por hacer de Estados Unidos un país con mayor crecimiento económico. Su discurso fue por decir lo menos, muy persuasivo para el público norteamericano y muy preocupante para el resto del mundo porque la imposición de aranceles resultó sorpresiva, sobre todo porque en el caso de México y Canadá no hubo cambios con respecto a lo que ya teníamos como castigo económico por diversas razones, desde ser permisivos por la migración hasta por dejar que el fentanilo llegara a los consumidores norteamericanos. Sin embargo, otros países fueron golpeados duramente con aranceles por arriba del 20 por ciento como la Unión Europea, Taiwán y China.

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Los que vimos todo el “show” notamos varios argumentos equivocados que son tan importantes como la serie de noticias que han estado emergiendo. Quisiera centrarme solo en tres que, bajo la perspectiva de los datos actuales, generan problemas para mantener la imposición de aranceles. Estos son a) la idea de que habrá empleados suficientes para repatriar a todas las empresas norteamericanas que operan en el extranjero; b) el dólar se fortalecerá y habrá dinero para todos los que quieran producir en los Estados Unidos y c) las empresas que lleguen de otros países serán rentables o mejor dicho, tendrán un mercado asegurado.

El presidente Trump asume que en su país tiene una cantidad de empleados ilimitada y que podrá responder a la producción que viene de otros países de manera inmediata. Esto no es cierto, en este momento la tasa de desempleo de Estados Unidos es del 3.2%, muy cercana a lo que se llama en economía “empleo total”. Esto significa que hay muy poco trabajadores disponibles, y lo que es peor, las empresas tendrán que pagar más para poder atraer talento de otras organizaciones, lo que ocasionará un mercado laboral complicado y restringido. Los salarios irán al alza por la competencia y la curva de aprendizaje generará una caída en la competitividad y la productividad lo que se traduce en precios más altos. Es un hecho que en cuatro años no podrá ver Trump los resultados de sus aranceles. Además, aunque mencionó que se permitirá una migración controlada de aquellos que sean parte clave del sistema productivo de las empresas en sus países de origen, no habrá una posibilidad real de igualar la demanda de trabajadores con la velocidad con que el gobierno otorga los permisos de migración.

En lo que respecta al segundo inciso, el dólar no se fortalecerá. Es posible que se generen dos escenarios que producen resultados negativos para el vecino país del norte. En el primer escenario el dólar pierde fuerza porque deja de ser moneda de cambio. Otros países dejan de usar el dólar para pagar importaciones y no van a requerir a otros países que les den dólares porque no los necesitarán, no van a comerciar con Estados Unidos, y muy probablemente otros países piensen y hagan lo mismo. Esto dará oportunidad al Euro o al Yuan de convertirse en monedas de cambio de alto volumen, compensando la pérdida económica derivada de los aranceles trumpeanos y creando mercados monetarios mundiales para estas y otras monedas emergentes. En el segundo escenario, el dólar se fortalece, pero reduce la competitividad financiera y aumenta la inflación, en consecuencia, la tasa de interés tendrá que subir forzosamente, reduciendo las oportunidades para que las empresas que lleguen a Estados Unidos realmente puedan dar precios competitivos. Sus costos operativos serán enormes y sobre todo, las últimas empresas que vayan relocalizándose, serán más afectadas porque capitalizarán los mayores costos. Tome en cuenta que si el dólar se fortalece un 15% seguirá siendo más rentable para una empresa producir en un país en desarrollo y exportar con todo y aranceles. De esta forma, habrá una espiral de incrementos arancelarios que no tendrá fin hasta que la última empresa norteamericana esté en su país. Ayer mismo el dólar empezó a debilitarse en los mercados internacionales y la bolsa de valores norteamericana cayó casi 4 por ciento, ocasionando pérdidas millonarias para los fondos de pensiones principalmente, que son los grandes ahorradores.

Tampoco se ha mencionado que desde que llegó Trump, el Dow, el indicador bursátil de Estados Unidos ha caído, incluyendo lo sucedido ayer, un 11 por ciento. Usted dirá si los pensionados estarán contentos con su actual presidente ahora que su bolsa de dinero es bastante más pequeña. También hay que mencionar que la inflación en alimentos está alcanzo niveles impresionantes (20 por ciento). Si a eso le agregamos que las conservas y los vegetales que se exportan de la región del Bajío pasaron de pagar 2.5 a 25 por ciento de arancel, el consumidor de Estados Unidos notará de inmediato que los aranceles no lo están beneficiando.

En el caso del inciso c), se asume que todas las empresas que se relocalicen al norte del río Bravo serán rentables por arte de magia. Nada más falso que eso. La ciencia económica ha demostrado que los procesos de relocalización no son exitosos en su totalidad y habrá desgracias. La historia dice que cuando las empresas norteamericanas dejaron México para ir a China porque la mano de obra era más barata allá, hubo quiebras. Se puede argumentar que cuando menos el 10 por ciento de las empresas que se fueron no pudo adaptarse ni al idioma ni a las condiciones de vida para los ejecutivos en el lejano oriente. Las direcciones de las empresas tienen que hacer ajustes muy importantes empezando por su cultura organizacional, su liderazgo, la forma de trabajo de los nuevos empleados, la capacitación, la productividad, entre otras muchas cosas para recuperar al menos lo que tenían originalmente. Y eso que no menciono el movimiento de las herramientas y las líneas de producción que significa desmantelarlas y luego volver a armarlas o peor aún, utilizar nuevas con todo lo que ello significa en tiempos muertos e inversiones no contempladas.

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No habrá ganadores en esta situación, y yo no llamaré a esto de los aranceles una guerra comercial porque en términos científicos, lo sucedido hasta ahorita no cumple con el requisito. Ya hubo empresas que el día de ayer dijeron que se llevan a Estados Unidos parte de su producción. No pondré el nombre de la empresa en específico porque como ya se va, no merece ni que se mencione su nombre. Habrá otras muchas que hagan lo mismo en lugar de buscar estrategias que les permitan seguir siendo competitivas aquí en nuestro territorio y sortear esta tormenta que durará cuando mucho tres años y 10 meses.

Puedo asegurar que estos aranceles como están no van a durar más allá de noviembre de 2026 (sino antes) cuando lleguen las elecciones de medio término en el vecino del norte. Ya se demostró que en Wisconsin, ya se cansaron de los republicanos (el partido de Trump) al votar a la jueza demócrata a pesar de que Mr. Tesla (Elon Musk) le dio 20 millones de dólares al juez republicano que con ese dinero se supondría que arrasaría y con todo perdió por una gran diferencia. Se demostró que el dinero no compra votos, allá en Estados Unidos desde luego, y que ya hay un hartazgo acerca del comportamiento de los republicanos que quieren arreglar todo con dinero nuevamente.

Del discurso de Trump me quedo con dos aprendizajes, el primero, el énfasis en crear su propio modelo y rumbo para la economía (a pesar de que pudiera estar mal) que sería algo estupendo que pudiéramos hacer en México. Hemos vivido desde que tengo uso de razón, importando modelos y aprendizajes de otros países que solo basta voltear a ver a nuestro alrededor para darnos cuenta de que no han servido para nada. Aprendamos a Trump. El segundo, su preocupación por la economía antes que por la política, el bienestar antes que los discursos irrelevantes, la búsqueda de ser más grande, más poderoso, crecer simplemente para beneficio de sus habitantes, sean demócratas o republicanos. En México nos contentamos con el “no nos fue tan mal”, lástima.

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