El dulce aroma de la inocencia
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Recordar mi infancia siempre me produce gozo. La ternura invade mi corazón y le agradezco a Dios que me dio una mamá que se encargó de que mis años niños fueran inmensamente luminosos. Sin duda que eso marcó mi vida para siempre. No hay nada que no recuerde con cariño de esos tiempos. El abrazo amoroso de mi madre continúa aún y aunque físicamente ya no esté aquí, en mi corazón está viva, y es una bendición. Fui una niña feliz, soy una mujer feliz. Tuve mamá de tiempo de tiempo completo, y no quiero decir con esto que sus ocupaciones fueran eminentemente domésticas, como la de la mayoría de las mujeres de esa época. Mi madre no pertenecía a ese patrón. Trabajaba en su negocio, pero a mí nunca me descuidó, fui siempre su primacía. La casa jamás estuvo desordenada, se servían las tres comidas, ropa limpia todos los días. No sé de qué madera estaba hecha. Y vivió hasta los 102 años. Se ocupó de formarme con valores, me llenó de ellos, y le agradezco en el alma, porque me vacunó contra un montón de males. Su ejemplo de vida fue inspirador. Hoy lo veo con más claridad que nunca. Quizá porque lo que ocurre en estos días está mostrando que la ausencia de principios en las nuevas generaciones los está haciendo significativamente frágiles a los embates de tanta cosa que envilece el espíritu y daña el cuerpo, verbi gratia, el consumo de drogas, Cuando se está lleno por dentro, la soledad interior no encuentra cabida en ti. Hoy día hay millones de jóvenes que la padecen, y es un demonio insaciable. Y me pregunto ¿Dónde están sus padres? ¿No hay dialogo abierto? ¿No hay abrazos ni besos en los que el amor y la ternura tienen sitial de privilegio? ¿No hay calidez en una relación que se hizo con vínculos tan profundos como son los de la misma sangre? ¿Qué sustituye todo eso? ¿Qué les están trasmitiendo con una “relación” de esa naturaleza? Un día van a ser viejos, ¿qué trato van a recibir de sus hijos?
Los hijos son lo que aprenden en su casa, los seres humanos aprendemos a ser personas en CASA, los padres tienen a su cargo esa enseñanza. Es un deber de amor. ¿Por qué le han entregado ese deber a la escuela? Si, a la escuela, quieren que la escuela les trasmita aprendizajes que les corresponde a los padres impartirlos. No se vale, la escuela tiene otras tareas, que son complemento, no más. Y se han inventado otro tipo de “nanas”, hace una décadas era la televisión, hoy son el celular y la tableta, y el ribete, SIN SUPERVISIÓN. Y ahí ven de todo, naderías y porquerías. Ahí los niños y los adolescentes quedan expuestos a todo género de asuntos que circulan por las redes. Muchos de esos “asuntos” ni siquiera son entendidos por criaturas tan pequeñas, por seres inocentes. Los niños no tienen criterio para distinguir lo pernicioso. Quedan muchas veces en manos de depravados, de degenerados que les roban lo más hermoso que posee un niño, su inocencia. ¿Y los padres? ¿Dónde carajo están? ¿Muy ocupados? ¿Con mucho trabajo? Y eso qué ¿Con ese “argumento” se desentienden de personas que son sangre de su sangre? Están dejando a sus hijos a la deriva, los están entregando a desajustes emocionales, están propiciando daños a su salud mental y eso cobra muy alto. Antes de la pandemia, México ocupaba el 1er lugar mundial en consumo de pornografía infantil (PCF, 2018), el 2do como productor y distribuidor mundial y el primero en América Latina (ECPAT, 2019); entre los países que integran la OCDE, ocupamos 1er lugar en violencia sexual en contra de niñas, niños y adolescentes (OCDE, 2019). ¿No le parece escalofriante? Esto es producto de la falta de supervisión de lo que ven sus hijos en los celulares. 90% de niños y adolescentes de entre 10 y 15 años que disponen de un celular “accede a internet sin una supervisión eficaz por parte de un adulto”. Se calcula que el 70% de menores en ese rango de edad tienen un celular. Otra problemática que crece es la violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes. Existe, es todo contacto y/o actividad sexual en la que una persona ejerce una posición de poder sobre ella o él, sin su consentimiento o valiéndose de amenazas, violencia física, psicológica u obteniendo su consentimiento por medio de engaños. La mitad de delitos sexuales son cometidos en el hogar y el 60% de las veces por parte de familiares o personas conocidas, hombres en casi todos los casos. Los daños son inconmensurables. Y también la impunidad de los victimarios.
En México, los casos de violencia contra niñas, niños y adolescentes casi no se denuncian. Causas de ello: temor al agresor, al señalamiento, a la desconfianza en las autoridades, al desconocimiento de los derechos o bien a la ausencia de mecanismos disponibles y accesibles para reportar y pedir ayuda. Se me eriza la piel, lo confieso, cuando me entero de que dos niños, uno de 12 y otro de 8 años, violaron a uno de 6. O cuando a una niña de 12 años la violó y embarazó el tío y lo único que dice su madre es que a ella le pasó lo mismo y que no pasa nada.
Los niños son inocentes por naturaleza, son oro puro. No tienen prejuicios en su cabeza, sus pensamientos son diáfanos, no experimentan odio, no juzgan a nadie. Creen cuanto les decimos y lo defienden a capa y espada. ¿Por qué atentar contra toda esa maravilla que Dios ha creado? Solo se es niño UNA VEZ.