El emprendedor serial de humo
COMPARTIR
Si te cruzas con un ‘emprendedor serial’ que tiene cinco startups, cero productos y mucha labia... sonríe, asiente y sal de ahí
En esta ocasión nos toca levantar la tapa de uno de los platillos más aromáticos del ecosistema empresarial contemporáneo: el emprendedor serial de humo; esa criatura mística que siempre tiene varios proyectos andando, pitchs en proceso, reuniones con inversionistas (imaginarios) y una frase favorita: “Estamos en ronda”. ¿Ronda de qué? Nadie sabe. Pero suena sofisticado.
Nuestro personaje no necesita empresa. Le basta con el branding personal. No tiene productos, pero sí una marca. No tiene ingresos, pero sí presencia en LinkedIn. No tiene clientes, pero sí una bio que dice “founder x3” (aunque todas las “x” mmm... serán que estén en descanso eterno).
TE PUEDE INTERESAR: Robin sin Hood
Este ilustre y catrín personaje vive en eventos, hackatones, foros de innovación y cafés donde el wifi es gratis, y las palabras como disrupción, pivotar y sinergia fluyen con más facilidad que los estados financieros.
Este emprendedor, claro, sabe de todo: fintech, foodtech, medtech, cartuchos, pettech... cualquier cosa con “tech”. Habla con soltura de “escalar”, aunque aún no logre pagarle al diseñador del logo. Ha “validado su modelo de negocio” porque tres amigos le dijeron que la idea suena bien. Y ha sido mentor de varios equipos, incluso cuando el único equipo que ha sostenido es su grupo de Fantasy en WhatsApp con su nombre inspirador: TeamFénix.
Pero el humo, como todo buen efecto especial, eventualmente se disipa, después de un tórrido romanceo (como dice la canción “se nos hizo miel la luna”) salseado de abundantes comidas, cenas.
Hay un instante épico en la vida del emprendedor serial de humo: ese momento en que los inversionistas –que en su día juraron que estaban frente al próximo unicornio latinoamericano– finalmente se dan cuenta de que lo que compraron no era innovación... era neblina.
Primero viene la reunión incómoda. El inversionista, aún aferrado a un Excel que no cuadra ni con calculadora prestada, pregunta con tono cordial:
—“Oye, ¿y cómo vamos con el MVP?”
A lo que el emprendedor, con una sonrisa heredada de los talleres de personal branding, responde:
—“Estamos redefiniendo el concepto de producto, bro. Esto ya es más una experiencia transmedia”.
Ah, la elegancia con la que escurre el bulto. Un arte.
Los inversionistas insisten: ¿Y los usuarios? ¿Y las ventas? ¿Y el roadmap que prometiste en la ronda semilla?
Y entonces, con la serenidad de quien ya ha hecho esto otras cinco veces con nombres distintos y logos triangulares, suelta el “vale madre” más fino jamás pronunciado. No con palabras groseras –no, por supuesto–, sino con evasivas brillantes, cambios de tema creativos y una confianza tan inexplicable que casi logra volver a enamorar a uno de los socios. Casi.
Porque eso es lo fascinante del emprendedor de humo: cuando lo descubren, no se desmorona, no se inmuta, no se disculpa. Actúa como si el fracaso fuera parte del guion original. Como si defraudar expectativas fuera un giro narrativo innovador que nadie había visto venir. “Esto también es aprendizaje”, dirá. “Estamos en un momento de transición estratégica”, agregará, mientras mentalmente ya está registrando el dominio de su próximo proyecto.
TE PUEDE INTERESAR: Emprender es un desafío con el cual no todos podemos
Y claro, el inversionista se queda con la amarga sensación de haber financiado una idea gaseosa con etiqueta cool.
Y en el aire, flotando entre reportes inconclusos y presentaciones con tipografía futurista, queda suspendido el regusto... el mismo de siempre... Sabor a Mandrake.
Así que, si te cruzas con un “emprendedor serial” que tiene cinco startups, cero productos y mucha labia... sonríe, asiente y sal de ahí antes de que te arrastre a su próxima gran idea: vender humo en NFT.
Nos vemos en la próxima entrega. Mientras tanto, mantente alerta: el humo no quema... pero sí marea.
#SaborAMandrake