El malentendido de gastar en obras: Los ‘costos’ del ‘carrocentrismo’
Los gobiernos han malentendido que gastar en obras de infraestructura, como puentes vehiculares o pasos a desnivel, es invertir bien el dinero público o es sinónimo de modernidad, cuando en realidad no es así y únicamente sirve para inflar egos.
Se publicó en SEMANARIO el reportaje “Saltillo: la ciudad de los peatones ignorados y vialidades violentas”, una amplia investigación de Armando Ríos y César Gaytán, que da cuenta de cómo las políticas públicas de la capital han privilegiado el uso del coche. ¿El resultado? 949 personas atropelladas entre 2010 y 2023, entre ellas, 86 personas fallecidas.
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El Inegi, en sus estadísticas de Accidentes de tránsito terrestre, contabiliza mil 573 colisiones con peatones en todo Coahuila de 2019 a 2023. Desde 1997, el primer año en que tiene registro, suman 14 mil 726 colisiones con peatones.
En Saltillo, donde quizá se ha acentuado más el “carrocentrismo”, existe registro de 3 mil 791 colisiones con peatones desde 1997.
El “carrocentrismo” trae muchos problemas que tendrían que ser entendidos. Por ejemplo, es un problema de salud pública reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) por todas las lesiones y muertes que ocurren año con año a causa de accidentes terrestres.
Es un problema económico porque, al haber más y más automóviles, se requiere aumentar costos de construcción, mantenimiento y ampliación de carreteras, puentes y estacionamientos, en lugar de destinar recursos a parques, embellecimiento de plazas públicas, transporte público o ciclopistas. Además, el congestionamiento vehicular, una consecuencia directa de la dependencia del automóvil, impacta la economía a través de la pérdida de tiempo productivo. Cuando miles de personas pasan largas horas en el tráfico, la productividad laboral disminuye, y los costos asociados a los retrasos y al combustible desperdiciado, aumentan.
Es también un problema social y ambiental porque la dependencia del automóvil contribuye a la segregación urbana, pues muchas áreas carecen de alternativas de transporte, lo cual obliga a sus habitantes a utilizar el coche y genera un círculo vicioso de expansión de infraestructuras viales y consumo energético.
Un punto importante de la investigación publicada en SEMANARIO es lo poco que se destina a proyectos que pongan en el centro a los peatones.
La obra pública, en general, ha privilegiado los proyectos encaminados en vialidades, puentes vehiculares, pasos a desnivel, pasos inferiores, segundos periféricos.
La creación de más y más obras de este tipo, lo único que generan es más tráfico e impulso al uso del automóvil. Es sencillo: ¿cómo voy a usar una bicicleta o caminar, cuando lo que me ponen enfrente es un laberinto vial que sólo se sortea con auto?
Un claro ejemplo fue la única “gran obra” del sexenio del exgobernador Miguel Riquelme en Torreón, el sistema vial Cuatro Caminos, una obra de 500 millones de pesos que era completamente innecesaria y que no sirve para nada, pues el “problema” que existía simplemente se trasladó a otro lugar. En cambio, el paso inferior lo único que generó es que el peatón ya no puede cruzar el bulevar en ese tramo, generando además un bloqueo al flujo entre negocios de la que es la arteria comercial más importante de la ciudad.
Contrario a esta obra fue, por ejemplo, cuando el mismo Riquelme como alcalde impulsó la creación de la Línea Verde, una de las últimas grandes obras que se han hecho en la ciudad, independientemente del descuido que ha sufrido por administraciones posteriores.
Una obra privilegia el uso del coche y el aumento de la velocidad, la otra fomenta la caminata, el uso de bicicleta, la recreación y apropiación del espacio público. La Línea Verde costó cuatro veces menos.
AL TIRO
Hay que entender que el enfoque en el automóvil implica un uso ineficiente del espacio, pues gran parte del suelo se destina a vías y estacionamientos, limitando los espacios públicos destinados a parques, áreas verdes y espacios de recreación.
Esto afecta directamente la calidad de vida, ya que reduce las oportunidades para la interacción social, el descanso y el esparcimiento. La ocupación de suelo por infraestructuras viales también encarece el desarrollo de transporte público eficiente y limita la creación de opciones de movilidad sostenible, como las ciclovías o las peatonalizaciones.
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Privilegiar el uso del automóvil obstaculiza la construcción de ciudades más inclusivas. Para hacer frente a estos retos, es necesario promover políticas de movilidad que pongan en el centro al transporte público, la bicicleta y los desplazamientos a pie.
Pero al parecer, lo único que reditúa son obras viales que impulsen el uso de automóviles.