El matrimonio es como la salsa boloñesa

Opinión
/ 21 febrero 2025

No es echarle kilos de tomate y esperar que salga magia. Hay que remover, probar, ajustar, equilibrar

Las discusiones que brotan de vez en cuando en el ecosistema conyugal me recuerdan a lo que pasa con la salsa boloñesa cuando se le añade el tomate. Aclaro que a lo que me refiero es a una receta de salsa boloñesa exprés, de diario, con Indicación Geográfica Protegida de mi casa, no a un ragù alla bolognese canónico.

En cuanto le echas el tomate, todo lo que se empezó con buenos ingredientes, se pone espeso, se desmadra y termina en una olla burbujeante de reproches, rencores reciclados y quejas que llevan macerando desde el pleistoceno. Al final, lo que debió tener un toque de sabor se convierte en una erupción del Vesubio, con todo y lava de desquicio conyugal.

TE PUEDE INTERESAR: San Valentín: La gran estafa del amor (Y tú de cliente VIP)

El ragù alla bolognese es una obra de arte: carne estofada en vino tinto, hortalizas bien picaditas, de inspiración rotundamente francesa, por cierto, y un toque de nata para darle suavidad... Todo bien pensado y cocinado con cariño. Toda una pequeña hazaña culinaria que junta en un plato los tagliatelle, una forma de pasta que ya de por sí tradicionalmente se reserva para ocasiones especiales

Es como esas parejas que todavía se mandan mensajitos cursis a media tarde y se abrazan por gusto, no porque haga frío o porque “así lo recomienda la terapia”. Mientras tanto, la boloñesa exprés de martes es una guerrilla culinaria: carne picada a lo que salga, sofrito rápido, cucharones de tomate a lo bestia y, si hay prisa, ni ajo le echas. Lo mismo que pasa en esas relaciones donde todo es “rápido y funcional”. “¿Cómo estás?” “Bien”. “¿Comemos juntos?” “Si quieres”. “¿Hacemos el amor?” “Pero rápido, que mañana madrugo”.

La vida en pareja es como cocinar una boloñesa. Al principio todo es cortejo, preparación, risas y besos furtivos entre el sofrito. Luego llega el matrimonio, donde empiezas a notar que a esa salsa le falta algo: más sal, más paciencia o menos chiles de los que se te ocurrió aventarle a la mezcla. Y de repente, sin saber cómo, estás discutiendo porque “tú nunca me escuchas” mientras el tomate salta de la olla y mancha toda la cocina.

Y ojo, que aquí entra otro factor: los ingredientes de mala calidad. Porque una cosa es que la salsa necesite ajustes, y otra muy distinta es que estemos tratando de cocinar con carne de tercera y tomates pasados. Hay relaciones que, por mucho que las remuevas, por mucho que las cocines a fuego lento, están destinadas a saber a rayos. Si la base es rancia, si el vino es barato y avinagrado, si el aceite es de ese que compramos porque estaba en oferta, no esperemos un platillo gourmet. Y es aquí donde muchos se aferran: “No, si le echo más ajo seguro mejora”, “Si le pongo más especias tal vez no se note que la carne ya huele raro”. Pero no, compa, a veces hay que aceptar que la olla está echada a perder y hay que hacer limpieza profunda antes de intentar otra receta.

Y es que también hay que saber cuándo parar. Porque si seguimos removiendo y removiendo, podemos terminar con un engrudo incomible, algo que no sabe a nada porque intentamos arreglarlo tantas veces que ya perdimos el rumbo. A veces, la mejor decisión es bajarle el fuego, apagar la estufa y empezar de cero.

TE PUEDE INTERESAR: 10 Señales de alerta en una relación de pareja que NO debes ignorar

Pero, así como en la cocina, el truco para que la relación no sepa a simple carne hervida con tomate de bote es el fuego bajo, la paciencia, el meneo constante. Una buena salsa necesita su tiempo para integrar los sabores, para que todo encaje sin prisas ni atropellos. Igualito que las parejas. No es echarle kilos de tomate y esperar que salga magia. Hay que remover, probar, ajustar, equilibrar.

Por eso en la vida, como en la cocina, no se trata de evitar los derrames ni de fingir que todo está perfecto. Se trata de aprender a limpiar las manchas, a ajustar la receta, a probar con nuevos ingredientes sin miedo a que algo se nos queme de vez en cuando. Porque al final, lo importante no es cuánto tomate le echamos, sino con quién nos sentamos a la mesa a comerlo. Pero al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?

Instagram: entreloscuchillos

Facebook: entreloscuchillosdanielroblesmota

Twitter: entreloscuchillos

Correo electrónico: entreloscuchillos@gmail.com

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM