El matrimonio, ¿es una institución en declive?

Opinión
/ 2 octubre 2025

La historia del matrimonio, en México, está relacionada con uno de los episodios más relevantes de nuestra historia. Su declive actual debiera convocar a la reflexión

Durante más de un siglo y medio, los oficiales del Registro Civil leyeron a quienes contraían nupcias en México un texto redactado por Melchor Ocampo, una de las figuras relevantes de nuestra historia por haber participado en la redacción de las “Leyes de Reforma”, ordenamientos que marcaron la separación entre la Iglesia y el Estado en el siglo 19.

La denominada “Epístola de Melchor Ocampo” constituyó, en su momento, un manifiesto del poder público que, tras la Guerra de Reforma, buscaba dejar claro que el matrimonio había dejado de ser, en nuestro país, una institución exclusivamente eclesiástica para convertirse en una figura de carácter civil, regulada por las leyes expedidas por el Congreso de la Unión.

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La nueva concepción secular del matrimonio, así como del resto de los elementos de la vida civil, dio origen a una de las instituciones más antiguas del país: el Registro Civil, cuya Ley Orgánica fue expedida en enero de 1856. Poco más de tres años después, en julio de 1859, surgiría la Ley del Matrimonio Civil.

De acuerdo con el texto redactado por Ocampo, el matrimonio debía considerarse “el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y de suplir las imperfecciones del individuo, que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano. Que este no existe en la persona sola sino en la dualidad conyugal. Que los casados deben ser y serán sagrados el uno para el otro, aun más de lo que es cada uno para sí”.

Largamente, y no solamente en México, se consideró al matrimonio como el único origen posible de la familia. Tal concepción partía de una idea que hoy se encuentra claramente superada: los vínculos jurídicos que unen a las personas –y que generan derechos y obligaciones recíprocas– solamente pueden surgir del contrato matrimonial.

Diversas transformaciones culturales han ayudado a superar esta idea y a dejar claro que la familia existe más allá de la suscripción de un contrato entre personas, independientemente del nombre que tenga, y que lo importante, en términos de los derechos de las personas, sobre todo de las infancias, es su reconocimiento y protección.

El prolongado liminar viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo al “declive” que, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), está sufriendo la figura del matrimonio civil en Coahuila, pues en la última década ha disminuido en 17 por ciento el número de estos.

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¿Está perdiendo relevancia la figura del matrimonio entre las nuevas generaciones? Y, en todo caso, ¿qué significa esto en términos de cohesión social y convivencia entre quienes deciden construir proyectos de vida que incluyen tener hijos y generar un patrimonio común?

No se trata de “rescatar” la idea clásica del matrimonio, ni de revitalizar una figura jurídica a partir de la nostalgia, sino de preguntarnos el valor que esta tiene –o debe tener– en términos de la construcción del tejido social.

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