El mayor enemigo de la mujer es la mujer
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“Nuestra vida sexual está en peligro, Centi –le dijo la ciempiés hembra al ciempiés macho–. Cuando tú acabas de quitarte los zapatos a mí ya se me pasaron las ganas”... Jaqueto, sujeto baladrón y prepotente, se apersonó en la ventanilla de la oficina burocrática, adelantándose a quienes hacían fila en espera de ser atendidos. Se escucharon voces de protesta entre los que estaban formados, y la encargada le indicó a Jaqueto que debía hacer la fila. El vanidoso y abusivo individuo se encalabrinó. Con enojo le dijo a la muchacha: “¿No sabes quién es mi padre?”. “No –respondió la chica–. Pero si llego a enterarme se lo informaré inmediatamente, para que sepa usted quién es”... Casi todos los países están en contra de Maduro, pero México está a favor del odioso tirano. Digo mal: no es México el que apoya al dictador venezolano. Es la nefasta 4T, con su cacique López Obrador y su obsecuente sucesora y servidora Claudia Sheinbaum. Bien se ha dicho que en política el mayor enemigo de la mujer es la mujer. En vez de celebrar que a una mujer se le haya entregado el Premio Nobel de la Paz la Presidenta (con a) repite su mezquina y sórdida respuesta: “Sin comentarios”. El dogmatismo se impone sobre el feminismo. Por mal camino va nuestro país; el camino que ha llevado a Cuba, Nicaragua y Venezuela al abismo donde ahora se hallan. Sufrieron esas naciones una mala dictadura, y ahora padecen una dictadura peor. La demagogia es a la democracia lo que la prostitución es al amor. La aspiración democrática que latía en México fue liquidada por el régimen, y la justicia se volvió su propiedad particular. Existe todavía un margen de libertad –por eso puedo escribir esto– pero donde la verdadera democracia y la justicia han desaparecido, la libertad está igualmente en riesgo de extinción. Me apena decir esto, pero lo único que puede disipar esa amenaza es la imposibilidad de que Estados Unidos permita que en su más cercana cercanía se instaure un régimen de corte marxista-leninista. Hablar de la injerencia de ese país en los asuntos del nuestro es descubrir el hilo negro, el agua tibia o la limonada de limón. En este caso la vecindad con la nación del norte puede ser valladar que contenga a quienes buscan implantar aquí un sistema fincado en ideologías superadas ya. Sin comentarios... Don Pitt O’Káido llegó preocupado a su casa después de la visita al médico. Le comentó a su esposa: “Dice el doctor que tengo alta presión”. “Posiblemente –respondió con acrimonia la mujer–. Pero no la tienes donde deberías tenerla”... Patrono de guisanderos es San Pascual Bailón, franciscano español, aragonés. Las cocineras de antaño solían encomendarse a él antes de empezar a cocinar: “Ay, Pascual, San Pascualito, mi santo Pascual Bailón: voy a hacer este guisito, y tú ponle la sazón”. Define el diccionario: “Sazón: Gusto y sabor que se percibe en los alimentos”. La palabra es femenina: “la sazón”. Pese a eso el 90 por ciento de los hablantes dicen “el sazón”, llevados quizá por la o acentuada del vocablo. Pienso que Su Majestad el Uso hará que al paso del tiempo –siempre se obstina en pasar– la Academia se verá finalmente en la precisión de admitir el masculino para el término. Advierto con alarma, sin embargo, que me he alejado de un cuentecillo que ni siquiera he comenzado aún. Voy a él... Dulcibella, linda muchacha, invitó a cenar en su departamento a Gerineldo, joven de refinada educación. Le dijo que ella misma cocinaría. Declaró el invitado: “Me encantará disfrutar tus habilidades culinarias”. “Está bien –replicó Dulcibella–. Pero primero cenamos”... FIN.