El muro de Biden, una comedia de equivocaciones
George H. W. Bush dijo en campaña: “Lean mis labios, no subiré los impuestos”. Ganó y fue el Presidente número 41 de los Estados Unidos. Era candidato a la Presidencia por el Partido Republicano y Vicepresidente en funciones. Su promesa no sorprendió a nadie, corresponde a una política muy típica de su partido. Lo que sí sorprendió a propios y extraños fue que rompiera esa promesa de campaña que, por estar grabada, pudo ser utilizada en su contra una y mil veces por sus opositores y por los medios. Un opositor en particular aprovechó al máximo su promesa incumplida, Bill Clinton, Presidente número 42 de los Estados Unidos.
En el estéril debate migratorio con sus contrincantes, el Partido Demócrata ha prometido una política migratoria “más humana”, frente a los Republicanos que pugnan por una supuesta política de mano de dura, que dice buscar una migración ordenada y realista, no romántica o irreal. Desde la amnistía que impulsó Ronald Reagan en 1986, mediante la cual se documentó a más de tres millones de migrantes, todo ha quedado en promesas, pleitos y parálisis.
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La semana pasada se vivió el último episodio de esta comedia de equivocaciones. Sucede que el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, archiadversario de Donald Trump, anunció la construcción de una porción de muro fronterizo en la frontera con México, al sur de Texas. Quien condenara a Trump por construir un muro, quien prometiera una política migratoria más humana, quien no veía una solución en el muro, ahora dice que va a construirlo.
No deben sorprendernos estos bandazos. En su momento, Trump amagó con un muro fronterizo de costa a costa y sostuvo que México pagaría su construcción. Lo cierto es que, de 3,144 kilómetros de frontera, Trump sólo construyó 75.6 kilómetros y el Gobierno mexicano no pagó un sólo peso por ellos. En los hechos, el muro lo está construyendo la 4T en el Istmo de Tehuantepec, pero ése es otro asunto.
Después de anunciar el nuevo muro, Biden ha sido atacado por propios y extraños. La crisis migratoria se agrava por momentos, las agencias migratorias estadounidenses se encuentran saturadas, las mexicanas no sirven para nada y la pugna política se encona y polariza sin generar soluciones, aunque sean mediocres. El diálogo se ha vuelto imposible.
Biden trató de sacar provecho del desbarajuste político en que se ha convertido el Congreso de Estados Unidos. Los republicanos traen un gran desorden de puertas adentro. En un pacto impensable y absurdo entre el ala Republicana más radical y conservadora (ocho legisladores) y toda la bancada del Partido Demócrata, fue removido de su cargo el Presidente de la Cámara, para dinamitar al centro y tantear si surgía una combinación más funcional. Dudo que se logre.
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La crisis de los Republicanos en el Congreso duró sólo un par de días de la semana, restaban tres que serían suficientes para que el Presidente pagara los costos de su incongruencia. Más allá de sus efectos mediáticos y del costo político electoral, el tropezón de Biden se suma a la larga lista de políticos que tienen que morderse la lengua cuando prometen lo que no pueden cumplir, especialmente cuando la política está polarizada y no existen o son exiguas las mayorías legislativas.
Viene México 2024, viene el rosario de promesas. Seamos cautos, ya nos la sabemos. Creámosles la mitad o menos, preguntemos mucho y exijamos más.
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