El otrora futuro presidente, Chelo Ebrard. ¿Y si lo estamos subestimando?

Hablemos de Marcelo Ebrard.

No, mejor hablemos primero de Al Gore. ¿Sabe usted? El exvicepresidente de los EU durante la administración de Bill Clinton y candidato a sucederlo durante la elección del año 2000, misma que perdió gachamente frente al texano George W. Bush.

Para mantenerse vigente en la memoria del electorado y políticamente activo, Gore inició una cruzada ambientalista a nivel global, alertándonos sobre los peligros del cambio climático.

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Como si fuera Lisa Simpson, Gore se propuso sermonear a todo el mundo y llevó su magistral conferencia a todos los rincones del planeta (incluyendo los más apartados y aburridos, como Saltillo). Yo, como el común de los mortales, tuve que atender el mensaje de Gore en cines, ya que también la presentó en formato de documental que se exhibió en salas, e incluso ganó dos Oscar por Mejor Documental y Mejor Canción Original.

Iniciaba el excandidato su disertación con un chiste autorreferencial: “¡Hola, yo soy Al Gore y solía ser el próximo Presidente de los Estados Unidos!”.

Aquello en alusión a que todas las encuestas lo presentaban en su momento como favorito y la prensa daba su triunfo como un hecho, pero... Ocurrió el indescifrable voto colegiado que le dio el triunfo al republicano para asombro de los gringos, del mundo entero y sin duda del propio Gore.

Bien, pues Marcelo Ebrard está en la misma posición: Chelo solía ser el próximo Presidente de México. Claro, sobre todo en su imaginario, y aunque una buena parte de nosotros también lo llegamos a considerar el siguiente Mandatario y relevo natural de Andrés Manuel López Vacilador, lo cierto es que a los dos años de iniciado el sexenio ya no quedaba atisbo de duda de que era Claudia la favorita y sería, por tanto, la ungida y elegida para recibir el falo tlatoánico, símbolo del poder cínico, autocrático y populista que ejerce el viejito de Macuspana.

Dos veces se bajó Ebrard de su mejor momento político para favorecer sendas candidaturas de López Obrador, así que además del compromiso tácito que algunos podrán dar o no por existente, hablamos también de un político con un cierto capital electoral activo, mismo que debió cultivarse durante la presente administración.

Además, Ebrard demostró ser uno de los pocos o quizás el único miembro del gabinete de AMLO útil para el Gobierno de la llamada Cuarta Transformación, pues no se cansó de enderezar los entuertos diplomáticos originados por el bocaza de su jefe, lo que lo volvía un sucesor atractivo incluso para los detractores de Andrés, pues Ebrard se presenta mucho menos radical, menos sectario y mucho más conciliador.

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Pero con todo, AMLO prefirió levantar a base de menciones, cobijo, espaldarazos reiterados y mucho gasto de recursos la candidatura de una Claudia Sheinbaum sin experiencia, sin carisma ni iniciativas, tan magra de sustancia electoral como de cualquier otro atributo.

Y sí, encabeza cualquier encuesta al día de hoy, pero ¿a qué costo? Cualquiera que hubiese sido bendecido por el santo dedazo macuspano encabezaría hoy los sondeos de preferencias electorales.

Pero... ¿por qué Ebrard sigue empeñado en pertenecer a un clan que no sólo no lo quiere, sino al que obviamente le estorba para ejecutar la voluntad del camarada supremo?

¿Por qué se aferra a formularle reclamos e impugnaciones a un partido que no lo quiere escuchar y que ya desestimó sus inconformidades desde antes de conocerlas?

Ni siquiera había terminado Chelo de exponer las irregularidades del proceso interno de Morena cuando los comparsas lo conminaron a ser un buen perdedor, diciéndole: “¡Agáchate como todos nosotros, no quieras ser más que los demás... Cállate, arrodíllate y aquí tienes tu lugar asegurado!”.

Pero cualquiera sabe que Ebrard sólo sería un estorbo para una siguiente gestión cuatrotéista. Hasta el propio Ebrard lo sabe.

El público sigue esperando entonces que Marcelo rompa con Morena y con el Presidente de manera violenta y se lance como independiente, por Movimiento Ciudadano o de plano se sume a la candidatura por el Frente Amplio opositor de Xóchitl Gálvez.

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Debió hacerlo de hecho hace dos o tres semanas, cuando vio que no sería tomado en serio en absoluto.

Pero no se va, no se mueve, sigue lidiando una batalla burocrática que para muchos es estéril. Cosa rara, en este país seguir una causa de la manera que marcan los procedimientos, a través de las instancias pertinentes, parece una batalla estéril, más en política, donde estamos acostumbrados a ver salidas teatrales, rompimientos dramáticos y bandazos ideológicos abruptos e inusitados.

Chelo, metódico y parsimonioso sigue el manual mientras a Sheinbaum ya le están tomando las medidas para mandarle ajustar la corona y el manto de emperador/emperatriz.

Pero quizás, y sólo quizás, nos hemos adelantado al decir que Marcelo es tonto, tibio, timorato y poco malicioso para la liga en la que está jugando, y que va a salir empequeñecido por la puerta trasera de Morena, pero... ¿Y si lo estamos subestimando?

¿Qué tal que todavía le apuesta a ser candidato por Morena en 2024? Después de todo, oficialmente, no se ha elegido sino al “coordinador de los comités de defensa de la cuarta”. Legalmente, Morena no ha elegido candidato aún. ¿Me entiende usted?: “Legalmente”. En un plano meramente teórico la selección de candidato presidencial sigue abierta y la postulación vacante. Y ello podría ser un primer alegato.

Dos: ¿Qué tal que Marcelo tiene suficientes elementos para impugnar en efecto el proceso interno de Morena? Si bien sabemos que el Partido se ríe en su cara de cualquier caso, prueba o expediente que presente, quizás no el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que es una de las pocas instancias que no controlan el Presidente o su partido.

Una resolución de este organismo tiene que acatarse, con todo el pesar del cateterizado corazón del Presidente que, en caso de una anulación, tendría que verse en la necesidad de anunciar otro mecanismo para designar a Claudia como candidata, porque ni modo que vaya a quitarle el falo del poder. Todo ello sería por decir lo menos... complicado.

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Pero pensemos por un momento que la estrategia de Marcelo es esa: tumbar la candidatura de Claudia por la vía de las instituciones TEPJF/ INE.

Y siendo Chelo el segundo al turno y único relevo realmente viable, Morena y el Presidente tendrían que postularlo sí o sí, so riesgo de poner un impresentable tipo Noroña o Adán Augusto, y entonces sí tener que lidiar con la partida intempestiva de Ebrard.

Sé que todo esto es muy improbable, pero tenía que dejar constancia de esta posibilidad descabellada en el remotísimo caso de que algo parecido llegase a acontecer.

Es eso o aceptar que Marcelo es tan cándido, tan ingenuo, tan inocente que llegó a considerar que el partido le jugaría derecho y que López Obrador se comportaría con él como un caballero de la política. En cuyo caso, es tan iluso que realmente fue mejor que Ebrard nunca alcanzara la candidatura y que se quede para siempre en su calidad de exfuturo Presidente de México.

Just saying...

@ppeettaattiiuux