El pensamiento crítico y la ética: frente común contra la manipulación ideológica
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En esta época caracterizada por el hecho de que el acceso a casi cualquier información está a un simple “clic” y en la que, desgraciadamente, viciar o hacer mal uso de ésta resulta atractivo y hasta normalizado, apostarle al desarrollo del pensamiento crítico y la ética de las personas resulta un gran reto en muchas áreas, incluida –por supuesto– la educativa.
A partir del mal uso de información o de difundirla falsamente, derechos humanos como el de acceso a la información, igualdad, no discriminación, reputación y privacidad entre otros, son vulnerados, ya que cuando la información es deliberadamente ocultada o distorsionada se limita el acceso a la verdad, lo que reduce sustancialmente la capacidad para formar opiniones sólidas y conscientes.
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Con base en lo anterior, evaluar y cuestionar reflexivamente la información antes de formarnos una opinión, implica examinarla activamente desde el pensamiento crítico, lo que a su vez representa un reto inminente en el siglo 21.
El pensamiento crítico no sólo permite analizar, evaluar y cuestionar de manera reflexiva la información, además, es una herramienta contra la manipulación y el sesgo que esta podría acoger al adquirirla. Este proceso se debe perfilar como protagonista en la toma de decisiones éticas; se basa en la comprensión “informada”, promueve el bien común y contribuye al desarrollo de una sociedad cada vez más justa, equitativa y respetuosa de los derechos humanos.
Contrario a esto, pareciera que cada vez es más común y atractivo procurar información sensacionalista, incierta o prejuiciosa presentada como verídica. Las personas normalizamos tales ejercicios y generalmente aceptamos como verdaderos tales datos, incluso cuando la evidencia muestra lo contrario.
Lamentablemente, el ámbito educativo no ha podido remediar dicha problemática, la distorsión de la información ha comprometido la capacidad para discernir entre la veraz y la falsa. Esto impacta negativamente en los juicios críticos y en la capacidad de participar informadamente en las aulas y, en general, en toda interacción social.
Tal premisa pone en debate la responsabilidad de las instituciones educativas de propiciar que el alumnado sepa construir criterios fundamentados, conscientes y respetuosos de la dignidad humana. Esto podría combatir la transmisión de información irreflexiva, con poca profundización y falsa.
La responsabilidad de cambiar trascendentalmente la enseñanza del siglo 21 recae principalmente en la educación formal, se necesita un cambio de paradigma pedagógico que permita transitar del simple énfasis en los contenidos (por ejemplo, clases magistrales) hacia un verdadero seguimiento educativo integral (monitoreo, supervisión, evaluación y retroalimentación), en el que el alumnado tenga avidez por el conocimiento y enseñe la importancia de saber fundamentar posturas.
Este modelo educativo permitirá enseñar al alumnado la responsabilidad de hacerse cargo de sus propios criterios, la necesidad de autoevaluar sus posturas y la importancia de reflexionar la información adquirida. Sumará coherencia en su “actuar” y en su “hacer”, y brindará la capacidad de analizar situaciones complejas identificando problemáticas y posibles soluciones desde el razonamiento.
El profesorado que adopte dicho modelo podría promover en el alumnado la observación, comprensión, duda, argumentación e investigación sobre lo que advierte u opina, pero sin duda, el ejercicio primordial para practicar el pensamiento crítico es la “fundamentación de posturas”, ya que ello le permitirá examinar críticamente sus propias creencias, prejuicios y suposiciones y les ayudará a reconocer y cuestionar sus propias limitaciones informativas.
Lastimosamente, el aceleramiento propio del siglo 21 ha malogrado la búsqueda de cambios estructurales en la educación mexicana. En efecto, ha resultado difícil y de largo trecho alcanzar cambios medulares que jueguen a favor de cultivar (institucionalmente) y proporcionar las herramientas necesarias para analizar críticamente la información adquirida, discernir entre hechos y opiniones, y tomar decisiones éticas en diversas situaciones personales y sociales.
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Las resistencias de la educación formal por sumar filosofías basadas en el pensamiento crítico y la ética están estrechamente vinculadas con el apego a las dinámicas académicas tradicionalistas, las cuales impiden los avances que México en materia de educación urgentemente requiere.
Con base en lo anterior, invito al profesorado mexicano a sumar en sus procesos educativos, la transversalización del pensamiento crítico y de la ética; estos elementos deben asociarse con la educación y hacer frente a la manipulación ideológica, a la desinformación y a los sesgos informativos, con la esperanza de formar personas con diferentes opiniones y perspectivas, pero necesariamente informadas y respetuosas, y basadas en el reconocimiento y protección de los derechos humanos, promoviendo con ello un entorno más justo.
La autora es Investigadora de la Academia IDH
Twitter: @giselagarciaga4
Facebook: https://www.facebook.com/gisela.garciagarza
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH