El poder de la misericordia

Opinión
/ 1 enero 2024
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Apareció el anuncio en las redes sociales. Iniciar protocolo novedoso. Para quienes la comodidad del presente les resulta insignificante. De los aplicantes, quienes dudaron de la versión digital, se sometería a escrutinio científico, dos candidatos idóneos.

Titular y suplente, conejillos humanos para tomar tratamiento. En una sola dosis, recibirían el fármaco. Sólo quien, en el proceso de pares ciegos, la píldora y el placebo.

En la comodidad de la casa habilitada, subvención internacional de ciencia y conocimiento de Davos, los participantes por 24 horas, por lo menos en sus cortezas cerebrales, desplazarían la frontera de tiempo y espacio.

Las fórmulas matemáticas de Hawking los llevaría al futuro. Veinte años adelante. Los componentes del remedio, como la fórmula del refresco de cola, permanece oculto en bóveda internacional.

Para el día 1 de enero el 2024, el varón y la dama, en punto de las 0700 horas, sin haber probado alimento, como lo sugirió el manual, se les suministró con agua natural.

Cómodos, con la ropa de dormir, ambos cayeron en el sueño profundo. La mujer, idónea para el experimento, abrazó la almohada.

Suspiró profundo, navegante en las aguas profundas del inconsciente. En su mente liberada, vio su cuerpo de la edad. 43 años. Ya faltaban miles de personajes conocidos. Su sonrisa, el color de su cabello, la profundidad de sus ojos. Todo intacto.

El mundo era el mismo. Desolado, caótico y falto de lo más importante, amor.

Para ella, el sufrimiento mayor de cada segundo. Registrado en los electrodos, las variaciones eléctricas del cerebro.

Al despertar, la mañana del día dos, se sintió aliviada y triste. Lloró toda la jornada. El universo carece de redención. Decidió cambiar desde su interior.

El varón, como es costumbre, sólo preguntó a los médicos y enfermeros, cuál era el menú para el desayuno.

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