El poder transformador de los libros

Opinión
/ 1 mayo 2022

“Misteriosos grupos de hombres a caballo recorren los caminos de Grecia. Los campesinos los observan con desconfianza desde sus tierras o desde las puertas de sus cabañas. La experiencia les ha enseñado que solo viaja la gente peligrosa: soldados, mercenarios y traficantes de esclavos. Arrugan la frente y gruñen hasta que los ven hundirse otra vez en el horizonte. No les gustan los forasteros armados. (...) Los campesinos que se sientan a fisgonear a la puerta de sus cabañas, los mercenarios y los bandidos habrían abierto unos ojos asombrados y una boca incrédula si hubieran sabido qué perseguían los jinetes extranjeros. Libros, buscaban libros”.

Así comienza “El Infinito en un Junco”, de la escritora Irene Vallejo, por el que ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Ensayo 2020. El texto explora no solamente los orígenes del libro en los antiguos papiros, sino también los esfuerzos de Ptolomeo por construir la biblioteca de Alejandría, empresa por la que financió costosas expediciones para conseguir textos y traducir obras de todo el mundo conocido. La biblioteca simbolizaba no solamente el deseo de divulgar la cultura helénica, sino la más amplia aspiración de reunir, en un solo lugar, libre de fronteras, el conocimiento universal.

Los libros constituyen una forma de adentrarnos en el pensamiento de mujeres y hombres de otros tiempos, de otros países y de otras culturas. Son una forma de contacto con el desarrollo científico, filosófico, médico y matemático, pero también con el mundo de la imaginación, el teatro, la poesía, la novela y la ciencia ficción.

Son una herramienta básica para la formación de nuestro punto de vista sobre diversos temas y un método útil para desarrollar la empatía a partir de las situaciones, personajes y vivencias contadas en sus páginas que permiten que sus lectores nos pongamos en el lugar de otras personas.

La lectura es pedagógica de maneras muy diversas. En palabras de la ensayista española: “la escritura permitió crear un lenguaje complejo que los lectores podían asimilar y meditar con tranquilidad. Además, desarrollar un espíritu crítico es más sencillo para quien tiene un libro entre las manos, y puede interrumpir la lectura, releer y pararse a pensar”.

La lectura recrea nuestra
imaginación que, según los poetas románticos, es nuestro sol interno, pues sólo a través
de ella podemos iluminar las ideas primordiales que compartimos mujeres y hombres de
todo el mundo, y que nos identifican como sujetos que compartimos sueños, aspiraciones, debilidades y todo aquello que nos caracteriza como seres humanos.

La literatura también tiene un poder transformador en sus lectores al modificar nuestra capacidad de análisis y ampliar nuestro poder para recrear mundos, regocijarnos con la vida, con nuestra existencia o reconciliarnos con el dolor o con la muerte.

Así como han existido grandes esfuerzos a lo largo de la historia para recopilar libros y formar grandes bibliotecas y recintos para el conocimiento y la investigación, la lectura también puede ser vista como subversiva o peligrosa por su poder para incentivar la reflexión y el pensamiento.

La escritura es motivo de recelo para los regímenes totalitarios, por lo que el control y la censura se han ejercido sobre algunos temas e incluso se ha encarcelado a diversos autores por confrontar o criticar a la sociedad, las costumbres o al gobernante en turno. Algunos ejemplos los encontramos en el régimen franquista en España o en la segregación racial del Apartheid en Sudáfrica, en donde se censuraba, incluso, la letra de las canciones de moda, como lo retrata el documental “Searching for Sugar Man”.

Ray Bradbury escribió la novela “Fahrenheit 451” en la que imaginó una sociedad en la que los libros estaban prohibidos y en donde los bomberos acudían a las casas a quemarlos. Uno de esos bomberos decide quedarse con un libro por lo que es denunciado, buscado por la policía y su casa destruida. Finalmente, huye de la ciudad y conoce a un grupo de disidentes que se oponen a la censura estatal y que memorizan obras completas de la literatura para que el conocimiento nunca se pierda. La novela de Bradbury alerta no solamente sobre un Estado opresor del futuro, sino sobre lo que ha existido y sucede aún en diversos países en donde censuran los libros o la información.

En el marco del Día Mundial de la Libertad de Prensa, que se conmemora el próximo 3 de mayo, vale la pena recordar, como lo hace Irene Vallejo, que los libros son un invento que nos ha acompañado por miles de años y que son una herramienta básica de la libertad de expresión. También es una fecha importante para celebrar la libertad de escribir y el placer de leer, así como defender el poder del libro como transformador de la realidad y de nosotros mismos, sus lectores.

El autor es director
del Centro de Educación para los Derechos Humanos de la Academia IDH

Este texto es parte
del proyecto de Derechos
Humanos de VANGUARDIA
y la Academia IDH

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