¡Uf, qué calor!

Opinión
/ 6 junio 2025

Aquí, en Saltillo, la temperatura baja al caer la tarde, como si el calor también se fuera a descansar. Un viento fresco llega de la sierra y nos permite dormir sin sudar ni trasudar

Los saltillenses no deberíamos quejarnos del calor. Por mucho que haga aquí siempre hará menos que en las ciudades con las cuales tenemos vecindad por los cuatro puntos cardinales: hacia el norte, Monclova; Matehuala hacia el sur; Monterrey hacia el oriente, y hacia el poniente Torreón.

Además, aquí la temperatura baja al caer la tarde, como si el calor también se fuera a descansar. Un viento fresco llega de la sierra y nos permite dormir sin sudar ni trasudar. En otras partes eso no sucede: el calor no duerme, y es el mismo en la noche que en el día.

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Cierta señora le preguntó a un maestro:

–¿Qué dice usted de la calor?

–Que es masculino –respondió el intelectual.

Se equivocaba el vanidoso dómine: al decir “la calor” aquella dama no incurría en disparate. Ciertamente la Madre Academia prescribe que el sustantivo “calor” es masculino, pero añade: “Usado también como femenino”. Y ni siquiera califica de arcaísmo al uso tal. Eso significa que tanto monta “el calor” como “la calor”.

Y tanto jode el uno como la otra. Anda uno todo desguanguilado. Esta sabrosa palabra, que don Francisco Santamaría dice que es término del norte, no la han recogido los académicos peninsulares, que en cambio sí registran una expresión de Puerto Rico: “desguañangado”, palabra que significa también debilitado, flojo, laso, igual que nuestro popular “desguanguilado”.

Don Alfonso Taracena, tabasqueño también como Santamaría, solía decirme cuando coincidimos en las páginas editoriales de El Universal:

– En Villahermosa tenemos meses de 45 grados. Y luego empieza el calor.

Ahora bien: mal de muchos, consuelo de tantos. Lo cierto es que en toda la República está haciendo calor por estos días. Yo, que la recorro de pe a pa, puedo decirlo. Por estos días estuve en la Ciudad de México, en Guadalajara y en León. Calor, calor en todas partes. En Valles, San Luis Potosí, el termómetro llegó a marcar 55 grados Celsius a la sombra.

–Pos no te pongas en la sombra –dijo alguien.

Se explica uno que en Ciudad Valles haya nacido una bebida famosa, la michelada, hecha con cerveza a la que se añade sal, jugo de limón, salsa inglesa y otros ingredientes que le dan a la cheve más fuerza y más sabor. Según me contaron en Valles, a un muchacho de nombre Michel se le ocurrió ahí tal combinación, que goza ya de fama en todas partes.

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Pues bien: ni siquiera una michelada es suficiente para aplacar los efectos de esta cálida onda cálida. Yo pongo en práctica, sin embargo, un remedio que me alivia la pena del calor. Di con ese remedio por pura casualidad, como se han hecho algunos de los más grandes descubrimientos de la humanidad. A esos afortunados hallazgos casuales se les conoce en inglés con un extraño nombre acuñado por el escritor Horacio Walpole. Ese término es serendipity, el hecho de descubrir algo bueno por azar.

Por azar, en efecto, descubrí ese remedio contra el calor local. Vi la película “Viento Negro”, con David Reynoso, José Elías Moreno y Eleazar García “Chelelo”, dirección de Servando González. Al saber del intensísimo calor que hace en el desierto de Altar, y observar las terribles penalidades de quienes lo sufrieron cuando trazaron las vías del ferrocarril, pensé que el calor de Saltillo es suave brisa refrescante, y ya no lo sentí. Desde entonces cada vez que hace calor vuelvo a ver “Viento Negro”, o me tomo una michelada. Bendito sea Dios, que ahoga, pero no aprieta.

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Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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